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Se sumó un mes más de calor extremo para la mitad del mundo

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Durante el último año, cerca de 4 mil millones de personas —la mitad de la población mundial— experimentaron al menos un mes adicional de calor extremo a causa del cambio climático inducido por la actividad humana. Este dato alarmante, documentado por el análisis conjunto de World Weather Attribution, Climate Central y la Cruz Roja y, posteriormente, expuesto por Fast Company,  pone en evidencia que la crisis climática está intensificándose y que sus impactos ya no son proyecciones futuras, sino una emergencia presente.

Más allá de incomodidades térmicas, el calor extremo se tradujo en enfermedades, muertes, pérdidas agrícolas y presión sobre sistemas de salud y energía. A diferencia de los ciclones o las inundaciones que generan atención mediática, las olas de calor suelen pasar desapercibidas en su letalidad, provocando muertes en hogares sin ventilación adecuada o entre pacientes con enfermedades crónicas, sin ser siempre registradas como fallecimientos relacionados con el clima.

Calor extremo: el asesino silencioso que pasa desapercibido

Los eventos de calor extremo no suelen provocar escenas de emergencia evidentes. Las víctimas no colapsan en las calles, sino que sufren en silencio en hogares mal ventilados o centros médicos saturados. Esto ha llevado a subestimar su gravedad y a ignorar sistemáticamente su origen climático en las estadísticas oficiales de salud pública.

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La profesora Friederike Otto, del Imperial College de Londres, advierte que muchas de estas muertes se camuflan bajo diagnósticos como insuficiencia renal o fallos cardíacos, lo cual obstaculiza la toma de decisiones basada en datos certeros. Por ello, el análisis de eventos extremos mediante modelos revisados por pares es clave para visibilizar el vínculo entre la actividad humana y la intensidad del calor global.

En casi todos los países del mundo, el número de días con temperaturas extremas se ha duplicado respecto a un escenario sin cambio climático. Este aumento progresivo en los días tórridos amenaza la resiliencia de ciudades, ecosistemas y personas, especialmente aquellas que viven en condiciones de vulnerabilidad social.

Puerto Rico y el Caribe: atrapados en el aumento térmico

Las islas del Caribe han sido algunas de las regiones más afectadas por el aumento de días con calor extremo. Puerto Rico vivió 161 días bajo estas condiciones entre mayo de 2024 y mayo de 2025; sin el cambio climático, sólo habrían sido 48. Esto representa un incremento drástico con implicaciones profundas para la salud pública y la calidad de vida.

Charlotte Gossett Navarro, representante de la Federación Hispana en Puerto Rico, explicó que la exposición constante al calor hace inviable la vida cotidiana al aire libre. La situación empeora con los frecuentes cortes de energía que impiden el uso de sistemas de refrigeración, lo que puede resultar letal para personas con enfermedades crónicas o en situación de pobreza energética.

Este escenario demuestra que el calor extremo no solo amenaza a los ecosistemas, sino que profundiza las desigualdades sociales al afectar desproporcionadamente a comunidades de bajos ingresos, adultos mayores y personas con condiciones médicas preexistentes.

Estrategias locales para mitigar el calor extremo

Ante este panorama, ciudades de todo el mundo están adoptando estrategias urbanas para mitigar los efectos del calor extremo. Una de las más notables es la campaña de plantación de árboles urbanos en Marsella, Francia, que busca aumentar las áreas de sombra natural para reducir la temperatura ambiente en espacios públicos.

Estas estrategias también incluyen el desarrollo de sistemas de monitoreo de temperaturas, centros de enfriamiento, protocolos de emergencia en salud pública y normas laborales adaptadas al calor. La planificación urbana resiliente se vuelve esencial en un mundo cada vez más cálido, donde los espacios construidos deben responder a desafíos climáticos crecientes.

A pesar de estas medidas, los científicos advierten que sin una reducción urgente del uso de combustibles fósiles, el avance del calentamiento global continuará, volviendo insuficientes incluso los planes de adaptación más ambiciosos. La mitigación y la resiliencia deben avanzar en paralelo para evitar un futuro inhabitable.

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Políticas globales: entre la prevención y la urgencia

El informe enfatiza la necesidad de ampliar los sistemas de alerta temprana y los planes de acción contra el calor como herramientas prioritarias para proteger vidas. Estas políticas, especialmente enfocadas en áreas urbanas densamente pobladas, deben combinar enfoques de corto y largo plazo para ser realmente efectivas.

En el sur de Asia, América del Norte y Europa, diversas ciudades han comenzado a coordinar recursos interinstitucionales para enfrentar la emergencia térmica. Desde campañas educativas hasta reformas de códigos de construcción, el objetivo es integrar el fenómeno del calor extremo en las políticas de desarrollo urbano y salud pública.

Sin embargo, estas acciones sólo tendrán un impacto duradero si se acompañan de una transición energética justa y acelerada. De lo contrario, cada año sumará más días de calor insoportable, más enfermedades invisibles y más muertes que pudieron haberse evitado con responsabilidad climática global.

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El calor como advertencia planetaria

El calor extremo ya no es una anomalía; es la nueva normalidad para miles de millones de personas. Sus efectos se sienten en el cuerpo, en la salud mental, en las calles desiertas durante el día, en los campos secos y en las redes eléctricas saturadas. Frente a esto, las decisiones que se tomen hoy determinarán si el planeta será habitable en las próximas décadas.

La responsabilidad recae tanto en los gobiernos como en las empresas y la sociedad civil. La adaptación es urgente, pero la mitigación es indispensable. Reconocer el calor extremo como una crisis estructural y no como un fenómeno estacional es el primer paso para diseñar políticas públicas y empresariales verdaderamente responsables con la vida en la Tierra.

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