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La pregunta fundamental de la RSE: ¿Cuál es la contribución de la empresa a la sociedad?

Empresa Responsable

Por Antonio Vives

A medida que evoluciona la experiencia de las empresas sobre su responsabilidad ante la sociedad se va van enfocando sus actuaciones y su comunicación al público. Pero las empresas todavía tienen una visión muy segmentada, compartimentada, de esa responsabilidad y, la gran mayoría, lo considera como un conjunto de prácticas individuales, más o menos relacionadas. A la hora de reportar interna o externamente, se hacen los esfuerzos para tipificarlas y agruparlas para que parezcan parte de una estrategia integrada y coordinada. Para muchas empresas las actuaciones son las que conforman la estrategia y no al revés, como sería el ideal.

Paciencia querido lector. Parafraseando a Pascal: el artículo es largo porque no tuve tiempo para escribirlo más corto.

El reto

Tradicionalmente las empresas, siguiendo los lineamientos del GRI y los consejos de consultores para la preparación de informes de sostenibilidad supuestamente responden a esa pregunta fundamental de la RSE, pero de una manera poco satisfactoria. Reportan los sueldos (empleados), impuestos (gobierno) y dividendos (dueños/accionistas) pagados, las compras efectuadas (desarrollo local), los montos de la inversión social, (comunidad), inversiones en protección ambiental (medio ambiente), y donaciones entre otras “contribuciones a los stakeholders” (léase: sociedad). Pero esto es una visión estrecha y desarticulada de la contribución de la empresa a la sociedad. Si se analiza con más cuidado podemos ver que su contribución es más amplia de lo que estos simples montos indican, aun cuando sea difícil de medir y reportar.

Son pocas las empresas que tienen claro cuál es esa contribución y pierden una buena oportunidad de mostrar su impacto respondiendo a la pregunta fundamental y organizando sus reportes alrededor de ella.

Una guía

Afortunadamente la reciente propuesta para la preparación de informes integrados del International Integrated Reporting Council, IIRC, ofrece un buen marco de referencia para responderla, si se interpreta correctamente.

Como hemos comentado en otro artículo sobre el tema (¿Qué integran los informes integrados? la propuesta no es, como muchos creen, sobre la integración del informe financiero y el informe de sostenibilidad. Es una propuesta de expansión de informe financiero con información no financiera, parte de la cual debe ser sobre su sostenibilidad.

Sin embargo, para las empresas visionarias, el esquema ofrece una buena oportunidad de reflexionar sobre su impacto. La propuesta propone reportar información sobre el impacto de la empresa en seis “capitales”:

· Financiero
· Manufacturero
· Social y relacional /
· Humano / a veces agrupados como capital intelectual
· Intelectual /
· Natural

Los dos primeros son los que tradicionalmente se reportan en los informes financieros y para los cuales los procesos de medición y reporte están muy avanzados y sobre los cuales no comentaremos. Para los otros cuatro capitales, el proceso de medición y reporte está en sus comienzos.

Lamentablemente la propuesta del IIRC no adelanta propuestas de medición, solo pide reportar información que presumiblemente será mayormente cualitativa. Es una oportunidad perdida por parte del IIRC (El informe integrado: lo que podría haber sido y lo que debería ser). A estas alturas del avance en estos reportes posiblemente fuera mucho pedir que las empresas comenzasen a desarrollar sistemas de información para capturar el impacto sobre estos capitales, de la mima manera que sí lo hacen sobre los dos primeros. Pero ello no obsta para que no se adelanten los esfuerzos, como algunas empresas ya lo están haciendo.

Y aun para las empresas que no tienen los recursos y la sofisticación o experiencia necesarias en temas de medición y reporte de la sostenibilidad es valioso pensar en la contribución que hacen a estos cuatro capitales para conformar la estrategia de contribución de la empresa a la sociedad, aun cuando no se midan y se reporten cuantitativamente.

