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Hambre, una crisis silenciosa

El mundo tiene los recursos necesarios para erradicar el hambre. Los más de mil millones de hambrientos reclaman voluntad política y verdaderos compromisos para alcanzar la “utopía”.

Más de mil millones de personas pasan hambre a diario en el mundo. Una cifra récord en la historia, según alerta la FAO. En la actualidad, ya hay 160 millones más de hambrientos que en la década de los 90.

Ni la Cumbre de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) ni las cumbres sobre la alimentación y la pobreza han servido para cumplir con el compromiso de reducir el número de personas que no tienen alimentos. Tampoco el G-8 ha cumplido su promesa de dar “50 millones de dólares extra en ayuda al desarrollo para el año 2010”, según recuerdan organizaciones como Save the Children o Cáritas Internacional.

“Esta crisis silenciosa del hambre –que afecta a uno de cada seis humanos- supone un serio riesgo para la paz y la seguridad mundiales”, explica Jacques Diouf, Director General de la FAO.

La crisis económica y el alza de los precios de los alimentos son las causas de que haya 100 millones de personas más en los umbrales de pobreza. Entre 2006 y 2008, el precio de alimentos básicos aumentaron un 60% y, en el caso de los cereales, el precio se duplicó.

Durante unas décadas, los alimentos eran baratos y no entraban dentro del mercado de la especulación. Pero todo esto ha cambiado. Los precios son hoy más altos y volátiles. Sin embargo, el planeta Tierra puede producir, y de hecho lo hace, alimentos para todos los seres humanos.

Para que haya un cambio, la FAO propone que los países desarrollados aumenten su apoyo a la agricultura, ya que un sector agrícola sostenible es clave para vencer el hambre y la pobreza. Invertir en nuevas tecnologías que ayuden a mejorar las cosechas, en infraestructura y en ayuda en la financiación de pequeños agricultores son fórmulas eficaces para luchar contra el hambre.

También sería necesario revisar las reglas comerciales para que sean más eficaces, equitativas y justas. Los subsidios de producción en los países del Norte distorsionan los precios, desincentivan los mercados y desaniman la inversión. Es una competencia desleal hacia los pequeños campesinos con menos oportunidades de acceso a semillas, fertilizantes, tecnologías…

Pero no sólo hay pobreza en el campo. Hoy, también hay hambre y pobreza en las ciudades. La crisis económica es la causa de que muchas personas pierdan su empleo y el modo de sustento para sus familias. Si en las ciudades del Norte se habla del aumento de la pobreza y de recursos sociales saturados, las ciudades del Sur tienen aún que soportar más hambre, más pobreza, con poca o ninguna garantía social.

El derecho a la alimentación y a una vida digna para todos tiene que ser el primero de los objetivos de nuestros mandatarios. Es necesario que el mundo empiece a trabajar de manera conjunta, porque el “aleteo de la mariposa se dejará sentir en cualquier parte”.

El mundo no está hecho de piezas que no tienen relación; somos un rompecabezas globalizado. Existe la tecnología y los recursos para poder reducir al mínimo la pobreza. Sin embargo, falta voluntad política y verdaderos compromisos para acabar con este lastre.

Un comercio internacional más justo, una auténtica ayuda al desarrollo, mejora en la calidad de la educación y la sanidad, el fin de los paraísos fiscales y el control de la explosión demográfica, son elementos fundamentales para hacer de este un mundo más justo.

La sociedad civil organizada no puede esconderse más. Ha llegado el tiempo de la acción y la exigencia para que organismos internacionales y gobiernos pongan en marcha las medidas para acabar con el hambre en el mundo.

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