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Preocupa tráfico mundial de especies

No hay nada como tener un reptil o una rana venenosa en su salón para causar sensación, a menos que prefiera tener un oso negro o un chimpancé. Pero esta moda de adquirir mascotas exóticas amenaza a muchas especies de animales.

Para luchar contra esta tendencia que vacía los bosques y los ríos de su fauna, los 178 países miembros de la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (Cites), reunidos en Bangkok, intensificaron la protección de decenas de especies de tortugas, entre ellas la emblemática estrellada de Birmania.

«Hay más de 300 especies de tortugas», constata Ronald Orenstein, consultante para la ONG Humane Society International.

«Los coleccionistas quieren poseer todas las especies. Ese tipo de personas no busca sólo una mascota, busca coleccionarlas, como un coleccionista de estampillas, y están dispuestos a pagar un precio alto».

Una tortuga de cuello largo de McCord puede costar hasta 2 mil dolares, afirma.

Además, esta tendencia no parece invertirse, ya que la escasez incentiva al coleccionista.

Según los especialistas, para responder a esta demanda, los traficantes utilizan granjas que les permiten exportar animales robados de sus hábitats con el sello «criados en cautiverio».

Pero las tortugas y ranas no son los únicas víctimas de estos tráficos que las conducen hacia Europa, Estados Unidos y Asia.

Arañas, serpientes, escorpiones, escarabajos, aves diversas, felinos… Todo es válido.

«La demanda de animales salvajes como mascotas aumenta, y afecta a más especies que nunca», denunció Chris Shepherd de la ONG Traffic.

«Vemos a casuarios, que son aves naturales de Australia y Nueva Guinea de 1.50 metros de altura, que pueden dar patadas y matar a una persona. Vemos también serpientes venenosas del mundo entero. No entiendo el deseo de poseer un animal que puede matar», lanza Shepherd.

Algunos piensan que tener un leopardo o una lagartija asiática es menos reprensible que matar a un rinoceronte por su cuerno, lo cual indigna a los defensores del medio ambiente.

«Cuando uno saca a un animal amenazado de extinción de su hábitat natural, ya sea para matarlo o para ponerlo en jaula, el resultado es el mismo desde el punto de vista de la conservación (de la especie)», afirma Shepherd.

Además, un animal en una tienda o un particular representa otros diez muertos durante la captura o el transporte, ya sean reptiles o chimpancés, según los expertos.

«Cientos de monos, cuyo comercio está prohibido, entran cada año en el mercado. Esto significa que miles de parientes mueren», destaca Ian Redmond, fundador del Proyecto para la Supervivencia de los Grandes Simios (GRASP), bajo la égida de la ONU.

«Un tráfico alentado por el cine, la televisión y deplorables modelos como el difunto Michael Jackson y su chimpancé Bubble», añade Redmond, lamentando la voluntad de los propietarios de adquirir un estatus social determinado comprando un bebé chimpancé.

Fuente: Reforma

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