En un nuevo intento por fortalecer su narrativa ambiental, Shein ha anunciado que la Science Based Targets initiative (SBTi) ha validado sus objetivos de cero emisiones netas para 2050. Este reconocimiento posiciona a la firma dentro del selecto grupo de empresas que alinean sus metas de reducción de emisiones con la ciencia climática, en concordancia con el Acuerdo de París.
Sin embargo, mientras Shein avanza en descarbonización, la contradicción entre su modelo de negocios y la sostenibilidad a largo plazo resulta difícil de ignorar. ¿Puede realmente una empresa basada en la producción masiva y el consumo veloz mitigar su impacto ambiental solo con compromisos técnicos? La respuesta parece exigir algo más que hojas de ruta y promesas a futuro.
Shein avanza en descarbonización: metas validadas, modelo cuestionado
Que Shein avanza en descarbonización es una realidad respaldada por la validación de la SBTi. La marca ha fijado metas de reducción de emisiones para 2030 y 2050, abarcando sus operaciones directas y toda su cadena de valor. Estas metas incluyen una reducción del 42% en emisiones de Alcance 1 y 2, y del 25% en Alcance 3, de acuerdo con eco-business.
Si bien estos compromisos son técnicamente ambiciosos, resultan insuficientes si no se confronta el modelo de negocio basado en el hiperconsumo. La producción acelerada y barata de ropa, incentivada por precios bajos y colecciones constantes, contradice el principio de sostenibilidad.
Validar objetivos climáticos sin cambiar la lógica del negocio puede generar una falsa sensación de avance. Para muchos especialistas en responsabilidad social, el desafío real de Shein no está solo en las emisiones, sino en rediseñar su papel dentro del ecosistema global de la moda.
Energías renovables y eficiencia: avances operativos necesarios
Dentro de su estrategia climática, Shein ha implementado medidas en sus operaciones directas para reducir el uso de combustibles fósiles. El aumento de energía solar, la compra de certificados renovables y la mejora de eficiencia energética son pasos significativos.
Entre 2023 y 2024, estas acciones lograron una reducción del 4.4% en las emisiones de Alcance 1 y 2. Aunque es un progreso, el impacto de estas emisiones es mínimo comparado con las derivadas del ciclo completo del producto, principalmente del Alcance 3.
Este enfoque operativo no aborda los problemas estructurales del modelo fast fashion. Cambiar las bombillas por LED o instalar paneles solares en almacenes es relevante, pero no transforma la lógica de “usar y tirar” que alimenta el negocio.

La trampa del Alcance 3: proveedores, materiales y transporte
El 96% de las emisiones de Shein provienen del Alcance 3, es decir, de su cadena de suministro. Aquí se concentran los mayores desafíos: materiales vírgenes, procesos energéticamente intensivos y logística global.
Shein avanza en descarbonización al asociarse con universidades para desarrollar fibras recicladas y promover procesos de menor impacto. También trabaja para optimizar rutas de transporte y migrar a modos más sostenibles, como el marítimo o multimodal.
Sin embargo, mientras la producción continúe creciendo para satisfacer una demanda constante, estos avances serán meramente paliativos. La sostenibilidad requiere desacoplar el crecimiento económico del consumo de recursos, algo que Shein aún no está dispuesta a hacer.

Economía circular: buenas intenciones, impacto limitado
Shein ha lanzado la plataforma “Shein Exchange” para fomentar la reventa de ropa entre particulares y reducir el desperdicio textil. También está implementando sistemas de clasificación y reciclaje de residuos industriales.
Estas iniciativas son valiosas, pero marginales frente al volumen de productos que Shein introduce al mercado cada día. La economía circular no puede ser efectiva si la entrada de nuevos productos no se reduce de forma drástica.
Promover la reutilización sin cuestionar la sobreproducción es como intentar vaciar el mar con una cuchara. El problema no es que la ropa no se recicle, sino que se produce más de la que el planeta puede absorber.
Greenwashing o compromiso real: ¿hacia dónde se inclina la balanza?
Que Shein avanza en descarbonización es una afirmación que, aunque respaldada por datos y validaciones, debe leerse con cautela. Las iniciativas en eficiencia energética y circularidad resultan positivas, pero se enmarcan en un modelo de negocio que promueve el consumo insostenible.
La responsabilidad social corporativa no puede reducirse a métricas técnicas. Implica una transformación profunda que alinee el propósito de negocio con el bienestar común y el respeto al entorno. En ese sentido, el fast fashion sigue siendo una contradicción con la sostenibilidad.
Especialistas del sector coinciden: el verdadero reto para Shein no es cumplir sus metas de emisiones, sino rediseñar su modelo desde la raíz. Mientras eso no suceda, cualquier avance será, en el mejor de los casos, una mejora insuficiente.
Shein avanza en descarbonización, pero no puede aspirar a ser un referente de sostenibilidad mientras sostenga un modelo que incentiva la obsolescencia programada del vestuario y el hiperconsumo. La validación de la SBTi es un paso importante, pero no basta. Para quienes trabajamos en responsabilidad social, el caso de Shein representa un recordatorio de que la verdadera sostenibilidad comienza cuestionando el propósito y el impacto del negocio, no solo sus emisiones.