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Cambios de paradigma en los programas sociales

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Por: Iliana Molina

Recientemente, vi la participación de Aquino Eloah en Ted Talks, “ONG Aspirinas”. De una manera clara y contundente, explica cómo el modelo actual de las organizaciones sociales, más que resolver problemas sociales, atienden los síntomas e incluso perpetúan los mismos problemas que buscan resolver.

Al igual que Aquino, coincido en que la filantropía es completamente indispensable para atender emergencias, saca a flote nuestro lado más humano y solidario y es necesaria para zanjar el problema. Y aun así, creo que debe ser hecha de una manera ordenada y pensada (recuerdo bien el caso del sismo de Japón, donde se hizo un llamado a la comunidad internacional a frenar el envío de apoyo en especie hasta que ellos mismos emitieran la lista de lo que realmente necesitaban).

Evidentemente, esto no significa que las organizaciones sociales sean malas. Significa que es hora de hacer un alto, analizar lo que hemos avanzado, medir los resultados y determinar si la estrategia que hemos implementado ha tenido un impacto positivo en la resolución de los problemas que buscamos atacar desde hace ya mucho tiempo. Debemos cambiar el paradigma, redefinir roles y asumir nuestra responsabilidad para que éstos disminuyan hasta erradicarlos.

Las organizaciones sociales son generalmente un actor valiosísimo para garantizar el cumplimiento de acuerdos que aporten beneficios sociales. Sin embargo, creo que, en su mayoría, enfrentan problemas estructurales que no les permiten visualizarse como una empresa que pudiera ser eventualmente sostenible, y terminan encerradas en un círculo vicioso que las obliga a depender de actores externos para poder cumplir su misión. La operación, el trabajo cotidiano y la realidad que enfrentan las hacen perder la vista de lo importante que es que ellas mismas encuentren sus propios mecanismos de sostenibilidad para poder seguir al servicio de los demás. Y aparecen entonces vicios más terribles, como buscar desesperadamente donativos e ir cambiando regularmente su propia estrategia (si es que la hay) para cumplir con los requerimientos del donante, en vez de definir un modelo de negocios sólido y atractivo que les permitiera obtener beneficios económicos no para enriquecerse sino para fortalecerse y crecer. Y, en el peor de los casos, se enfrentan a seguir replicando esquemas que perpetúan el status quo, que las amarra de manera casi permanente a una comunidad, sin que esto signifique necesariamente que la comunidad esté mejor que antes.

A pesar de los esfuerzos que se han hecho para reglamentar lo que entendemos por empresas y economía sociales, queda mucho por hacer para que éstas sean una realidad con diferentes matices, entre los que las organizaciones civiles encuentren un lugar que les permita transitar a este esquema de empresa social, donde puedan ser más profesionales, enfocadas en resultados y capaces de alcanzar su propia sostenibilidad. Como en todo, hay honrosas excepciones que nos demuestran que con creatividad y convicción es posible hacer las cosas de una manera distinta, creando modelos de negocios que permitan encontrar ese equilibrio entre lo social y lo económico y no morir en el intento. Afortunadamente también, existen ya algunas empresas sociales que se dedican a acompañar a las organizaciones sociales en esta transición, defendiendo que éstas no pierdan su esencia sino que cada vez cuenten con mayores elementos para cumplir con el propósito que las originó.

Lo que buscamos entonces es generar bien común de manera durable, subsidiaria, participativa, demostrando que podemos encontrar el equilibrio entre lo económico y lo social, poniendo al servicio de los demás el mejor recurso humano, las herramientas óptimas, la innovación y tecnología necesarias para abordar los problemas de siempre de una manera diferente. Al fin de cuentas, la definición de la locura es hacer siempre lo mismo y esperar tener resultados diferentes.


Foto Iliana 2Iliana Molina

Iliana Molina es Socióloga por la Sorbona de París y tiene un Máster en Economía Social por la Universidad de Mondragón, en España. Cuenta con más de diez años de experiencia en desarrollo social e inclusión económica en los sectores público, social y académico. Actualmente, colabora con la FAO como Especialista en Comercialización con Pequeños Productores en condiciones de Pobreza.

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