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Quién habla o qué dice?

Por: Josep M. Lozano

Hace unas semanas tuvo lugar en San Petersburgo la conferencia anual de EABIS. El tema de este año era Corporate responsibility and emerging markets. Presenté una comunicación que llevaba por título What emerges when a market emerges? Lo que quería plantear y debatir era que, supuesto que el lenguaje modela nuestra acción y configura nuestro horizonte vital, la misma denominación de «mercado emergente» ya comporta una opción valorativa de primer orden, que nos ilumina -y prioriza- algunos aspectos de la realidad y nos hace ciegos para captar a otros.

marketsEn concreto, lo que quería subrayar era que la misma denominación de mercado emergente dejaba en la oscuridad y fuera de nuestra atención a la sociedad en la que el mercado emergía. Incluso podría suceder que, en un contexto determinado, el mercado emergiera, pero que la sociedad (o determinados sectores de ella) se hundieran, algo que resulta irrelevante si nuestra atención se centra exclusivamente en los mercados. Resulta, por ejemplo, más que sintomático que cuando se hace la lista de mercados emergentes lo que se nombra es un conjunto de países que, por la magia del lenguaje, han dejado de serlo y se han convertido en (tan sólo) mercados.

Para explorar la cuestión, propuse hacerlo en diálogo con la última encíclica de Benedicto XVI, Caritas in Veritate. He señalado reiteradamente (y así lo volví a hacer allí) que la CV, desde mi punto de vista, tiene notables claroscuros, y que sus últimas páginas son de muy difícil digestión (y no precisamente porque sean de difícil lectura). Pero en nuestra atmósfera intelectual, propia de la sociedad post-moderna y de la modernidad líquida, confrontarse con alguien que tiene la pretensión de ofrecer un planteamiento sistemático, fundamentado y normativo puede ayudar -aunque sea por contraste- a construir la propia visión de las cosas. Así me lo parecía, así lo dije, y así lo hice.

No es el momento de repetir mi argumentación, puesto que lo que me interesa es comentar lo que ocurrió en el diálogo. Porque quiero mencionar especialmente el comentario final de una persona norteamericana, alguien inteligente, respetada e influyente en el gremio de la ética empresarial y la que valoro muy positivamente. La presentación, me dijo, le había gustado mucho, y especialmente algunas de las observaciones que yo había hecho a caballo de la CV; por ejemplo: la desaparición de la idea de justicia en el debate de la RSE o el olvido de la atención a los contextos culturales locales cuando se habla de impulsar actividades económicas. Para ya hacia el final, cuando estábamos cerrando la sesión, pidió la palabra para decir que le parecía que lo que no hacía falta, para decir lo que yo planteaba, era utilizar la CV. Y que hacerlo así incluso lo desmerecía.

Este comentario, en mi opinión, pone de relieve un par de problemas que sufrimos en nuestras sociedades y que, tal como hice allí, quisiera plantear aquí. Y estos problemas me parecen muy graves, entre otras razones porque a menudo ya no los percibimos como problemas, sino como obviedades, y funcionan como supuestos que hay que dar por descontado sin cuestionarlos de ninguna manera.

En primer lugar, el supuesto de que hay gente a la que no hay que escuchar porque, antes de que diga nada, ya damos por desacreditada o irrelevante cualquier cosa que diga. Me dan lo mismo las (supuestas) razones que tengamos para hacerlo: el caso es que tenemos decidido de entrada que no hay que escuchar, o que sería mejor no escucharla. Lo que diga no tiene que ser escuchado o tomado en consideración no por el hecho de que tenga más o menos valor, sin por quien lo dice.

En segundo lugar, y no siempre como mera consecuencia de lo anterior, el supuesto de que hay voces que no deberían ser reconocidas en el espacio público. Lo que no significa que no puedan hablar, ¡solo faltaría! Pero se presupone que su discurso solo es relevante o legítimo cuando se dirige a los miembros de su grupo de pertenencia, y solo es válido para su consumo interno. Y, por la misma razón, no pueden pretender proponer su discurso en el espacio público, ni se les debe prestar demasiada atención en el citado espacio. (Esta postura, por cierto, se corresponde a la inversa con la de los que confunden proponer su discurso en el espacio público con la obligación de que todo el mundo deba hacerles caso).

En el debate público, el quien y el qué no pueden estar totalmente disociados. Pero tampoco deben confundirse. Una persona puede tener más o menos credibilidad, en función de la coherencia y la consistencia de su trayectoria y, en casos extremos, quizás la podemos calificar de hipócrita o cínica, en función de la distancia que haya entre sus palabras y su trayectoria. Pero lo que dice puede ser más o menos aceptable en función de las razones que aduzca, la plausibilidad de lo que plantee, la fuerza de sus argumentos o la relevancia de los hechos que ponga de manifiesto. Confundir estos dos registros solo nos llevará, en el límite, a confundir el diálogo con el desarrollo de monólogos en paralelo. Al fin y al cabo, tanto hablar de la sociedad de la información, y todavía hemos de desarrollar la cultura de escuchar.

Ya nos dijo A. Machado que «para dialogar, preguntad primero; después… escuchad». Pero ya es sabido que los poetas son gente poco pràctica…

Visite la fuente en el blog de Josep M. Lozano



Josep M. Lozano

Profesor del Departamento de Ciencias Sociales e investigador senior en RSE en el Instituto de Innovación Social de ESADE (URL). Sus áreas de interés son: la RSE y la ética empresarial; valores y liderazgos en las organizaciones; y espiritualidad, calidad humana y gestión. Ha publicado sus investigaciones académicas en diversos journals. Su último libro es La empresa ciudadana como empresa responsable y sostenible (Trotta) Otros de sus libros son: Ética y empresa (Trotta); Los gobiernos y la responsabilidad social de la empresa (Granica); Tras la RSE. La responsabilidad social de la empresa en España vista por sus actores (Granica) y Persona, empresa y sociedad (Infonomía).

Ha ganado diversos premios por sus publicaciones. Fue reconocido como Highly commended runner-up en el Faculty Pionner Award concedido por la European Academy of Business in Society i el Aspen Institute. Ha sido miembro de la Comissió per al debat sobre els valors de la Generalitat; del Foro de Expertos en RSE del MTAS; del Consejo Asesor de la Conferencia Interamericana sobre RSE del BID; y de la Taskforce for the Principles for Responsible Business Education del UN Global Compact. En su página web mantiene activo un blog que lleva por título Persona, Empresa y Sociedad

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