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México se posiciona como uno de los países más desiguales del planeta

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La desigualdad en México no es una novedad, pero la contundencia con la que fue evidenciada en la Clasificación Mundial de Competitividad 2025, elaborada por el Instituto para el Desarrollo Gerencial (IMD), confirma que se trata de una problemática estructural aún sin resolver. En esta medición internacional que abarca 69 economías, México aparece consistentemente en los primeros lugares de desigualdad educativa, social y de oportunidades, así como en polarización política.

De acuerdo con un artículo de El Economista, estos hallazgos no solo exponen las profundas brechas que dividen al país, sino que lo colocan entre los países más desiguales del mundo, un llamado de atención que debería encender las alarmas de gobiernos, empresas y sociedad civil. Este diagnóstico internacional es también una oportunidad: entender las causas de la fragmentación, asumir un rol activo y rediseñar el camino hacia una integración social real.

Educación y salud: brechas que definen el destino

México ocupa el tercer lugar entre los países más desiguales en términos de acceso a educación y atención médica, con un 57.3% de ejecutivos que identifican a estos sectores como altamente desiguales. Aunque ambos servicios son fundamentales para la movilidad social y la integración comunitaria, su prestación desigual sigue generando frustración, rezago y marginación.

A diferencia de países como Islandia (1.8%) o Suecia (2.2%), donde la inclusión en estos sistemas es prácticamente universal, México muestra un panorama marcado por la disparidad entre zonas urbanas y rurales, entre sistemas públicos y privados, y entre clases sociales. La calidad del acceso, más que la cobertura per se, se convierte aquí en una variable crítica.

En términos de responsabilidad social, garantizar el acceso equitativo a estos servicios no es solo un deber ético del Estado: es un área clave de acción para empresas que quieran fortalecer su legitimidad, ampliar su impacto y construir valor compartido.

https://twitter.com/CarlosRamirezF/status/1934987643663605925

Desigualdad social: el rostro más visible de la fragmentación

En el rubro de desigualdad social, México ocupa el cuarto sitio a nivel mundial, empatado con Chile, con un 70.8%. Esta percepción entre líderes empresariales no solo refleja una realidad cuantificable —brechas de ingresos, calidad de vida o servicios públicos—, sino una creciente consciencia de que la desigualdad es un motor de polarización social.

Los países que lideran esta categoría —Filipinas (74.3%), Australia (73.9%) y Namibia (69.7%)— demuestran que esta problemática no distingue entre economías emergentes y desarrolladas. La desigualdad social es una constante global que mina la cohesión social, debilita las instituciones y perpetúa círculos de exclusión.

En México, la desigualdad se traduce también en falta de acceso a vivienda digna, precariedad laboral y una brecha creciente entre los beneficios del progreso económico y su distribución real. Las estrategias de inversión social del sector privado deben considerar este contexto para ser verdaderamente transformadoras.

https://twitter.com/Mapas_Latinos/status/1934996321536196615

Oportunidades económicas: cuando el mérito no basta

El acceso desigual a oportunidades económicas coloca a México en la novena posición dentro de los países más desiguales en este ámbito. Aunque el IMD no detalla cifras específicas para el país en esta categoría, su inclusión en el top 10 es una señal clara de que el crecimiento económico no se ha traducido en movilidad social.

Los casos más extremos, como Sudáfrica (74.6%) o China (68.1%), ilustran que la frustración surge cuando las condiciones estructurales bloquean el ascenso social, sin importar el esfuerzo individual. En México, los jóvenes enfrentan barreras de entrada al mercado laboral formal, mientras que las mujeres, comunidades indígenas y personas con discapacidad lidian con obstáculos persistentes.

Desde la perspectiva de la responsabilidad social empresarial, promover la igualdad de oportunidades implica ir más allá de los programas de talento: significa construir entornos laborales justos, accesibles y diversos, donde el mérito no esté condicionado por el origen socioeconómico.

Polarización política: síntoma de un país dividido

México también aparece en el décimo lugar entre los países con mayor polarización política, con un preocupante 84.4%. Este nivel de fragmentación, comparable al de Brasil o Venezuela, refleja una división profunda en la opinión pública, alimentada por desigualdades estructurales, desinformación y desconfianza institucional.

La polarización política, entendida como la inclinación hacia extremos ideológicos, tiene efectos reales: frena el consenso, debilita el debate democrático y dificulta la construcción de políticas públicas sostenidas. Para las empresas y organizaciones sociales, operar en contextos polarizados implica mayores riesgos reputacionales, menor estabilidad y una ciudadanía menos dispuesta al diálogo.

Frente a esto, el compromiso con valores como la inclusión, el respeto y la corresponsabilidad puede ofrecer un contrapeso necesario. La construcción de una narrativa colectiva y común requiere también del involucramiento del sector privado como generador de puentes.

países más desiguales

Un país de contrastes: desigual pero con menor división étnica

Curiosamente, aunque México se posiciona entre los países más desiguales en aspectos estructurales, presenta bajos niveles de fragmentación social desde el punto de vista étnico o cultural, con un 22.9%, lo que lo coloca entre los países con menores divisiones sociales según la percepción de los líderes encuestados.

Este dato sugiere que, al menos desde la perspectiva de las élites económicas, la diversidad cultural no es hoy una fuente principal de tensión. Sin embargo, esto no debe interpretarse como una señal de cohesión, sino más bien como una indicación de que las fracturas más críticas están en la distribución del ingreso, los servicios y las oportunidades. En otras palabras: México no se divide (aún) por su pluralidad cultural, sino por su estructura socioeconómica.

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Entre el diagnóstico y la acción

El lugar que hoy ocupa México entre los países más desiguales del mundo no debe ser motivo de resignación, sino de responsabilidad colectiva. El informe del IMD no solo mide percepciones, sino que refleja realidades sistemáticas que siguen sin resolverse a pesar de décadas de esfuerzos.

La tarea de reducir estas brechas no corresponde únicamente al Estado. Empresas, fundaciones, universidades, medios de comunicación y ciudadanía deben involucrarse activamente. Desde iniciativas comunitarias hasta transformaciones en la cultura corporativa, todos los sectores tienen algo que aportar.

La desigualdad no es un destino inevitable. Es un desafío complejo que, abordado desde la corresponsabilidad y el largo plazo, puede transformarse en una oportunidad para reconstruir un México más justo, competitivo y unido.

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