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¿Por qué en Dinamarca la comida que nadie quiere se vende como pan caliente?

En una fría noche de verano en el centro de Copenhague, una multitud se agolpa en la entrada de un restaurante llamado Dalle Valle.

Son las 22:30 horas. El buffet de la cena se está terminando y la cocina está a punto de cerrar.

Pero esas personas, la mayoría de entre 20 y 30 años, van a llevarse los restos de comida que los comensales no quieren.

Dalle Valle es uno de los cientos de restaurantes y cafés que figuran en una aplicación llamada Too Good To Go (un juego de palabras entre los conceptos de «demasiado bueno para llevar» y «demasiado bueno para botarlo»), que permite pedir comida para llevar que de otra manera se tiraría a la basura a precios irrisorios.

Es un ejemplo de las iniciativas sociales que se crearon en los últimos años para abordar el creciente problema del desperdicio de alimentos. Y Dinamarca va a la cabeza.

Un problema global

Una encuesta gubernamental de 2014 estimó que cada hogar de Dinamarca arroja a la basura un promedio de 105 kilos de comida al año.

Las tiendas también descartan alimentos con pequeños defectos estéticos.

Es habitual que las panaderías desechen los productos que no tienen la forma o el tamaño deseado.

En toda Europa, 100 millones de toneladas de comida terminan en vertederos cada año, y al descomponerse producen unas 227 toneladas de gases equivalentes a CO2 (lo cual se equipara con las emisiones totales de combustibles fósiles en España).

Pero el problema no afecta sólo a los países ricos.

La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) calcula que se desperdicia prácticamente la misma cantidad de comida en países en vías de desarrollo que en países industrializados: 630 y 670 millones de toneladas, respectivamente.

En total, un tercio de los alimentos producidos para consumo humano cada año -por valor de un billón de dólares- termina en la basura.

A la vanguardia

Sin embargo, Dinamarca ha reducido sus residuos alimentarios un 25% en los últimos cinco años, según un estudio del Consejo Danés de Agricultura y Alimentación.

Su éxito se debe en gran parte a los cambios en los hábitos de los consumidores.

El año pasado abrieron dos nuevas sucursales de una cadena de supermercados llamada WeFood en Copenhague que sólo vende productos pasados de fecha.

Dinamarca tiene más iniciativas que ningún otro país del mundo para hacer frente al problema.

Y la mayoría de su actividad se debe a Selina Juul, una diseñadora gráfica rusa reconvertida en activista de la alimentación, que comenzó un proyecto llamado Stop Spild Af Mad («Dejen de derrochar comida») hace ocho años.

Cuando Juul se mudó a Dinamarca en la década de 1990 para estudiar, le maravilló la abundancia de comida.

«Venía de Moscú, donde el comunismo acababa de colapsar y las estanterías de los supermercados estaban constantemente vacías», explica.

Pero cuando trabajó en la panadería de un supermercado se sorprendió al comprobar el pan que se tiraba a la basura cada día.

En 2008, Juul creó una página de Facebook urgiendo a los daneses a que dejaran de desperdiciar comida.

Se hizo tan popular que en menos de dos semanas se debatió el asunto en la televisión nacional.

Juul fue contratada por REMA 1000, la mayor cadena de supermercados con descuentos masivos del país, para ayudarlos a encontrar formas de frenar el desperdicio de alimentos en sus tiendas.

Cada año, se desechan en Dinamarca 29.000 toneladas de pan y pasteles, dice John Rosenlowe, director de marketing de REMA 1000.

Para gestionar el problema, la empresa redujo el tamaño de su marca de pan entre un 40 y un 50%, al que también le bajó el precio.

Se multiplica el efecto

Otras firmas siguieron el ejemplo.

Coop Danmark, un gran conlgomerado de supermercados, se unió en la lucha para tirar menos alimentos. Y Lidl dejó de ofrecer descuentos que animaban a la gente a comprar más de lo que necesitan.

Unilever promocionó bolsas para llevar en restaurantes de Dinamarca, alentando a que gente se llevara a casa las sobras. Y los restaurantes comenzaron a vender los restos sobrantes en aplicaciones como «Too Good To Go».

Las empresas que adoptaron medidas para reducir los desechos alimentarios comenzaron a ser certificadas por una organización llamada ReFood.

Las ONGs también se unieron. Ida Merethe Jorgensen, presidenta de la organización benéfica Danske Handicaporganisationer, trabaja con voluntarios para recolectar la comida que no se vende y distribuirla entre familias de pocos ingresos.

En la mayoría de los países, incluido Dinamarca, no existen leyes que prohíban la venta o distribución de comida pasada de fecha, pero mucha gente piensa que los alimentos dejan de ser comestibles cuando vencen.

Aunque eso está cambiando. «He aprendido que es más barato comprar alimentos próximos a su fecha de caducidad», dice Aslan Husnu, un investigador de la Universidad de Aarhus.

«Para evitar el desperdicio compro porciones pequeñas pero frecuentemente, en lugar de llenar el carro de comida».

Un ejemplo difícil de seguir

Hay países que están siguiendo el ejemplo.

Francia e Italia acaban de introducir nuevas leyes para que los empresarios y agricultores puedan donar comida más fácilmente.

Y hay aplicaciones móviles en varios países que explican a la gente dónde conseguir excedentes alimentarios.

Pero el caso de Dinamarca no es fácil de reproducir en todas partes.

«Es un país pequeño, relativamente homogéneo y socialdemócrata que está acostumbrado a tomar decisiones en pro del bien común, restringiendo la libertad individual», dice el sociólogo
Krishnendu Ray de la Universidad de Nueva York.

Ese tipo de políticas no funciona tan bien en Estados Unidos, explica.

Pero Holtzman, una estudiante de posgrado de esa misma universidad, cree que, en parte, es una cuestión de concientización.

Por eso está trabajando en un proyecto, «Toast Ale», para fabricar cerveza artesanal elaborada a base de pan sobrante.

En Dinamarca, Jull cree que la sensibilización ciudadana ha aumentado tanto que hasta hay un déficit de excedentes de producción. WeFood cada vez tiene menos comida en sus estantes porque cada
vez hay menos residuos. Y los restaurantes no tienen tantos restos de comida que regalar.

Así que la próxima vez que veas una multitud haciendo cola en un restaurante, piensa que tal vez no esté ahí por el menú, sino por la comida que va a parar a la basura.

Fuente: BBCMundo

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