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Moda ética: ¿de verdad necesitas 20 camisas?

«Así como te gusta saber de dónde viene el aguacate que comes, también a mucha gente le interesa saber dónde y cómo se produjo la ropa que usa», le explica a BBC Mundo Enrique Posner.

Este colombiano es cofundador de I Owe You, un proyecto que gracias a internet une realidades casi opuestas: la de un tejedor de una aldea en Asia y la de un internauta atento a las últimas tendencias.

El proyecto, con sede en Madrid, trabaja con cooperativas de tejedores en India. Cada hilandero gana poco más de un dólar por pieza tejida. El consumidor puede seguir todo el recorrido de la prenda que compra, y a su vez trasformarse en vendedor a través de Facebook.

De esta manera, puede ver la foto de la persona que hiló la tela en Madras, conocer al artesano que la cosió en Europa e incluso colgar una foto suya en la página, que podrá ser vista por el tejedor indio y el artesano europeo, cerrando así el círculo.

«Unir las tecnologías con las técnicas ancestrales fue delicioso», explica Posner.

I Owe You no es única: cientos de firmas, desde zapatillas hechas con cuero ecológico de Brasil y comercializadas en Francia a alpargatas argentinas que benefician a niños africanos, usan internet para vender sus productos sustentables.

Conciencia social, interés en el medio ambiente, tecnología y calidad: una combinación que nos da la pista sobre el tipo de consumidor de ropa sustentable, dispuesto a pagar un poco más a cambio de sentir que obra de manera justa.

El movimiento de comercio justo comenzó hace unos 25 años, enfocado en los alimentos. Poco a poco, el concepto de conciencia ecológica y social que nació pensado para los alimentos se trasladó a la indumentaria, y hoy miles de empresas –desde pequeñas iniciativas hasta marcas de lujo como Chanel o grandes cadenas como H&M- ofrecen líneas de ropa «ecológica», «ética» y «justa».

Ético = caro

Pero a fin de cuentas, para ser un consumidor responsable no sólo se trata de querer, sino de poder: los productos «éticos», desde ropa a alimentos, suelen ser más caros.

Los motivos son evidentes: se les paga más a los productores y se produce a menor escala.
Sin embargo, el precio a veces es extremadamente alto –una bolsa suiza hecha con plástico usado, US$240- y esa es una de las críticas que enarbolan los escépticos desde ambos extremos del espectro ideológico.

Por ejemplo, el Instituto Adam Smith, defensor del libre mercado, afirma que el alto precio de los productos «justos» poco beneficia a los productores, ya que sólo el 10% del sobreprecio que paga el consumidor llega al terreno, lo que indica que quienes siguen ganando son los intermediarios.

Esta situación ha llevado a la institución a describir el comercio justo como poco más que una estrategia de marketing.
Por otro lado, grupos de izquierda critican que el comercio justo no supone ningún cambio real sobre el actual sistema comercial.

Como le explica a BBC Mundo Esther Vivas, autora de diversos libros sobre consumo responsable, para que haya un cambio profundo es necesario cambiar las prácticas políticas que rigen el comercio.

No obstante, Vivas confía en que en la medida en que las prácticas de comercio justo se generalicen, los productos ya no serán tan caros.

Cambio de actitud

La activista catalana señala que no es que la ropa de comercio justo sea cara sino que la otra es muy barata.

«La ropa de comercio justo es cara porque la que encontramos en los centros comerciales tiene costos ocultos. No pagamos el precio real de la ropa ya que está basada en la explotación y el impacto ecológico negativo», dice.

Para Dilys Williams, directora de moda sostenible en el London College of Fashion, el gran desafío que encierra la moda ética es comprar menos ropa, pero mejor. «Parar y preguntarse si una prenda realmente nos gusta o si lo que nos gusta es el hecho de ir de compras. Con la ropa tan barata que hay es fácil comprar sin realmente ponerse a pensar».

Para Williams, la moda atravesó un gran proceso en los últimos 25 años y la vertiente sustentable supone una nueva forma de concebir la moda y consumirla. «Ya no se trata de comprar prendas baratas y desechables, sino de volver a los objetos que encierran un significado y son atesorados por su dueño».

«Estamos acostumbrados a hacer la vista gorda a la hora de comprar una camisa de diez euros», coincide Kavita Parmar, diseñadora de I Owe You. «Nos han engañado. ¿Realmente necesitas 20 camisas?», se pregunta, e insiste en las ventajas de comprar menos prendas pero de mejor calidad aunque cuesten un poco más.

«La idea es llevar a cabo una práctica lo más coherente posible teniendo en cuenta que la coherencia total no es posible en el sistema capitalista donde vivimos, donde la mayor parte de los servicios corre por cuenta de grandes empresas,» agrega Esther Vivas.

Fuente: Bbb.co.uk
Por: Rosario Gabino
Publicada: 22 de mayo de 2011.

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