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¿Puede una bolsa para cocinar empoderar a las mujeres?

En las zonas rurales de África, miles de mujeres preparan y cocinan con leña todos los días. Salen y recogen madera, la cortan para usarla, encienden la brasa y luego cocinan a fuego lento las comidas. La tarea puede tomar hasta ocho horas. Cocinar se convierte en algo que acapara todo el tiempo de las mujeres en situación de pobreza en toda la región.

La empresaria social Sarah Collins, de 47 años, ideó una solución sencilla y sostenible que libera a estas mujeres de la esclavitud de la cocina. «Me di cuenta de que lo que mantiene en la pobreza a estas mujeres rurales es el tiempo», señala Collins. «Al pasar tanto tiempo cocinando, no pueden salir y generar ingresos para ellas y sus familias», agrega.

En 2008 Collins lanzó la Wonderbag, que funciona como una olla de cocción lenta y utiliza la retención de calor para cocinar alimentos. Está hecha enteramente de polialgodón y espuma reciclada y no requiere gas ni electricidad. Dentro de la bolsa es posible cocinar arroz, verduras, carnes y pescados.

Para usarla, es necesario poner a hervir en una olla el agua con los ingredientes. Después, se retira la la olla tapada para introducirla en la bolsa de tela. Una vez cerrada, una tapa de tela acolchada captura el calor. Los alimentos tardan de una a 12 horas en cocinarse, dependiendo del platillo que se prepare.

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Collins distribuyó la Wonderbag en 500 casas rurales de Sudáfrica y vio el impacto en la comunidad en tan sólo tres meses. «Las mujeres recuperaron su tiempo», narra. «Su leña les dura toda una semana y pueden dejar la comida cocinándose en la bolsa mientras ellas salen para generar un ingreso».

Además, las jóvenes que faltaban a la escuela por ayudar a recoger leña han vuelto a clases. La bolsa también reduce los riesgos para la salud relacionados con los pulmones. «La cocina con leña causa contaminación en el interior», explica Collins. «Esta es una de las principales causas de muerte en el mundo en los niños menores de cinco años. Es como fumar dos paquetes de cigarrillos».

También alentó a que las mujeres compraran alimentos más nutritivos para sus familias, como los frijoles que pueden cocinarse lentamente dentro de la bolsa. «Tenía que empoderar a estas mujeres y proteger a sus familias. Creía verdaderamente que la bolsa podría ser un catalizador para salir de la pobreza extrema», dice.

Las bolsas tienen un precio de entre 25 y 30 dólares. Por cada unidad vendida, una porción de los ingresos se destina a donar una Wonderbag a una familia en un país en desarrollo.

Hasta la fecha, la empresa Collins, con sede en Sudáfrica, ha vendido o donado más de 1 millón de Wonderbags a lo largo de África, Medio Oriente y América del Norte. También las ha puesto en manos de familias que viven en campos de refugiados. El objetivo es lanzar pronto la Wonderbag en la India y, en última instancia, llevar el producto a 100 millones de hogares.

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Activista social

Collins ha sido una activista social desde adolescente. «Crecí en una granja rural en Sudáfrica viendo una sociedad muy segregada», cuenta. «La marcada diferencia era confusa para mí siendo niña».

Así que se rebeló contra ella. A los 15 años, fue encarcelada por participar en una protesta contra el apartheid. Años después, comenzó su itinerario empresarial organizando safaris en Botsuana y contrataba a hombres y mujeres que no habían trabajado antes. «Fue el primer impacto social real que hice».

También puso en marcha un programa basado en la naturaleza que ofrecía excursiones al aire libre a jóvenes con problemas. Su experiencia trabajando en las comunidades empobrecidas le enseñó una valiosa lección, que dio origen a la Wonderbag.

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«Puedes mejorar las condiciones económicas de una familia elevando la situación económica del cuidador principal», dice. «En las comunidades africanas, esa persona es la madre o la abuela».

Collins ahora trabaja en una toalla sanitaria femenina reutilizable, la Wonderpad. «Las niñas faltan a la escuela cinco días al mes porque no tienen ninguna protección durante sus ciclos menstruales», apunta. «La hemos repartido entre niñas escolares para que la prueben y es increíble ver la ola de libertad que sienten».

Fuente: Expansión

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