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La sustentabilidad del desarrollo: demanda para la formación profesional en turismo

Haciendo memoria

El turismo es el fenómeno social del siglo XX debido a su potencial para incidir positivamente en la vida de los pueblos y la conservación del medio ambiente, entre otros aspectos.

Estrategias de conservación lo consideran, como los proyectos ecoturísticos en donde se detiene la venta ilegal de especies para dar lugar a acciones en donde se brinda educación ambiental a los visitantes, pero también hay otra idea contrapuesta, cuando se le ve únicamente como negocio, destacando su potencial económico y comercial.

El turismo de masas en México nació comercialmente (sin planeación) porque turistas, en su mayoría estadounidenses, en la década de los 40 en búsqueda del solaz palaciego, llegaron a las playas de Acapulco y Veracruz.

Pensando que era suficiente, las acciones gubernamentales se orientaron hacia la creación de infraestructura para servicios (en un enfoque de demanda–oferta) en áreas naturales prístinas que por ser las más solicitadas por los turistas incubaban un pingüe negocio.

Este enfoque aún sigue prevaleciendo en las políticas gubernamentales. En el sexenio pasado la CDI (Comisión para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas) desarrolló la política de turismo en zonas indígenas enfatizando los apoyos para infraestructura para visitantes sin ningún tipo de planificación integral que respondiera a la problemática social, económica, cultural y ambiental de las regiones.

Se creó una oferta de alojamiento, cabañitis en comunidades con una escasa participación, adecuando infraestructura que terminó siendo, en algunos casos, “elefantes blancos”.

Actualmente este criterio es replicado por la Conafor (Comisión Nacional Forestal) en su cuestionado programa Proárbol pues se hace énfasis en los apoyos para la creación de infraestructura que tiene identificada en un listado.

El enfoque económico del turismo es importante, pero no es el único, tal y como lo demuestran diversos estudios e investigaciones publicados por académicos de prestigiadas universidades e institutos. Hace falta conocer, por ejemplo, los impactos sociales o ambientales que provoca en diversas regiones que condiciona el tipo de turismo que habrá de funcionar. Sus efectos nos han hecho reflexionar sobre la necesidad del conocimiento integral de este fenómeno, pues entenderlo para maximizar sus beneficios y minimizar sus costos, sigue siendo el reto de muchos países, como el nuestro, al ser uno de los más visitados del mundo.

Incorporar el costo–beneficio social y medioambiental en un sano equilibrio con lo económico es la estrategia de desarrollo sustentable en el turismo, reconocida internacionalmente en la Declaración de Lanzarote sobre Turismo Sostenible celebrada en España, en 1995, en la cual se reconoce su potencial para coadyuvar en la calidad de vida de los pueblos –especialmente los del tercer mundo– y apoyar la restauración, conservación y protección de los ecosistemas que sustentan nuestra vida.

Con este principio de la sustentabilidad se sientan las bases para avanzar en un nuevo status quo que permita a las comunidades anfitrionas decidir sobre sus propios derroteros, basadas en sus derechos fundamentales y garantías consagrados en diversos ordenamientos jurídicos, tales como nuestra Carta Magna.

Por el contrario, un turismo no sustentable, como el enfoque del negocio del turismo, implica la expoliación de los recursos de sus propietarios originarios, que en su mayoría son pueblos indígenas que ancestralmente han ocupado estos territorios.

Esta idea nos obliga a plantearnos, ¿cómo podríamos lograr esa sustentabilidad del turismo? Aunque es muy amplia la respuesta, sólo diríamos que primero sensibilizando a los actores de esta propuesta que ha sido ya ampliamente abordada en diversos foros, tanto internacionales como en México.

Transitando hacia la sustentabilidad del turismo con la participación y educación

El Plan de Turismo con Identidad que presentara la Cordesi (Coordinadora Regional de Desarrollo con Identidad) de la Sierra Norte de Puebla, (ver Jornada de Oriente el 18 de febrero de 2010), sin duda marca un hito en la historia de la participación de las comunidades anfitrionas en el desarrollo turístico sustentable en nuestro país y en Puebla, que como decíamos, históricamente han sido y siguen siendo relegadas de los beneficios de esta actividad y por el contrario, ven soslayados sus derechos y territorios al ser objeto de expoliación de sus recursos o convertidos en mano de obra barata para los empleos temporales que son ofrecidos por el sector público como la promesa de la generación de empleos.

