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Reventar de silencio

La coexistencia de tanta injusticia social con la impunidad y las recompensas de los causantes de esta crisis deja una sensación de impotencia, de burla y de desamparo.

El ex presidente de General Motors, forzado a dimitir por la Administración de Obama, ha sido “indemnizado” con casi diez millones de dólares durante los próximos cinco años.

Grandes compañías de seguros y bancos, salvados de la quiebra con dinero de los ciudadanos, han acordado restaurar el sistema de bonos para sus ejecutivos. Una de las causas de la catástrofe económica que padecemos. Ejecutivos cesados en sus puestos por cómplices en la crisis, están siendo contratados por otras empresas del sector.

El acuerdo del G20 para terminar con los paraísos fiscales ha quedado en agua de borrajas. Los bancos en la Unión Europea, en Estados Unidos, Canadá y Japón reciben escandalosos subsidios por sus Gobiernos para dar liquidez al sistema crediticio.

Pero mantienen cerrada la concesión de créditos a particulares y a pequeños empresarios, mientras destinan esos fondos a liquidar sus deudas en el extranjero. Reciben de los Estados el dinero al 1% y lo venden a sus empleados y a empresas vinculadas al 8% y hasta al 10%. Nadie parece ruborizarse. La vida sigue.

Estos mismos bancos han ejecutado créditos avalados por inmuebles a particulares sin consideración alguna y los están vendiendo a mitad de precio a empleados, amigos y testaferros, a quienes sí facilitan créditos muy ventajosos.

Algunos con moratorias de un año para comenzar a pagar las letras. Quizás se descubra aquí otra fuente de blanqueo de dineros ocultos que afloran enmascarados. Bancos como Santander, Bilbao y Cajas poderosas han vendido sus sedes y locales, no se sabe a quién, y se los han alquilado a sí mismos.

Pinchada la colosal “burbuja del ladrillo”, en España hay un millón de viviendas sin vender y más del doble en fase de construcción ralentizada. Los promotores se quejan de que es un escándalo que desciendan los precios hasta un 20%. ¡Ojala bajasen al 50%! ¿No es esa la ley del mercado: se produce lo que se vende y se vende como se puede?

¡Y piden ayuda al gobierno! ¿Dónde estaba su preocupación por el Estado cuando se embolsaron miles de millones con la especulación de terrenos protegidos, cuando sobornaron a ediles del litoral para que concedieran permisos de construcción en terrenos protegidos, mientras arruinaban el paisaje e hicieron de la España seca del Sur, en proporción, el país con más campos de golf del mundo. ¿El agua? Ya la traerían.

Igual que ha ocurrido con complejos de hasta 80.000 viviendas cerca de Madrid para los que no habían previsto ni traídas de aguas, ni colectores de residuos, ni aparcamientos ni redes eléctricas capaces de soportar esos servicios. Ya se encargarían los ayuntamientos de hacer que funcionasen, aunque fuera desviando el curso de las aguas de riego.

No. El promotor no está en la cárcel.

Los ejemplos podrían multiplicarse porque nos bombardean desde los medios para anestesiarnos, apoyados en que la costumbre amortigua la sensibilidad.
Cualquier lector sabe de qué estoy hablando. Nada de catastrofismo ni de augurios de Casandra.

Es una sensación de impotencia, de burla y de desamparo. De vacío sin referencias. Mientras, se incrementa la venta de armas, las compras de millones de hectáreas de buenos terrenos en países del Sur por compañías y por países enriquecidos del Norte.

Los políticos se han aumentado sus emolumentos en el Parlamento europeo y en los de otros países. Berlusconi es paradigma de cuanto hablamos, y pagar más de 120 millones de dólares por el fichaje de Cristiano Ronaldo ya no sorprende a nadie.

Mientras tanto, las familias que acuden a comedores sociales ascienden vertiginosamente. La demanda en bancos de alimentos se dispara un 40%. En España atienden más de un millón de personas, a los que hay que añadir las ayudas de otras instituciones. La rebusca en los contenedores cercanos a grandes superficies hace más negras las noches.

Esto ocurre en la España altanera y en otros muchos países ricos de Europa. Uno se pregunta, con dolor, cómo son posibles tanta injusticia, explotación y desafuero. ¿De qué sirven los G8, G20, denuncias de la FAO, UNICEF, OMS si falta la ética más elemental?

Podríamos acabar con el hambre en el mundo, con el analfabetismo, la falta de cuidados sanitarios, la suicida explosión demográfica. Es precisa la educación, respetar el medio ambiente, salvar los mares y las reservas de agua, reducir la contaminación y atemperar nuestras desorbitadas ansias de tener y de acumular. Nos han encadenado como a Prometeo y como a Sísifo obligado a subir una roca que no existe, como tampoco existen más cadenas que las de nuestra mente y nuestros miedos.

Es posible construir otro mundo más justo y solidario, quizás mediante una explosión de silencio.

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