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China y Europa se alían en la lucha climática frente a Trump

Desde que Donald Trump ganó las elecciones —el mismo que calificó de «cuento chino» el cambio climático— era evidente que EE UU ya no lideraría la lucha contra el calentamiento. Esta previsión se confirmó el martes, cuando anuló la planificación medioambiental de Barack Obama, que junto a China encabezó las negociaciones para cerrar en 2015 el Acuerdo de París. A pesar de Trump, China y Europa están dispuestas a seguir adelante y liderar esta batalla. Y, a pesar de Trump, no todo está perdido dentro de EE UU en la lucha climática.

Los programas de la anterior Administración anulados por Trump perseguían que EE UU pudiera cumplir con los objetivos a los que se comprometió cuando firmó el Acuerdo de París: reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero entre un 26% y un 28% para 2025 respecto a las de 2005. El comisario europeo de Acción por el Clima, Miguel Arias Cañete, ha reconocido este jueves que, con la orden ejecutiva de Trump, EE UU se queda sin las «principales herramientas» para cumplir esas metas. «Deja claro que no alcanzarán sus objetivos», ha añadido desde Pekín, donde se reunió con las autoridades chinas.

La Casa Blanca ha anunciado este jueves que en mayo decidirá si sale o no del pacto de París. «Ya no podemos esperar el mismo liderazgo de la Administración estadounidense», sostiene Arias Cañete. Pero Europa y China seguirán «mirando hacia adelante». El comisario ha reconocido el «momento crítico» que se vive, por lo que la UE y China deben asumir el «liderazgo». Pekín ha expresado categóricamente su apoyo al Acuerdo de París. «China no cambiará su determinación, sus objetivos y política en materia de cambio climático», dijo el martes el portavoz del Ministerio de Exteriores, Lu Kang.

Por el momento, Bruselas y Pekín han reactivado su diálogo sobre energía —paralizado desde 2013— para aumentar su cooperación en redes de transporte energético, innovación tecnológica, renovables e incremento de la eficiencia. Y, según Arias Cañete, el cambio climático desempeñará un papel fundamental en la cumbre anual entre la UE y China que se celebrará en junio en Bruselas.

China y la UE también se fijaron objetivos de recortes en el Acuerdo de París, como los cerca de 200 países firmantes. Las reducciones previstas dentro de este pacto internacional, que se aplicarán a partir de 2020, son voluntarias, es decir, cada Estado se fija sus metas. La contribución de China —el país que más gases de efecto invernadero emite— es bastante débil al compararla, por ejemplo, con la europea. El argumento de Pekín es que ellos no figuran entre el grupo de países occidentales que desencadenaron el problema del cambio climático tras décadas de expulsar CO2. El compromiso chino es alcanzar en 2030 el pico de emisiones y a partir de ahí reducirlas. Los analistas creen que ese pico llegará antes, gracias al abandono del carbón y al avance de las renovables. Para 2025, según un informe de la London School of Economics.

Compromiso europeo

La meta de Europa —que desde que EE UU abandonó en 2001 el Protocolo de Kioto ha encabezado los esfuerzos climáticos internacionales— es de las más altas: una reducción del 40% en 2030 respecto a los niveles de 1990. Aunque en el seno de la UE hay tensiones ahora que se está negociando el reparto entre los países de los esfuerzos y los instrumentos para lograr el objetivo global. Suecia, Alemania y Francia, según un reciente informe de Carbon Market Watch, presionan para que haya un desarrollo ambicioso de las políticas climáticas. Mientras que otro bloque, cuya cabeza visible es Polonia, rema en dirección contraria.

China, EE UU y Europa acumulan la mitad de las emisiones de gases de efecto invernadero del planeta. Y sin los esfuerzos de Estados Unidos —alrededor del 15% de las emisiones globales— sería bastante complicado cumplir con el objetivo de París: reducir los gases de efecto invernadero para que el aumento de la temperatura a final de siglo no supere los 2 grados respecto a los niveles preindustriales.

La pregunta que se hacen muchos analistas ahora es si la orden firmada por Trump entierra la lucha climática en su país. «Hay una tendencia [de reducción de emisiones] que no depende de Washington», indica David Robinson, consultor y miembro del Oxford Institute for Energy Studies. «La bajada de las emisiones desde 2008 no se ha dado por la política regulatoria», añade. Lo explicaba, hace una semana, la Agencia Internacional de la Energía: en 2016 las emisiones del sector energético e industrial de EE UU cayeron un 3%; y la causa es el aumento del empleo del gas —menos contaminante que el carbón que Trump quiere relanzar y más barato gracias al fracking— y de las renovables.

La Agencia Internacional de la Energía Renovable (Irena) ha aportado este jueves un dato más: en 2016 la capacidad de generación eléctrica con renovables creció en EE UU un 10,4% respecto a 2015. Entre 2007 y 2016, la instalación de renovables en ese país se ha multiplicado por dos empujada por la reducción de costes de las tecnologías solar y eólica. «No vamos a ver ahora un auge de las inversiones en carbón», vaticina Robinson, que apunta a las resistencias que también afrontará Trump desde el ámbito financiero, los Estados y la sociedad.

«China tiene interés, por razones también de imagen, en dar un empujón al liderazgo climático», valora Robinson respecto a la alianza de Bruselas y Pekín. Por cierto, China recordó, en la última cumbre del clima celebrada en Marrakech, que ellos no se habían inventado el cambio climático, como sostenía Trump.

Fuente: ElPaís

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