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Reflexiones en el Día Internacional de la Paz

Por: Carlos Juárez, director en México del Instituto para la Economía y la Paz

Todos hablamos de ella, pero…

Curiosamente, un tema muy recurrente en las conversaciones cotidianas y que representa una de nuestras mayores preocupaciones, es también uno de los más confusos y menos definidos.

La mayoría de nosotros ha participado en alguna conversación que comienza con un comentario sobre la violencia y continua con opiniones acerca de su causa principal. Las opiniones van desde la falta de paz interior, hasta la geopolítica, pasando por la falta de valores, la religión y la ineficiencia de los gobiernos.

Así, hablamos mucho sobre la paz y estamos muy conscientes de su ausencia, pero pocas veces la definimos o logramos tener una idea clara de sus características.

Es común definir la paz partir de lo que no es. Es decir, queremos un país sin homicidios, sin robos ni crimen. Deseamos una sociedad sin violencia, donde se viva sin miedo, etc. Esta definición, que se refiere a la ausencia de violencia directa, se llama Paz negativa. Y si bien estas condiciones son indispensables y muy deseables, también sabemos que no son suficientes para garantizar una sociedad pacífica en el largo plazo.

Para construir una paz duradera o Paz positiva, es necesario atender las causas raíz de la violencia directa. Esto significa desactivar otros tipos de violencia, más profundos, y por lo tanto menos visibles.

¿Violencia o violencias?

Johan Galtung, pionero en el estudio de paz y conflicto, clasifica la violencia en tres tipos:

Violencia directa, que se refiere a las formas tradicionales y más evidentes de “hacer daño”, los golpes, insultos, el acoso escolar y el crimen son algunos ejemplos. Según Galtung, estas manifestaciones violentas son la punta del iceberg, es decir, que son apenas los síntomas de la enfermedad.

La Violencia estructural es producida por las instituciones y algunas construcciones sociales que forman parte del contexto y entorno en que vivimos, como el modelo económico o el sistema político, y que al negarle derechos y satisfactores básicos a las personas, también las violenta. Estas estructuras pocas veces son cuestionadas ya que “siempre” han estado ahí y son las reglas del juego que consideramos fijas e inmutables.

Un tercer tipo de violencia tiene que ver con las actitudes y creencias de las personas, las cuales justifican o normalizan las violencias directa y estructural. Así, algunas injusticias y agravios se vuelven aceptables al estar basados en diferencias ideológicas, religiosas o sociales. El machismo, la homofobia, el clasismo y el racismo son algunos ejemplos de Violencia cultural.

Reflexiones en el Día Internacional de la Paz

Al ampliar la definición de violencia, se amplía también el concepto de paz. Aunque quizás resulta más interesante y útil reconocer que todos ejercemos alguna de estas violencias en algún momento. Si esto es cierto, significa también que algunos cambios en nuestro comportamiento pueden desactivar la violencia que generamos y, por lo tanto, construir paz.

En el Instituto para la Economía y la Paz nos dedicamos, desde hace 12 años a nivel global y desde hace cinco en México, a cambiar la conversación pública hacia un enfoque de paz positiva. Así, a partir del análisis de muchos y muy diversos casos alrededor del mundo, proponemos Ocho Pilares de Paz Positiva que representan los factores que la impulsan en el largo plazo y ayudan a mantenerla.

¿Quién construye la paz?

Resulta evidente que hasta ahora, la forma en que se ha analizado la violencia y las estrategias para prevenirla no han dado los resultados esperados. Las tasas de homicidio siguen incrementándose, la criminalidad prolifera, y el miedo y el sufrimiento se extienden a lo largo del país.

Recientemente, el Índice de Paz México 2018 señaló que, contrario a la percepción popular, la crisis de violencia en nuestro país no se explica solamente por el crimen organizado: la delincuencia común y la violencia interpersonal también se han incrementado durante los últimos tres años, lo cual significa que nuestras interacciones cotidianas (en la casa, el trabajo, la calle y la escuela) se han vuelto cada vez más violentas. Ante tal panorama, es necesario abordar la violencia desde una mirada social más amplia, con intervenciones que vayan más allá de patrullas, armas y policías.

Un enfoque integral sobre estos fenómenos implica también capturar su complejidad, incorporando al análisis algunas interacciones y actores que comúnmente se consideran ajenos a las soluciones. En otras palabras, y respondiendo a la pregunta de ¿quién construye la paz?, la respuesta es todos, por supuesto, pero definiendo responsabilidades específicas y ámbitos concretos de participación.

A todos nos preocupa y afecta la falta de paz en México, y un primer paso para construir el país que anhelamos es reconocer que las respuestas no vendrán de un sector solamente. Sin negar que nuestros gobiernos tienen una gran responsabilidad y deuda con nosotros en materia de seguridad, también es fundamental que los académicos generen conocimiento sobre el tema; que las empresas contribuyan a la generación de condiciones sociales más justas y menos desiguales; que las organizaciones religiosas acompañen alas víctimas; o que las escuelas y familias formen ciudadanos más éticos y personas más solidarias.

Es cierto que transformar las estructuras, actitudes e instituciones es un proceso de largo plazo, pero también es cierto que entre más pronto comencemos a trabajar, más cerca estaremos de lograrlo. Frente a este difícil escenario debemos saber que no estamos condenados a vivir con miedo y que podemos construir una mejor realidad, que un mejor país es posible.

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