En este plan se pone de manifiesto la importancia de considerar un desarrollo turístico sustentable. Para lo cual se hace énfasis en un turismo con identidad que asegure no sólo beneficios económicos directos para los pueblos indígenas de la Sierra Norte de Puebla sino que a la par contribuya a enaltecer y salvaguardar su cultura y medio ambiente.

Esta voz de los hermanos indígenas también incuba un gran reto para la capacitación constante y para el sector académico y de investigación del turismo, pues esta necesidad no puede verse separada de la formación de profesionales que coadyuven a su realización: personas sensibles ante los graves problemas de pobreza y exclusión que están presentes en nuestro país y que el modelo de desarrollo neoliberal traduce en el incremento del número de pobres con sus consecuencias, como la carencia de las más mínimas condiciones de bienestar en alimentación, salud, vivienda; que con una visión integral identifiquen y propongan soluciones a la problemática ambiental en la que nos encontramos inmersos, producto de acciones humanas, cuyos efectos padecemos cada vez más en indudables ejemplos como el cambio climático; que atiendan y resuelvan las demandas básicas de la sociedad que pueden ser subsanadas a través de un turismo sustentable que promueva la equidad, sea ambientalmente adecuado y socioeconómicamente justo.

Pero abordar este enfoque no es fácil, se requiere primero de un reconocimiento ético de la actividad, que va aparejado con la comprensión de estas necesidades y luego de instrumentar acciones.

Para entenderlo es preciso tener una visión integral de que el turismo no solamente es la visita de turistas a zonas paradisiacas, sino que este fenómeno social trasciende la esfera de lo social, cultural, político, económico, ecológico, es decir, un enfoque del conocimiento que denominamos multidisciplinariedad.

Aun cuando en la práctica vemos que el turismo se va convirtiendo en una exigencia de participación de las comunidades anfitrionas no crece a la par los profesionistas de esta área del conocimiento que atiendan estas necesidades. Prueba de ello son los planes de estudio de las universidades e institutos que tienden a privilegiar el área de servicios turísticos convirtiendo a los universitarios en meros técnicos especializados en atención al cliente.

Existen innumerables ejemplos para incorporar estos temas a la práctica, pero no todas las universidades están dispuestas a formar profesionistas en turismo con un enfoque integral y humano como lo aborda la estrategia de desarrollo sustentable. Más bien prevalece el criterio de formar profesionistas con una visión reduccionista.

Pero este enfoque, de ubicar al turismo dentro del sector de negocios y no del área de las ciencias sociales tiene su origen en la manera de cómo se aborda el fenómeno desde una perspectiva neoliberal, que por supuesto, se encuentra ligado al modelo de desarrollo prevaleciente, que somete a las leyes del mercado la lógica de su funcionamiento.

Algunas IES incorporan asignaturas aisladas y sin vinculación con proyectos de investigación, cuando debería ser una línea transversal en la formación de nuevos profesionistas del turismo, o con inclusión de otras áreas del conocimiento, como es el caso de la Universidad Autónoma de Puebla donde existe una materia de Turismo y Desarrollo Sustentable en la licenciatura en administración turística, o la Universidad Autónoma de Yucatán en donde el enfoque intercultural y del medio ambiente ha sido la base de la propuesta de la licenciatura en turismo que se impartirá dentro de la Facultad de Antropología y no en la de Administración, como sucede en nuestra entidad.

Como ejemplo, en Yucatán los alumnos deberán tener conocimiento del idioma maya, de la economía ecológica, cuestiones de antropología social, además de los consabidos idiomas extranjeros entre otras asignaturas.

Con el potencial académico e institucional de estas IES y otras más, pueden subsanarse estas lagunas del conocimiento a través de los servicios de extensión y vinculación, reconociendo esta realidad del turismo como un compromiso social. En las IES se pudieran brindar soluciones a la problemática del desarrollo de la región en la que se encuentran, formando cuadros que se incorporen año con año a las necesidades regionales o locales y evitando que se sumen a los flujos migratorios de varios estados del país que buscan empleo en las zonas turísticas costeras mexicanas, aumentando el crecimiento de la población flotante en las ciudades con las consecuencias que esto conlleva.

Atender las demandas mencionadas propiciaría la creación de empleos y mejora en la calidad de vida de las personas, evitando muchas de las consecuencias negativas que aún vemos.

1 COMENTARIO

  1. Caramba,sobre este tan mencionado asunto,pienso que » planes»,ya existen muchísimos,formas de hacerlo igual. Es URGENTE poner atención a este gran tema » EL TURISMO «,con ello se lograrían grandes ingresos que nivelarían la terrible baja del petróleo. Esta industria sin chimeneas es muy importante para México. Saludos y gracias

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