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Lo que Martin Luther King le diría a Donald Trump

Peniel Joseph es miembro de la cátedra Barbara Jordan en Valores y Ética Política y es director fundador del Centro para el Estudio de la Raza y Democracia en la Escuela LBJ de Asuntos Públicos de la Universidad de Texas en Austin, donde también es profesor de Historia. Es autor de varios libros, y el más reciente es «Stokely: A Life». Las opiniones expresadas aquí pertenecen exclusivamente al autor.

(CNN) – El día de Martin Luther King Junior de este año, el último que será conmemorado bajo la presidencia de Barack Obama, ofrece la oportunidad de una sensata claridad acerca del presente fermentado por la desafiante esperanza para el futuro. El día de King, una victoria duramente ganada por los veteranos de la era de los derechos civiles junto a los funcionarios electos afroestadounidenses, se convirtió en una parte crucial de un nuevo consenso nacional sobre la igualdad racial.

La compleja iconografía del doctor King puede ser entendida con una simple lección: hizo que la justicia racial se convirtiera en un tema muy importante y en pieza fundamental de la democracia estadounidense.

En este sentido, King sirvió como el movilizador político más importante del movimiento por los derechos civiles, una figura ganadora del Premio Nobel de la Paz global capaz de salvar las divisiones raciales y económicas al participar en boicots de autobuses en Montgomery (Alabama), escribir una carta apasionada desde una celda de Birmingham, dirigir una marcha sobre Washington y atravesar el Puente Edmund Pettus en una manifestación que consolidó la opinión mundial en apoyo de la lucha por la dignidad afroestadounidense.

En la sombra de los continuos momentos del conflicto racial, el día de Martin Luther King Junior representa la aceptación política y retórica estadounidense de los derechos civiles como un bien político y moral. Los recientes ataques del presidente electo al ícono de los derechos civiles y congresista por Georgia John L. Lewis, no obstante, señalan el posible fin de este consenso, disminuyendo la estatura moral de nuestra nación en asuntos de raza en el momento preciso que más lo necesitamos.

Lewis es un auténtico héroe estadounidense, humilde y valiente soldado de infantería y líder de los derechos civiles, que sufrió severas palizas en 1961 como un corredor de libertad y cuatro años más tarde durante la marcha del Domingo Sangriento en Selma (Alabama). Él es el último orador principal de la Marcha de 1963 sobre Washington aún vivo en Estados Unidos.

Pero este legado no fue suficiente para aislarlo de la ira política del presidente electo. Después de que Lewis explicara en Meet the Press que él no consideraba que Trump sea un presidente elegido de forma legítima tras la intermitencia rusa en las elecciones estadounidenses, y la reacción del próximo titular de la Oficina Oval no se hizo esperar y lo atacó.

Trump lanzó una serie de difamaciones cargadas de racismo contra el congresista por el distrito de Atlanta al describirlo como alguien cuya zona de influencia se «está cayendo a pedazos» y está «infestada de delitos». El que que se haya desatado esta guerra en Twitter a poco tiempo del día del doctor no es un accidente.

A través de la que fue quizás la campaña presidencial más racialmente divisoria en la historia del país, Trump utilizó términos como «Chicago» para señalar su abierto desprecio para con los Estados Unidos afroamericanos. Sus comentarios sobre las «ciudades interiores» revelaron a un hombre atrapado en un túnel del tiempo, un lugar donde los afroamericanos residen en hirvientes guetos urbanos, cuyo potencial para la violencia amenaza con causar estragos a los ciudadanos blancos respetuosos de la ley.

Casi como en respuesta a las fantasías racialmente cargadas de Trump sobre la ilegalidad, la pobreza y la violencia, la procuradora general, Loretta Lynch, reiteró la necesidad del gobierno federal de «defender los derechos constitucionales de los ciudadanos en este gran país» al hacer cumplir la ley cuando violan sus derechos. Deberes jurados de servir y proteger.

Al igual que no es una coincidencia que Trump apunte a Lewis mientras nos preparamos a celebrar el día de Martin Luther King, no es accidental que Lynch pronuncie su último discurso como procuradora general en Birmingham, un sitio importante no sólo en la vida de King, sino también en el movimiento por los derechos civiles a gran escala, y situado en un estado que es el hogar de su sucesor.

Trump y su candidato para procurador general, Jeff Sessions, representan la cara post-consenso de la política estadounidense sobre la justicia racial. Al normalizar la demonización de los barrios predominantemente negros en toda la nación como indignos de la protección y los recursos federales, Trump señala tanto a los ciudadanos comunes como a las instituciones políticas el valor que se debe asignar a los afroestadounidenses que viven allí.

Mientras tanto, Sessions ha adoptado una retórica menos combativa, pero ha calificado de «intrusa» la Ley de Derechos Electorales, han procesado judicialmente a activistas de derechos civiles por fraude electoral y ha expresado su apoyo a las leyes de identificación de votantes.

El 2017 promete ofrecer un panorama racial a nivel federal que refleja aspectos de la época de King más que de nuestro pasado reciente, donde el ascenso del presidente Obama dio paso a grandes expectativas de que la nación le había dado finalmente la vuelta al asunto racial.

Sin embargo, uno de los legados más importantes de King, aunque menos comentado, es el compromiso de la lucha desafiante contra las grandes contingencias. Durante los últimos tres años de su vida, King luchó duramente por la justicia económica en Chicago, se manifestó en contra de la Guerra de Vietnam, se organizó junto con activistas de los derechos sociales y trató de liderar un movimiento de pobres cuya composición multiracial formó una hebra de una comunidad global que King caracterizó como la «casa del mundo».

La disposición de King a decir verdad al poder ayudó a transformar la democracia estadounidense, ampliando la visión de los Padres Fundadores a una que incluía un mayor número de personajes de los que jamás hubieran podido concebir. Lo que él caracterizó como «grandes fuentes de la democracia» se convirtió en una metáfora para un movimiento panorámico de justicia social que remodeló cada rincón de la sociedad estadounidense e inspiró a los presidentes Kennedy y Johnson a hacerlo una causa propia.

De hecho, cada presidente desde entonces, a pesar de los desacuerdos sobre la mejor manera de lograr la igualdad racial, ha aceptado este objetivo como un artículo de fe.
Hasta ahora.

Sin embargo, el genio de King y el del gran movimiento de los derechos civiles está en liberar el poder de las ideas que trasciende a los líderes políticos, las instituciones democráticas e incluso a los estados nacionales. King enfrentó obstáculos más grandes y duraderos que los presidentes o los ciclos electorales, pero nunca perdió la fe en la capacidad de los ciudadanos para reconocer su propia humanidad en la vida de los demás y utilizar este conocimiento y empatía para transformar el mundo.

«El arco del universo moral es largo», recordó King a la nación, «pero se inclina hacia la justicia».

El cambio permanente requería, argumentó él, una «revolución de valores» que incluían los trascendentes cambios, políticos, las victorias legales y los avances legislativos.

El poder del mensaje de King en estos tiempos reside en recordarle al mundo que la justicia es el ejemplo público del amor, incluso cuando nuevos líderes emergen voluntariamente inclinados a olvidarlo.

Fuente: CNN

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