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¿De qué pasta están hechos los emprendedores sociales?

Organizaciones sin ánimo de lucro, fundaciones, cooperativas, colegios profesionales, comunidades religiosas… En los últimos años estamos asistiendo a una auténtica eclosión de entidades del tercer sector.

No es casualidad. El hecho de que a los gobiernos les resulte cada vez más complicado financiar el Estado de bienestar está fomentando que sean los propios ciudadanos los que busquen maneras de cubrir las necesidades básicas.

Entre estos, existe un grupo muy numeroso de emprendedores cuyo objetivo principal es contribuir a la mejora de las condiciones de vida de la sociedad. Son los emprendedores sociales. La denominación fue adoptada en los años 80 por el estadounidense Bill Drayton, fundador de Ashoka, la asociación impulsora de empresas sociales más grande del mundo, y premio Príncipe de Asturias de Cooperación Internacional en 2011.

Marta Curto, asistente de investigación del IESE, explora el perfil de estos empresarios en «Los emprendedores sociales: innovación al servicio del cambio social», un estudio publicado por la Cátedra «la Caixa» de Responsabilidad Social de la Empresa y Gobierno Corporativo del IESE.

¿Qué es un emprendedor social?

El emprendedor social presenta, a grandes rasgos, cinco características fundamentales:

1) Tiene como objetivo crear valor social.
2) Es capaz de captar necesidades sociales.
3) Contraataca con propuestas innovadoras.
4) Tiene una aversión al riesgo por debajo de la media.
5) Dispone de escasos recursos para llevar a cabo su labor.

Una de las diferencias básicas que existe entre los emprendedores sociales y los emprendedores económicos (el sentido tradicional del término emprendedor) es su innovación. Las empresas sociales innovan, es decir, sus ideas producen cambios sociales profundos porque no buscan paliar las consecuencias de un problema, sino atacar la raíz.

Un ejemplo sería el caso de Faustino García Zapico, de la Unidad Terapéutica y Educativa de Villabona (País Vasco). Su objetivo era superar los problemas de la violencia carcelaria generada entre internos y funcionarios de seguridad para convertir las prisiones en espacios educativos. Para ello, creó microsociedades gestionadas conjuntamente por ambos.

Un aspecto muy discutido a la hora de definir qué es un emprendedor social es el del beneficio económico. ¿Debe un emprendedor social lucrarse con su iniciativa? Siempre debe haber un compromiso para crear un impacto social, pero eso no tiene por qué estar reñido con la generación de ingresos.

Retrato robot

Según el Global Entrepreneurship Monitor (GEM), el perfil del emprendedor es el de un trabajador autónomo de entre 25 y 44 años con un nivel educativo alto.

A nivel mundial, el 1,8% de la población adulta está involucrada en actividades de emprendimiento social, aunque la cifra varía mucho entre países. En España, por ejemplo, no llega al 1%.

Según la autora, en el bajo porcentaje español puede influir la poca tradición de emprendimiento junto con una visión predominante de que es el Estado quien debe encargarse de los problemas sociales.

Los negocios elegidos por los emprendedores sociales varían de una zona a otra. En las economías menos desarrolladas, la preocupación es cubrir necesidades básicas, como la sanidad o el acceso al agua. En cambio, en las economías más industrializadas el foco de atención se centra en actividades como dar apoyo a la cultura, proveer servicios a las personas discapacitadas o proteger el medio ambiente.

Las claves del éxito

El emprendedor social no solo debe diseñar un proyecto para mejorar las condiciones de un grupo. Su proyecto debe poder aplicarse a gran escala. Para ello, pueden seguirse tres estrategias:

1. Desarrollar un modelo organizativo. Implantar una estructura capaz de movilizar recursos y personas. Por ejemplo, The Cleveland Foundation, la fundación comunitaria más antigua de Estados Unidos, creó un tipo de intermediario filantrópico que ponía los activos de donantes individuales bajo el control de consejos de administración comunitarios, con un amplio conocimiento de las necesidades locales.

2. Crear un programa. Establecer un conjunto de acciones integradas con un fin específico. Por ejemplo, la asociación californiana Boot Camp for New Dads, que ayuda a padres primerizos, diseñó un programa de implementación en hospitales, iglesias, bases militares y organizaciones comunitarias a cambio de un pago por licencia.

3. Establecer unos principios. Son pautas y valores sociales que permiten llevar a cabo proyectos. El programa Knowledge is Power (KIPP), en el que se integran escuelas públicas estadounidenses que preparan a estudiantes de comunidades desfavorecidas para acceder a la Universidad, se basa en pilares como «unas expectativas elevadas» o «centrarse en resultados».

Una vez decidida la estrategia, el emprendedor debe propagarla. Para ello, existen mecanismos como la difusión (proporcionar información a otras personas que quieran aplicar una innovación a su comunidad), la afiliación (que otras organizaciones se afilien al proyecto) o el branching (creación de sucursales).

Sea cual sea la estrategia elegida, la autora señala que, para lograr un impacto a gran escala, el emprendedor social debe planificar bien los recursos, valorar minuciosamente los riesgos, plantearse cuáles son los resultados esperados, preocuparse por la aceptación del proyecto entre los beneficiarios y decidir cuándo puede expandirse la iniciativa.

Fuente: ieseinsight.com
Por: Curto, M.
Publicada: abril de 2012

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