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¿Qué augura el futuro?

Un informe muy interesante que publica la revista Forbes en su número pasado del 27 de septiembre, nos brida un panorama amplio que recoge la opinión de una docena de expertos y autores acerca de lo que vislumbran para la próxima década en materias tales como la política, la sociedad, la tecnología y la economía, principalmente, en Estados Unidos de América.

Algunos datos son muy reveladores, como, por ejemplo, que para el 2020 Estados Unidos deberá aplicar entre 75, 000 y 100, 000 millones de dólares por año para mitigar los efectos del cambio climático y para adaptarse al mismo; o bien que el 20% de los alimentos que se consumirán en ese país vendrán de cultivos en azoteas y estacionamientos.

También anticipan conflictos en Asia por el control del abastecimiento de agua a 1, 500 millones de personas, así como por el suministro de este vital elemento a 30 millones de habitantes en el suroeste de Estados Unidos.

Pasando al tema de nuestro interés, la vivienda, este artículo reseña que una de cada cuatro hipotecas en Estados Unidos está en falta de pago y el precio de la vivienda ha declinado 30% y, eventualmente, habrá bajado hasta 40% antes de comenzar su recuperación. Es evidente que las prácticas de créditos irresponsables por parte de entidades financieras, usuarios de créditos y autoridades reguladoras eran insostenibles.

Pero la falla no solo fue financiera; también lo fue social y económicamente, por lo que al cabo de 10 años, la recuperación del sector de la vivienda deberá descansar en tres pilares: las personas, el planeta y la rentabilidad.

Para 2020 la vivienda emergerá bajo una fisonomía más “visible” y sostenible y sin gravitar en equilibrio fiscal de los países.

El artículo que comentamos indica que en la actualidad viven 800 millones de personas en el mundo en ciudades perdidas, en condiciones altamente precarias, y que dicho número crecerá a razón de 16, 000 personas por día hasta alcanzar la cifra de 890 millones en el 2020. No parece probable que ese plazo haya gobierno, empresas o empresarios dispuestos a construir el número de viviendas que permita que estos asentamientos desaparezcan.

Por otra parte, la mitad de los 3, 600 millones de trabajadores en el mundo están en la economía informal y para el 2020, la OCDE estima que la proporción subirá a dos tercios de la fuerza laboral global. Tampoco parece probable que los esquemas hipotecarios que conocemos sirvan de mucho para atender un mercado laboral con estas características.

La medida para referirse al valor de las viviendas será cada vez menos el precio por metro cuadrado. En vez de ello, los propietarios centrarán su atención en el consto integral mensual de ocupara una vivienda. Las listas de precios incluirán de manera obligatoria una proyección mensual de costos promedio generados por consumo eléctrico, gas, agua, impuestos, mantenimiento, etcétera. Las reglas serán más exigentes en cuanto a espacios, eficiencia y sustentabilidad; son estos tres factores los que determinarán el valor de un inmueble.

El verdadero valor de una vivienda tendrá un mayor peso derivado de su habitabilidad y calidad de su entorno, que del tamaño y las apariencias. Las decisiones sobre la localización serán ampliamente influidas por la cercanía del empleo, los servicios y el entretenimiento. Hasta hoy las ciudades han crecido como anillos en expansión, desde el centro, favoreciendo las construcciones de nuevas unidades en vez de rehabilitar y modernizar mucho de lo preexistente. Esta tendencia se revertirá y se ampliarán los criterios para generar usos mixtos y múltiples de los inmuebles disponibles.

El sentido del estatus que hasta hoy prevalece en Estados Unidos cambiará al reducirse el tamaño promedio de las viviendas en aras de un uso más racional del espacio y de los recursos para su edificación y equipamiento. La vivienda tendrá una inversión relativamente mayor en equipos eficientes, diseño sustentable, e infraestructura para la cultura y el ocio. La industria de la construcción de la vivienda pasa por momentos difíciles en Estados Unidos (y también en México) pero, en realidad, es parte de un proceso que el renombrado economista austriaco Schumpeter designaba como de “destrucción creativa”; lo anterior implica que los nuevos productos para la nueva realidad aún están por definirse y quien de los primero pasos, en la dirección correcta tiene asegurado el éxito.

¿Algo que aprender para México?

Fuente: El Economista, Vivienda, pp. 4
Escrito por: Mario Rozenstein
Publicada: 20 de Octubre 2010

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