En unas cuantas semanas en el poder, el Presidente Barack Obama desmanteló los planes de impacto ambiental más polémicos de su antecesor, George W. Bush, como la perforación petrolífera en mar abierto,
y ahora busca sentar las bases para una revolución ecológica que, espera, se convierta en uno de los pilares de la recuperación económica del país.
Pero la ambiciosa agenda ecológica de Obama enfrenta grandes obstáculos: el poder político de las industrias de energía tradicionales del gas y petróleo -a las que la eliminación de los beneficios impositivos de los que gozaban desde hace tiempo les costará 12 mil millones de dólares en los próximos cinco años-; la resistencia de aquellos estados donde este tipo de industrias son el motor de la economía; y los temores de la población al cambio de hábitos.
Recientemente Obama anunció que destinará 59 mil millones de dólares del paquete de estímulo económico a promover el uso de energía limpia, como la solar, eólica y geotérmica; a crear una red de distribución eléctrica más grande y eficiente; a reducir el consumo de energía del gobierno y a reacondicionar más de un millón de hogares para que incurran en menos gastos energéticos.
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