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El increíble caso de la feminista que se convirtió al islam

Feminista al islam
Mujeres afganas vía Shutterstock

Soy musulmana, pero no siempre lo fui. Me convertí al Islam en noviembre del 2001, dos meses después del 11 de septiembre.

Tenía 21 años y vivía en Baton Rouge, Luisiana. Era un mal momento para ser musulmana. Pero después de cuatro años de estudiar y considerar las religiones del mundo y sus adeptos, me decidí a dar el paso.

Preguntas y respuestas  

Soy el fruto de un católico criollo y una atea irlandesa. Me crie como católica, después fui agnóstica, ahora soy musulmana.

Mi viaje hacia el Islam empezó cuando tenía alrededor de 15 años de edad, iba a misa y tenía preguntas sobre mi fe. Las respuestas que obtenía de profesores y clérigos (no te preocupes mucho al respecto) no me satisfacían.

Así que hice lo que cualquier estadounidense vivaz haría: lo contrario. Me preocupé por eso. Lo hice durante muchos años. Cuestioné la naturaleza de la religión, el hombre y el universo.

Después de cuestionar todo lo que me enseñaron era verdad y al estudiar la retórica, historia y el dogma, supe de este curioso asunto llamado Islam. Aprendí que el Islam no es ni una cultura ni una secta, y que tampoco podía estar representado por una parte del mundo. Llegué a darme cuenta de que el Islam es una religión mundial, que enseña la tolerancia, la justicia y el honor, y promueve la paciencia, la modestia y el equilibrio.

Mientras estudiaba la fe, me sorprendió que muchos de los principios resonaban conmigo. Me agradó saber que el Islam les enseña a sus adeptos a honrar a todos los profetas, desde Jesús hasta Mohammed, y todos ellos le enseñaron a la humanidad a adorar a un solo Dios y a comportarnos según un propósito más alto.

Me inquietó el atractivo del Islam al intelecto, y me alentó la frase del profeta Mohammed: «La adquisición de conocimiento es obligatoria para cada musulmán, sea hombre o mujer».

Me asombró que la ciencia y la racionalidad hubieran sido adoptadas por pensadores musulmanes como Al Khawarizimi, quien inventó el álgebra; Ibn Firnas, quien desarrolló la mecánica de los vuelos antes que Leonardo DaVinci y Abu al-Qasim al-Zahrawi, quien es el padre de la cirugía moderna.

Ésta era una religión que me invitaba a buscar respuestas y a usar mi intelecto para hacerle preguntas al mundo que me rodea.

Cómo di el paso

Era el año 2001, y había estado posponiendo mi conversión durante algún tiempo. Temía por lo que la gente pudiera pensar, pero era completamente miserable. Cuando ocurrieron los sucesos del 11 de septiembre, las acciones de los secuestradores me horrorizaron. Pero en las secuelas de los ataques, pasé la mayor parte de mi tiempo defendiendo a los musulmanes y a su religión frente a las personas que estaban demasiado ansiosas por calificar a un grupo de 1.600 millones de personas de la misma forma debido a las acciones de unos cuantos.

Ya estaba cansada de ser un rehén de las opiniones de otros. Al defender el Islam, superé mi temor y decidí unirme a mis hermanos y hermanas en la fe en la que creía.

Mi familia no lo entendió, pero no fue sorpresa para ellos debido a que había estado estudiando la religión. A la mayoría les preocupaba mi seguridad. Por suerte, a la mayor parte de mis amigos les pareció bien, e incluso querían saber más al respecto.

El velo

Hoy en día, llevo puesto el hijab con orgullo. Puedes llamarlo un velo. Mi velo no me ata las manos detrás de mi espalda, y no es un instrumento de opresión. No impide que entren pensamientos a mi cabeza y salgan de mi boca. Pero no siempre lo supe.

Estudiar el Islam no hizo que desaparecieran inmediatamente todas mis falsas ideas culturales. Me había criado con la idea de que a las mujeres en Oriente, los hombres las trataban como bienes inmuebles, y las obligaban a cubrir sus cuerpos por vergüenza o por un sentido de propiedad.

