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Los empleos de la juventud en México: De medio tiempo y de medio pelo

Preparan hamburguesas en un minuto. Cortan 800 boletos de cine, en siete horas. Abren y cierran la caja registradora hasta 500 veces por turno. Llaman por teléfono cien veces al día para ofrecer el mismo producto. Hacen girar cuarenta veces la rueda de la fortuna. Trepan hasta 50 metros para colocar las luces en el Palacio de los Deportes. O acomodan al público en sus butacas antes de que comience la obra. Todos son jóvenes y éstos sus primeros empleos.

Setenta y cinco por ciento de los jóvenes mexicanos consiguen su primer trabajo entre los 13 y los 18 años, según el Instituto Mexicano de la Juventud. La mayoría, temporales, de medio tiempo, en los que la facilidad de palabra y la amabilidad con el cliente son los requisitos más importantes.

Pocos les ofrecen más de tres salarios mínimos. Ni cinco mil pesos al mes. Y con las mínimas prestaciones de ley.

Haber aprendido a cocinar crepas o freír papas a la francesa; saber cuánto tiempo hornear una pizza; cómo proyectar una película; o qué botones apretar para echar a andar la montaña rusa son experiencias que tal vez en diez años ni figurarán en sus hojas de vida, pero mientras son jóvenes “inexpertos”, es lo único que hay.

En México, hay 14 millones 419 mil 79 jóvenes con empleo, según el  Centro de Estudios e Investigación en Desarrollo y Asistencia Social (CEIDAS).

Peor es nada
Valeria es quien le llama por teléfono para venderle una suscripción de periódico. Citlalli la que se compromete a que el repartidor le entregue su pizza antes de  30 minutos o se le deje completamente gratis. Son dos jóvenes estudiantes y madres que llevan realizando este trabajo los últimos dos años.  Un empleo que no les exige más de ocho horas al día, pero que tampoco les ofrece más dos mil 500 pesos a la quincena.

“No es que los jóvenes no busquemos un buen trabajo, es que no hay más, no los hay. Durante cinco años, no he encontrado otro trabajo de medio tiempo que no sea de intendencia. Con la preparatoria, lo único que me ofrecen en la bolsa de trabajo del gobierno, en un horario de seis horas, son empleos fugaces de dos o tres meses en campañas políticas”, dice Valeria, que a sus 26 años ha pasado por cinco compañías de telemarketing.

Citlalli se convirtió en menos de dos años en gerente de una sucursal de Domino’s Pizza. Pero de gerente sólo el nombre, ni el sueldo, ni las condiciones: recibe dos mil 200 pesos cada catorcena, con un solo día de descanso. Ella no protesta, en ningún otro lugar ha encontrado la flexibilidad de horario que le permita cuidar a su bebé y estudiar en el Cetis No. 7.

“Cuando tenga el título de técnica en contabilidad buscaré algo mejor”, ésta es al menos su esperanza, porque terminar  un bachillerato o convertirse en licenciada tampoco le garantizará encontrar un empleo de calidad.  Cuatro de cada diez profesionales trabajan en un lugar, donde no pueden desarrollar el conocimiento que adquirieron en el aula, según la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE).

Paty, Pilar y Adriana pensaron igual. Creyeron que con el título de licenciadas en Ciencias de la Comunicación de la UNAM hallarían un trabajo estable, con buen ambiente y bien pagado, pero después de dos años no lo han encontrado: 15.39 por ciento de los jóvenes de 20 a 29 años, con al menos un año de preparación profesional, realizan actividades poco calificadas, según la ENOE.

Paty prepara las bebidas en un negocio de hamburguesas. Pilar es secretaria en un hospital de maternidad. Y Adriana está en Londres: huyó para ver si allá conseguía algo, porque aquí todas las puertas se le cerraron.

Fuga de talento
En menos de dos décadas, más de un millón 357 mil profesionales hasta con doctorado abandonaron México, en busca de un buen empleo, de acuerdo con el libro La juventud mexicana, una radiografía de su incertidumbre, del doctor Pedro José Peñaloza de la UNAM.

Las historias de Paty, Pilar y Adriana no son aisladas,  reflejan la situación de toda una generación.  De sus treinta compañeros de clase, sólo cuatro están en puestos para los que estudiaron. No todos con un buen salario.

En 2009, México formó a 432 mil profesionales. De estos egresados, la mitad recibe ingresos precarios y una cuarta parte carece de prestaciones; o trabaja sin un contrato, según Peñaloza. La otra mitad ni a trabajo llega. 

Evelyn es la sicóloga que le ha despachado las palomitas en el Cinemex, para que usted disfrute de su película. Vicky, la chef que le ha preguntado de qué tamaño quiere su café, en Starbucks. Las principales misiones de estas licenciadas se redujeron a ser eficaces, rápidas y atentas con el cliente.

“Independientemente de que estés buscando el trabajo para el que estudiaste, en el inter tienes que aceptar cualquier chamba, porque de algo tienes que vivir: hay que comer”, afirma Paty, de 24 años. 

Tres de cada diez mexicanos en edad de trabajar tienen entre 15 y 29 años.

Para poder absorber a todos los jóvenes que se integran el mercado laboral, México necesitaría crear  al año unos 900 mil nuevos puestos de trabajo,  asegura Pedro José Peñaloza. Mientras este año, el gobierno federal sólo prevé 600 mil.

La edad crítica para encontrar empleos va de los 14 a los 25 años. El propio  secretario del Trabajo, Javier Lozano, reconoció la semana pasada que esos jóvenes deben enfrentar el  doble de inconvenientes.

David tiene 23 años.  Es quien le cobra para que su hijo pueda jugar en la máquina “aplasta topos” de Six Flags. Alejandro tiene 24. Y es quien trepa en una cuerda hasta 50 metros para colocar la estructura de las luces que iluminarán el concierto de su artista favorito.

Ellos dos sólo tienen certificado de secundaria. Fuera de los parques de diversiones,  montaje de eventos,  comidas rápidas, cines, plazas comerciales, cafeterías, restaurantes, un negocio propio o el comercio informal no tienen más opciones.  “Pensar en el futuro me pone de malas”, confiesa Alejandro.

Al menos las licenciaturas que Paty, Pilar, Adriana Evelyn y Vicky estudiaron, les permiten tener más lugares en donde ir a dejar su currículum.

Fuente: Excélsior; Nacional, p. 12
Autor: Laura Toribio, Claudia Solera
Publicada: 10 de agosto 2010

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