Faltan cuatro meses, pero la próxima cumbre mundial sobre el efecto invernadero (México, julio) quizá tenga un eje adicional. Hay quienes querrían compensar el vergonzoso fracaso de diciembre incorporando el agua a los debates en la agenda de la ONU.
“Dios nos da agua, pero no paga cañerías ni potabilizadoras”. Así Loïc Fauchon presidente del consejo mundial del agua (CMA) resumía meses atrás los mismos problemas en materia de provisión que entusiasman nada menos que a Goldman Sachs.
En verdad, las tres primeras culturas dependientes de los dioses para su agua (Sumeria, Egipto, el Indo) sólo debían cavar zanjas para distribuirla. Con los siglos, vendrían las guerras por su control. Hoy Fauchon conduce un organismo que tiene unos 350 miembros en más de setenta países.

