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Cambio climático, desiertos, suelos y…

Por: Pedro Silva Gámez
FORMA Y FONDO CXXIII

La materia orgánica del suelo es la clave en la relación entre el suelo y el cambio climático. Es la generadora de fertilidad en el suelo, es el fundamento de la vida, sobre todo la vegetal, ya que a través de ella se incorporan los nutrientes al suelo, permitiendo su aprovechamiento.

Es el hogar para los organismos terrestres, desde las bacterias a los gusanos y los insectos; transforma los residuos vegetales y provee los nutrientes que absorben plantas y cultivos. Mantiene la estructura del suelo, mejora la retención e infiltración del agua, disminuye la evaporación y evita su compactación. Acelera la descomposición de los contaminantes que pueden fijarse en sus partículas y reduce el riesgo de contaminación de aguas.

Al ser el suelo parte del problema del cambio climático, también puede ser parte de la solución. Ante el aumento de nuevas tierras para intensificar la agricultura, generalmente carentes de un plan sustentable, el verdadero reto es asegurar que la gestión de materia orgánica del suelo y su potencial prevengan la desertificación, la degradación y contribuya a disminuir el cambio climático. Es un recurso natural considerado no renovable, por el costo y dificultad para recuperarlo después de su erosión o deterioro.

Desde fines de los años 70 hasta el 2000, se perdieron en México más de ochenta y cuatro mil hectáreas de cobertura vegetal según estimaciones de la FAO y conservadoramente calcula que de 2001 a la fecha cada año se deforestan 314 mil hectáreas. Hay cálculos de ONG’s que promedian una pérdida anual superior al medio millón de hectáreas. Estas pérdidas nos colocan en el cuarto lugar en la escala mundial.

La cobertura forestal de México en la actualidad en de 56 millones de hectáreas; ya perdimos la mitad de cubierta verde y la que queda no se encuentra en estado primario. Lo que subsiste en muchos de los bosques y selvas son remanentes, parches fragmentados.

Este deterioro de ecosistemas está relacionado con el desarrollo industrial. Es el resultado de que las últimas administraciones en México hayan apostado por políticas sustentadas en modelos de desarrollo económico sin considerar al medio ambiente como el capital principal. En el ámbito de las políticas públicas se ha procedido como si el capital natural del país no existiera, conduciendo la vida nacional en base a intereses personales y de grupo.

Ignorando el daño a los ecosistemas, en los años 70 se creó la Comisión Nacional de Desmonte que se dedicó durante sus diez años de vida, a desaparecer bosques y selvas para dar paso a urbanizaciones mal planeadas, al pastoreo descontrolado de ovicaprinos y bovinos y cultivos que nada redujeron la pobreza de los beneficiarios.

Esta indiscriminada invasión a los ecosistemas exacerbó el efecto de los fenómenos naturales causando desastres con costos sociales y económicos muy elevados.

La deforestación y la agricultura aportan hasta un tercio de la generación de los gases de efecto invernadero (GEI), arrasando con los servicios ambientales como es la captura del dióxido de carbono (CO2 que ocurre por igual en los sistemas verdes y marinos. Esta reducción de áreas boscosas ha provocado la disminución de captación de agua en los sistemas naturales.

En nuestro País la desertificación alcanza alrededor de 120 millones de hectáreas, en sus diferentes formas: infertilidad, erosión hídrica, eólica y salinización. El desierto ocupa cerca del cuarenta por ciento del territorio; cubre la mayor parte de la península de Baja California, grandes extensiones en Sonora, Coahuila, Nuevo León, Tamaulipas, Zacatecas, San Luis Potosí, Guanajuato, Aguascalientes, Querétaro, Hidalgo, Puebla y parte de Oaxaca. El sesenta y cuatro por ciento de la superficie territorial presenta algún nivel de degradación que puede ser leve, moderada, severa o extrema, según la pérdida de capacidad productiva.

La actividad humana produce cada vez más gases de efecto invernadero, pero reduce la capacidad de los sistemas naturales para absorber su acumulación en la atmósfera, lo que contribuye a la aceleración del cambio climático.

La mezcla factor humano, industrialización e intereses políticos y grupos de poder carente de una visión de sustentabilidad, arrojó la contraparte: contaminación, cambio climático, desertificación, pérdida de flora y fauna, pobreza, insuficiencia alimentaria y las demás facetas de esta fenomenología socio política y económica cada vez más difícil de resolver.

La forma: evitar que muchos pobladores de estas regiones, cuatrocientos mil cada año, abandonen sus tierras antes fértiles y a sus familias para buscar en otras regiones el sustento diario aumentando la migración ambiental, el desempleo y cambiando el lugar de su pobreza.
El fondo: solucionar problemas ambientales también es luchar contra la inequidad e injusticia social, resultado de la falta de planeación y políticas equívocas, olvidando que: TODOS SOMOS NATURALEZA.

Fuente: Acacia Fundación Ambiental A. C.

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