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Lala Njava, una voz dedicada a la justicia para Madagascar

Lala Njava, una voz dedicada a la justicia para Madagascar
Foto: El país.com

La cantante, una veterana de la música malgache, con su álbum debut en solitario y desde su posición privilegiada de artista, lucha por los derechos de las mujeres, los niños y contra la deforestación de su isla natal.

Lala Njava proviene de una familia numerosa. Una formada por ocho hermanas y siete hermanos, todos ellos músicos. Como los mismísimos Staples Singers de Madagascar, Lala y cuatro de sus hermanos formaron la banda Njava, uno de los nombres más populares de la música malgache durante los años noventa. Dos décadas después, esta mujer lanza su disco en solitario desde Bélgica, Malagasy Blues Song (Riverboat Records, 2013), y su voz grave, a lo Mavis Staples, se convierte en el blues contra la deforestación, las injusticias sociales y por los derechos de las mujeres y los niños malgaches.

Lala ha recorrido un largo viaje musical y biográfico que, a sus 56 años, la ha llevado a ser considerada una de las voces más respetadas de Madagascar. «Después de ganar los Premios Découvertes de RFI en 1992, Njava firmó un contrato con EMI. Dimos la vuelta al mundo y aportamos algo nuevo en la escena de las músicas del mundo. Nuestro estilo era uno vocal precolonial llamado Antsa, un tipo de melodía popular tradicional típico del sur de Madagascar. Cantábamos a dos voces y nuestro ritmo 6/8 nos llevó a la fama», cuenta esta dama de la nueva canción malgache.

Los bosques y el género, dos terrenos de lucha fuera de los escenarios

«Soy una mujer comprometida. He creado una asociación para defender la igualdad de género y la educación de los niños en mi país: Dames d’amour. Siendo una artista, creo que es importante tener la capacidad de, aún sin ser política, transmitir mensajes que sí lo son. Considero que es mi deber», reconoce la cantante, que opina, como Madiba, que las armas están en la educación. «Mi herramienta es la música y los mensajes que expreso a través de ella. En este sentido, escribí mi canción Pardon â l’Afrika para denunciar la situación de los niños soldados y los esclavos de las milicias en los países africanos en guerra. Quiero que quede claro que hay que terminar con este tipo de atrocidades, pero estamos muy lejos de eso», se lamenta.

La artista no es del tipo de personajes que viven en una burbuja aislados de la sociedad, y ha conseguido canalizar su fama internacional para despertar conciencias acerca de diferentes situaciones de injusticia que azotan la gran isla de Madagascar. «El desarrollo de África es inevitable, pero es importante preservar lo más preciado: nuestra naturaleza, el acceso al agua potable, la salud de nuestra gente y la educación para todos los niños. Pero este desarrollo tiene un coste y parece que nuestro entorno está pagando un precio muy alto», afirma.

Lala se confiesa ferviente simpatizante del legado de figuras como la activista keniana Wangari Maathai, a la que considera un modelo a seguir. Maathai dijo que hay que promover un desarrollo que no destruya nuestro entorno, y Lala Njava opina que el mayor enemigo del medio ambiente es la corrupción. «¡La principal causa de la deforestación es la corrupción! Es una enfermedad grave para la que África y el mundo siguen buscando una cura radical. Los árboles se talan para hacer hermosos muebles de teca que se pueden encontrar en los mercados de todo el mundo. Las consecuencias son dramáticas para el pueblo malgache. Los pescadores tienen cada vez menos peces que pescar, porque todos ellos son capturados por barcos piratas o de multinacionales que, además, contaminan el mar. La deforestación acelerará la desaparición del Lemur, que solamente se encuentra en Madagascar. Éste es el precio que pagamos para alcanzar este tipo de desarrollo», reconoce irritada.

Como parte de su compromiso social con el pueblo malgache y su tierra, dedica parte de los ingresos de su último álbum a la lucha para la preservación de los bosques. A través de la organización Graine de Vie, ayuda a varios activistas locales a que la biodiversidad y los recursos básicos que albergan los bosques sigan abasteciendo a las etnias y los animales en peligro de extinción, como el lemur, que habita las zonas rurales de Madagascar. Sin embargo, los Betsileo o los Tanala, que dependen de los bosques tanto para su subsistencia como para mantener sus tradiciones culturales e identitarias, no parecen ser grandes fans de la música de Lala.

El Beko o el blues malgache

«En Madagascar, el pueblo malgache aún percibe mi estilo de música como un producto comercial. Creen que mi álbum fue hecho para Occidente. Pero esto no quiere decir que me sienta menos alentada por la recepción del público allí», reconoce la cantante. A pesar de no levantar tanto revuelo entre el público nacional como entre el internacional, no ha hecho más que cosechar críticas positivas de su primer álbum en solitario, que incluso fue seleccionado como uno de los mejores de músicas del mundo de 2013.

«Este estilo de música es muy respetado por el público occidental, por lo que ha sido bien recibido donde quiera que he presentado mis canciones. He contado a menudo con la colaboración de otros grandes músicos malgaches como el acordeonista y mi amigo de infancia Regis Gizavo, con Mikea o con el gran guitarrista D’Gary, y el ambiente de los conciertos suele ser siempre más o menos el mismo», manifiesta dibujando el panorama de la escena musical malgache.

«La música beko es el blues de Madagascar», dice aludiendo al estilo popular del sureste del país. «Se trata de la nostalgia como mensaje, como grito. Obviamente no es un estilo bailable y el ambiente que yo quiero transmitir es un ambiente especial», confiesa refiriéndose a las melodías vocales típicas de esta música y que mezcla con otras influencias sonoras dentro de su particular universo musical. «Yo quería usar el estilo vocal del beko para transmitir el mensaje de lo que tenía dentro: la melancolía de mi infancia feliz, el amor que mis padres me han dado o la experiencia musical que llevo a mis espaldas y que quiero compartir. Mi beko también es una expresión de mis esperanzas y mis desesperaciones. Para mí es un poco abrir mi diario personal a través de este blues malgache. Por esto, Malagasy Blues Song es el álbum del color de mi vida».

Fuente: El País

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