Como capital social y relacional se entiende el valor de las relaciones que la empresa desarrolla con sus partes interesadas de la sociedad (comunidad, cadena de valor, lealtad de clientes, gobiernos, fortalecimiento de la sociedad civil, cultura, etc.). Obviamente muy difícil de valorar pero no de entender y describir. Un buen ejemplo de creación de este capital lo constituye Natura, empresa brasileña ampliamente conocida por su responsabilidad ambiental que se dedica a la venta a domicilio de cosméticos. Natura crea capital social y relacional a través del empoderamiento, seguridad económica y status social de los millones de mujeres que son sus agentes de ventas. El informe de sostenibilidad de Natura dedica una sección a la creación de este valor. De no pensar en este capital, se podría dejar de destacar esta importante contribución.

El impacto sobre el capital humano (capacidades de los individuos) va mucho más allá de los sueldos (dignos) y beneficios que la empresa les paga a sus empleados y de las condiciones laborales. Presumiblemente un gran número de ellos adquieren, a través de su trabajo cotidiano, destrezas y experiencias que los han enriquecido, que los hacen más valiosos para la sociedad. Y aún más en el caso de las empresas que se preocupan del enriquecimiento del trabajo a través de rotaciones, cambio de actividad, mayores responsabilidades, participación en actividades conexas (grupos de trabajo), etc.

Un ejemplo de reporte del impacto sobre este capital es el de INFOSYS en India que evalúa y reporta el aumento del valor del capital humano como consecuencia de la mayor capacidad de generación de ingresos de sus empleados, resultado de su entrenamiento y la experiencia que adquieren en la empresa (la empresa concebida como “Instituto de Desarrollo Humano”). La empresa estima que, a través de sus programas de entrenamiento y capacitación ha creado valor en el capital humano por US$1.400 millones.

Capital intelectual, es el capital que la empresa desarrolla a través del avance de los conocimientos, en su investigación y desarrollo, en la innovación de productos y procesos y desarrollo de nuevas tecnologías que pueden mejorar la calidad de vida. Va más allá del capital humano creado en los individuos. Mucho de aquel capital creado es privado, para beneficio financiero de la empresa, pero también puede producir algunos bienes públicos a través de la transferencia de tecnologías, directa o indirectamente a través de su cadena de valor y de alianzas con gobiernos y la sociedad civil. Aunque en muchos casos el celo por aprovechar al máximo los beneficios hace que la transferencia sea mucho menos de lo que debería. A medida que se vaya adquiriendo experiencia en la producción de informes integrados, surgirán buenos ejemplo de cómo estimar y reportar esta contribución.

El capital natural incluye el impacto sobre el medio ambiente. En muchos casos negativo, a través del consumo de recursos naturales cuyo costo no está adecuadamente valorado (aire, agua, emisiones, servicios ambientales, etc.) y a veces positivos a través de la contribución a mejorarlos (emisiones evitadas, restauración del hábitat más allá de los impactos de la empresa, etc.). Un ejemplo sencillo sería la valoración de las emisiones directas e indirectas de gases de efecto invernadero (daño estimado vía el precio del carbono), o la contabilidad del costo del agua al valor para la sociedad, no solo al precio al que la adquiere, que en la gran mayoría de los casos no lo refleja.

Un interesante ejemplo reciente, más integral, sobre el impacto negativo lo constituye el informe especial de PUMA, empresa de artículos deportivos, que hizo una valoración parcial del impacto de sus actividades sobre el capital natural y publicó su Estado de Ganancias y Pérdidas Ambientales 2010 donde analiza el costo ambiental de sus actividades, incluyendo su cadena de valor. Valora el costo de emisiones, uso de la tierra y el agua, contaminación y desechos. Es un ejercicio muy laudable y el informe es altamente recomendado para entender la problemática que hemos descrito. El costo total de su impacto se estimó en 145 millones de Euros. Claro está que de inmediato surge la pregunta: ¿Quién lo pagó? El Planeta Tierra y las generaciones futuras. Por menos están conscientes y presumiblemente harán esfuerzos para reducirlo. Pocas empresas lo han imitado y hasta la misma Puma parece que lo no sigue reportando, no sea que se cobren.

¿Se puede?

De la lectura precedente el lector habrá concluido que es muy difícil medir el cambio en estos capitales. Y es verdad. Pero ello no obsta para que las empresas hagan lo esfuerzos para pensar a lo largo de estas líneas con objeto de responder a la pregunta fundamental, aunque sea de forma cualitativa. Cuando están sujetas a presiones regulatorias muchas empresas e industrias son capaces de “demostrar” el impacto negativo que ello tendría sobre sus actividades. ¿Por qué no hacerlo con su contribución a la sociedad?

