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¿Cómo cambiar hábitos con ayuda de la tecnología?

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El lema de este año del Día Mundial del Medio Ambiente fue “Alza tu voz, no el nivel del mar”, en años anteriores nos hemos encontrado con: “Economía verde: ¿te incluye a ti?” o “Piensa-aliméntate-ahorra”, entre otros. Lo cierto es que la ciudadanía está demasiado acostumbrada a olvidar eslóganes y lemas que no le atañen directamente.

Es éste, y no otro, el gran problema que nos encontramos cuando se quieren cambiar ciertos comportamientos arraigados o implantar nuevas costumbres en las personas; la incapacidad de poder ver más allá de lo que nos afecta en nuestra cercanía espacio-temporal. ¿Cómo hacer ver que un excesivo uso del agua ahora puede provocar que (multiplicado por varios miles de millones) dentro de cincuenta años, muchos se vean afectados?.

Entonces, ¿cómo se puede ayudar a invertir esta tendencia? ¿Cómo combatir esa fuerza, aparentemente, insalvable? lo mejor, sin duda, es conocer el carácter y las motivaciones propias del ser humano. Y no son otras que poder satisfacer sus necesidades inmediatas. Y esta reflexión es válida no solo para el individuo, sino también para entidades, organizaciones y empresas.

Pero ¿qué es lo que se necesita realmente para cambiar ciertos hábitos?, ¿cómo conseguirlo? para responder a estas preguntas, aún me voy a hacer una anterior, que creo que puede ayudarnos a avanzar en este camino, y no es otra que ¿qué es aquello con lo que convive -casi de forma natural- el ciudadano de estas últimas décadas?, ¿con qué nos comunicamos cuando queremos compartir un deseo u ocurrencia instantánea?, con estas preguntas podremos descubrir que aquello sobre lo que, con mayor o menor fortuna, hacemos girar gran parte de nuestras “conexiones” y pasiones, no es otra cosa que la tecnología y las comunicaciones basadas en diferentes tipos de dispositivos.

Pues si el ser humano ha tenido que encontrar varios tipos de dispositivos para darles el glorioso honor de considerarlos smart (inteligentes), entonces quizá deba ser éste el punto de partida o, más bien, de entrada de toda una serie de nuevos hábitos que nos permitan mejorar nuestra relación con la “madre tierra”.

Quizá la tecnología tenga parte de la solución. Quizá apoyarse en la propia comunidad de desarrolladores de aplicaciones o hacer uso de las capacidades de almacenamiento y procesamiento que puede proporcionar la famosa “nube”, entre otras cosas, nos permita disponer, en la palma de la mano, de soluciones e información tan simple y de tanta contundencia que nos harán ver que un pequeño cambio aquí y ahora puede tener repercusiones -también- “aquí y ahora”.
uso de tecnología
Por ejempo, si al disponer de una herramienta que me indica que el consumo eléctrico de mi casa en el día de hoy ha sido superior al de ayer (y eso me cuesta dinero y veo cuánto es), seguro que trataré de copiar el consumo de ayer y no seguir una inconsciente y poco solidaria línea de consumo ascendente que, con baja probabilidad, cambiará cuando me llegue una factura dentro de dos meses.

Si nos apoyamos en desarrollos de realidad aumentada, seguro que no será necesario utilizar tantos metros cuadrados de cartelería en las ciudades.

La tecnología y, en concreto, las telecomunicaciones, se convierten en un vehículo de adopción de comportamientos y cambio de rutinas. La clave es saber reconocer aquellas costumbres que puedan cambiar la tendencia que nos aleja de un buen trato a nuestro planeta.

En este sentido, Telefónica, que es una compañía comprometida con el medio ambiente como refleja el propio diseño de su sede central , que el pasado 5 de junio celebró en el auditorio del Innovation Center de distrito T, un evento para concienciar a sus empleados sobre cómo mejorar sus hábitos de cara a la sostenibilidad. Estos espacios demostrativos también muestran a los clientes los beneficios derivados para nuestro entorno de las tecnologías aplicadas en una smart city o del Internet de las cosas, por ejemplo.

Por eso, lejos de encontrarnos en un punto de difícil retorno, podemos circular por una vía que nos acerca a un cambio; y no al “cambio climático”, sino al “cambio personal”.

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