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Natividad y Renacimiento

Los conceptos que nos vienen a la mente con cada una de estas palabras aparentemente no tienen relación con la naturaleza, los ecosistemas o el calentamiento global tan de moda en estos días.

De un lado, en esta época navideña, algunos segmentos de la sociedad han cimentado parte de su escala de valores en el consumo acentuado y constante de bienes y servicios ya que cualquier ser vivo, objeto, idea o sentimiento es susceptible a la comercialización.

De otro, la crisis mundial de valores materiales y morales, al tocar fondo encamina al ser humano a un renacimiento, una revitalización cultural y de principios que fue desplazada paulatinamente por la tecnología bajo la falsa premisa de que el descubrimiento y la innovación eran la panacea para el desarrollo y el progreso.

En el mundo occidental la Navidad, los mensajes publicitarios y el ambiente creado por los adornos entrañan sentimientos en pro de los valores familiares y en elogio a la solidaridad.

Sin embargo, todos estos sentimientos van encaminados a la consecución de un claro objetivo: incrementar las ventas bajo un asumido despilfarro navideño, sin tener en cuenta sus repercusiones sociales y ambientales.

Es la época en que el consumo y el derroche suben hasta límites intolerables generando toneladas de basura. Mientras el consumo en muchos hogares se dispara, en otros se carece de lo más básico. Mientras una niña en occidente juega con cuatro muñecas, otra en el tercer mundo fabrica cuarenta muñecas en una jornada de explotación.

Es imperante construir una cultura del consumo informada, crítica y ética, respetuosa con la equidad y los límites del planeta y enriquecedora a nivel social. Ante el fracaso de los sistemas sociales y económicos hay que voltear la vista a las ideas del humanismo como base para un renacimiento, una nueva concepción de la especie humana y su relación armónica con la naturaleza.

Dentro del modelo globalizador se va perdiendo la identidad, la participación individual y directa en la vida pública, la capacidad de control sobre el destino de la persona en particular y el de la sociedad en general, resultando muchos consumidores obedientes y devotos de las novedades del mercado.

Pero este consumismo sin sentido promueve un modelo insostenible ambiental y socialmente. Ambientalmente porque si el modelo de consumo de los países desarrollados se extendiera por todo el mundo, serían necesarios tres planetas con toda su producción y fuentes energéticas para atender la demanda.

Socialmente porque sólo un doce por ciento de la gente que vive en Norteamérica y Europa occidental es responsable del sesenta por ciento de ese consumo, mientras que los que viven en el sudeste asiático o en el África subsahariana representan menos del cuatro por ciento.

El ritmo de consumo sin precedentes, es un signo que de acuerdo a los economistas habla del saludable estado de la economía; olvidaron que el cambio climático y otros males sociales y ambientales ahí se originaron.

Hace treinta años el promedio diario de generación de basura por persona no llegaba a medio kilo. Actualmente a lo largo del año el promedio diario es de un kilo y medio por persona y en estas fechas se incrementa a dos kilos, de los cuales la mitad son envoltorios y empaques.

Los envases y embalajes son un problema serio para el medio ambiente. Un cuarenta por ciento de la basura doméstica son residuos orgánicos, del resto, un ochenta por ciento son envases y empaques. Este porcentaje crece sin cesar y se dispara en Navidad. Para fabricarlos se destruyen recursos naturales, se contamina el agua y la atmósfera.

Tanto en su fabricación como en su reciclaje se consumen grandes cantidades de energía y cuando se convierten en residuos tienen un notable impacto ambiental, tanto si se depositan en los mal llamados rellenos sanitarios o se incineran.

La educación ecológica va más allá de plantar y cuidar árboles, es aprender a vivir en equilibrio con el medio ambiente, aplicar, sin deterioro de los hábitos de vida las tres erres: reducir, reutilizar y reciclar.

Al reutilizar se genera y se tira menos basura reduciendo además las compras; el ser ecológico no sólo es bueno para el medio ambiente, también lo es para la economía personal y familiar. En el futuro próximo la única alternativa será el reciclaje ya que no habrá lugar donde depositar la basura y las materias primas para abastecer el mercado.

Antes de comprar algo hay que reflexionar si se necesita. Cada vez es más común la información acerca del proceso de producción para saber sus repercusiones o si se ha perjudicado al medio ambiente o a algún ser humano.

La forma: las acciones individuales además de marcar la diferencia generan en el consumidor conciencia ambiental y social.
El fondo: evitar que el cambio social que se requiere para vivir de manera sustentable sea producto de desastres y fenómenos que le recuerden a la humanidad que: TODOS SOMOS NATURALEZA.

ACACIA Fundación Ambiental A. C

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