Si podemos medir el valor de bienes tan intangibles como la marca y la reputación, como supuestamente lo hacen instituciones especializadas, deberíamos poder medir las contribuciones a los cuatro capitales. Hay que encontrar buenos economistas (¡y no lo digo en sentido peyorativo!), que estimen esos valores, claro está bajo una seria de supuestos que deben ser trasparentes.

Un buen ejemplo de esto es el caso de Cáritas, la organización de beneficencia de la Iglesia Católica en España, que cuando se desarrolló un movimiento para reducir las contribuciones del fisco español a sus actividades pudo demostrar que su contribución a la sociedad a través de sus obras de beneficencia, hospitales, escuelas, etc. excedía con mucho la contribución del fisco.

Otro buen ejemplo se presentó durante la discusión de la reforma inmigratoria en EEUU donde se puedo demostrar que la contribución de la legalización de los inmigrantes ilegales a través de impuestos y contribuciones, creación de empleos, cohesión social, reducción de gastos de monitoreo y control, la reforma hacía una contribución muy positiva al crecimiento económico del país.

Pero esta visión positivista no debe llevarnos a ignorar algunas contribuciones negativas a la sociedad, aunque es de esperar que pocas empresas deseen resaltarlas. Algunas empresas invierten significativos recursos en cabildeo contra las regulaciones al mismo tiempo que pretenden demostrar su sensibilidad por los problemas de la sociedad (las compañías de refrescos hacen una gran oposición a las regulaciones sobre su venta en los colegios al mismo tiempo que destacas sus esfuerzos contra la obesidad infantil).

Otras empresas lo hacen para obtener susidios y ayudas de los gobiernos, sin responder por la contribución la sociedad por el uso de los recursos de los contribuyentes. Con esto no queremos decir que algunas de estas ayudas no estén justificadas, por ejemplo para el desarrollo de nuevas tecnologías (por ejemplo energías renovables, avances en medicina), pero sí argumentamos que las empresas deberían demostrar el valor que crean para la sociedad a cambio, en el corto o en el largo plazo.

Algunas empresas también contribuyen a la gobernanza pública, por ejemplo a través del voluntariado en gestión de proyectos y gestión financiera con gobiernos locales, en alianzas para provenir la corrupción, en la mejora de los sistemas de justicia, en la mejora de la gobernanza internacional en temas como gestión de recursos hídricos, de emisiones de gases de efecto invernadero entre otros.

Idealmente se debería presentar la contribución neta a la sociedad. Algunas de estas contribuciones, positivas y negativas no caben claramente dentro de los seis capitales mencionados. A lo mejor deberíamos añadir un séptimo capital, el capital político, donde muchas veces la contribución puede ser negativa a través del cabildeo, corrupción y la “captura” del sector público.

Aunque para muchas empresas esto pueda parecer una utopía, especialmente para las PyMEs, representa un buen esquema para pensar, para diseñar estrategias de sostenibilidad, para contar lo que pareciera que no se puede contar. La posición del “no se puede” no suele llevar muy lejos. Para impulsar la reacción de los mercados y de los consumidores hace falta una visión más amplia del papel que juega la empresa en la sociedad.

Responder la pregunta fundamental puede ayudar a ello. Los reportes sobre sostenibilidad, sean formales o informales, deben empezar por responder a la pregunta fundamental: ¿Cuál es la contribución de la empresa a la sociedad?

Y no hace falta preparar informes integrados, ni siquiera informes de sostenibilidad para poder “integrar” este esquema en las estrategias, actividades e información sobre sostenibilidad.


Antonio Vives

Con un Ph.D. en Mercados Financieros de Carnegie Mellon University y con una trayectoria como profesor en 4 escuelas de negocios, Antonio Vives es actualmente catedrático y consultor en la Stanford University. Socio Principal de Cumpetere. Ex-Gerente de Desarrollo Sostenible del Banco Interamericano de Desarrollo. Creador de las Conferencias Interamericanas sobre RSE. Autor de numerosos articulos y libros sobre RSE y del blog Cumpetere en español.

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