En un contexto donde la presión social y mediática exige eliminar el plástico de los empaques, muchas marcas buscan alternativas que parezcan más sostenibles. Sin embargo, ¿realmente los envases sin plástico son la mejor solución o podrían estar disfrazando un problema aún mayor con una capa de marketing verde?
En esta nota analizamos una experiencia de colaboración multisectorial con académicos, ingenieros y estudiantes, que reveló verdades incómodas sobre las opciones más populares. Desde bolsas difíciles de reciclar hasta el vidrio con alta huella de carbono, descubrimos que lo sostenible no siempre es lo más obvio.
Bolsas: ¿menos plástico, más problemas?
De acuerdo con un artículo de edie, aunque a simple vista las bolsas parecen una solución lógica para reducir el uso de plástico, el análisis técnico cuenta otra historia. Muchas están fabricadas con plástico 100% virgen y combinan varios tipos de materiales que dificultan su reciclaje. Su producción suele estar centralizada en Asia, lo que aumenta significativamente las emisiones por transporte.
Además, su reciclabilidad es baja: el 64% de los consumidores las desechan en la basura común, según la Universidad de York. Incluso los modelos recargables presentan retos: si no se lavan correctamente, pueden generar contaminación, y las válvulas que impiden la entrada de aire también impiden su reutilización.
El resultado: un producto que aparenta sostenibilidad pero que, en términos prácticos y de ciclo de vida, no cumple con los criterios básicos de una solución circular o de bajo impacto.

Vidrio: el gran favorito… pero no el más verde
Muchos consumidores asumen que el vidrio es el material más ecológico por ser reciclable y libre de plástico. Sin embargo, fabricar vidrio requiere altas temperaturas y una gran cantidad de energía, además de depender de combustibles fósiles.
Su peso representa un problema logístico importante. Es 12 veces más pesado que el plástico, lo que multiplica las emisiones durante su transporte y distribución. También su reciclaje implica un proceso intensivo en consumo energético.
Aunque el vidrio puede ser una opción para ciertos productos de larga vida útil o sistemas de retorno eficientes, en empaques de alta rotación su impacto ambiental no lo convierte en la mejor elección.

El rol del plástico PCR: una opción pragmática
Tras múltiples pruebas, se determinó que el uso de plástico reciclado posconsumo (PCR) es actualmente la opción más sostenible. Este material es ligero, eficiente en transporte y utiliza menos energía que el vidrio para su producción y reciclaje.
El cambio a envases de plástico PCR ha permitido reducir significativamente las emisiones de CO₂ y la cantidad de residuos plásticos enviados a vertederos. Por ejemplo, solo el año pasado se evitaron cerca de 60 toneladas de CO₂ equivalente al utilizar PCR en botellas y tapones.
Aun cuando la conversación popular parece alejarse del plástico, el uso responsable y circular de este material demuestra que los envases sin plástico no siempre son más sostenibles si no hay una infraestructura adecuada para apoyar su uso.
No todo es el empaque: eficiencia en todo el ciclo de vida
Una visión verdaderamente sostenible no se limita al material del empaque, sino que evalúa todo el ciclo de vida del producto. En el caso de Bio-D, por ejemplo, se rediseñaron las pastillas para lavavajillas para que fueran más pequeñas pero igual de efectivas. Esta reducción permitió empaques más compactos y menos emisiones durante su transporte.
Este enfoque muestra que pensar en eficiencia más allá del envase es clave para reducir la huella ambiental total. A veces, un diseño más inteligente puede generar más impacto que simplemente cambiar de material.
Los envases sin plástico pueden parecer sostenibles, pero si el producto que contienen es ineficiente o sobredimensionado, se pierde gran parte del beneficio ambiental.

El camino hacia una economía verdaderamente circular
La sostenibilidad de los envases no termina en su elección: requiere inversión, regulación y transparencia. Bio-D continúa trabajando para mejorar el contenido de PCR en sus tapas, un reto que ha implicado ensayos técnicos y diálogo con proveedores.
Más allá del uso de materiales reciclados, el futuro apunta hacia sistemas de circuito cerrado y envases diseñados desde su origen para ser reutilizados o reciclados eficazmente. Para lograrlo, es necesario establecer estándares comunes y regulaciones claras sobre reciclabilidad y etiquetado.
La intervención legislativa y el esfuerzo colaborativo serán determinantes. Solo así evitaremos caer en prácticas de greenwashing donde los envases sin plástico son promovidos como panacea, sin pruebas rigurosas que respalden su impacto real.
Los envases sin plástico no son en sí mismos sinónimo de sostenibilidad. La clave está en mirar más allá del material y evaluar todo el sistema de producción, uso y reciclaje. La experiencia de quienes ya han recorrido este camino muestra que no hay soluciones mágicas, pero sí estrategias bien fundamentadas que pueden marcar una diferencia real.
Optar por lo verdaderamente sostenible exige investigación, colaboración intersectorial y la valentía de cuestionar lo popular. Porque en temas de responsabilidad social, lo importante no es lo que parece mejor, sino lo que, probado en campo, demuestra serlo.