Pero cuando le pregunté a una mujer musulmana «¿Por qué usas eso?», su respuesta fue obvia y atractiva: «Para agradar a Dios. Para que me reconozcan como una mujer que debe ser respetada y no acosada. Para que me pueda proteger de la mirada de los hombres».

Ella me explicó cómo vestirse de forma modesta es un símbolo para el mundo de que el cuerpo de una mujer no debe destinarse al consumo o las críticas en masa.

Todavía no estaba convencida y contesté: «Si, pero ¿las mujeres son como ciudadanos de segunda clase en tu fe?»

La paciente mujer musulmana explicó que, durante una época en la que el mundo occidental trataba a la mujer como una propiedad, el Islam enseñó que hombres y mujeres son iguales ante los ojos de Dios. El Islam hizo que el consentimiento de la mujer para el matrimonio fuera obligatorio, y le dio a las mujeres la oportunidad de heredar, tener propiedades, gestionar empresas y participar en el gobierno.

Ella mencionó uno por uno, los derechos que las mujeres en el Islam tenían casi 1.250 años antes de que la liberación femenina fuera siquiera considerada en Occidente. Sorprendentemente, el Islam resultó ser la religión que se ajustaba a mis ideales feministas.

Casarse

Podría horrorizarte saber que tuve un matrimonio arreglado. Eso no significa que me obligaron a casarme con el primer pretendiente que mi padre eligió, como Jazmín en «Aladino». Papá ni siquiera dio su opinión.

Cuando me convertí, no era una buena época para ser musulmana. Sentirme aislada, separada y rechazada de mi propia sociedad me impulsó a querer formar mi propia familia. Incluso antes de convertirme, siempre había querido una relación seria, pero encontré a pocos hombres que buscaran lo mismo.

Como una nueva musulmana, sabía que había una mejor manera de buscar el amor y una relación para toda la vida. Decidí que si deseaba una relación seria, había llegado el momento de tomarme en serio la búsqueda. Quería un matrimonio arreglado.

Hice una lista de aspectos decisivos al estilo de «30 Rock». Busqué. Entrevisté. Interrogué a los amigos y familiares de los prospectos.

Decidí que quería casarme con otro converso, alguien que hubiera estado donde yo estaba y quisiera ir a donde yo quisiera ir. Gracias a los padres de unos amigos, encontré a mi esposo actual, un converso al Islam, en Mobile, Alabama, a dos horas de mi casa de Nueva Orleans. Doce años después, vivimos felices por siempre.

No todos los musulmanes encuentran a un compañero de esta manera, y yo no siempre vi esto para mi vida. Pero me alegra que el Islam me haya ofrecido esta opción.

Viviendo en un mundo después del 11 de septiembre

Nunca tuve que renunciar a mi personalidad, identidad estadounidense o cultura por ser musulmana. A veces, he tenido que renunciar a ser tratada con dignidad.
Me han escupido, me han lanzado huevos y me han insultado personas que pasan en autos a mi lado. Y he sentido terror cuando dispararon y luego incendiaron la mezquita a la que asistía en Savannah, Georgia.
En agosto de 2012, me mudé de vuelta a Nueva Orleans, donde ser diferente es la norma. Finalmente me sentí segura… por un tiempo. Pero ahora, con la continua cobertura de noticias sobre el grupo conocido como ISIS, el cual es contrario a los principios del Islam, he sido objeto de gran parte del mismo trato que recibí en otras ciudades. Y ahora me siento menos segura que nunca.
Me enfurece saber que hay algunos que se hacen llamar musulmanes y deforman y malversan el Islam para sus ganancias políticas.

Me pesa saber que millones de mis compatriotas vean solo estas imágenes como representativas de mi religión. Es insoportable saber que me odian apasionadamente por mis creencias, cuando los que me odian ni siquiera saben cuáles son.

En mi viaje hacia el Islam, aprendí que los musulmanes vienen en todas las formas, actitudes, etnias, culturas y nacionalidades. Vine a conocer que el Islam enseña la discrepancia y que eso no debería conducir a la falta de respeto, ya que la mayoría de musulmanes quieren paz.

Sobre todo, tengo fe en que mis compatriotas estadounidenses puedan sobreponerse al odio y el temor y aprendan lo mismo que yo.

Fuente: CNN

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