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Millones morirán si se recorta la ayuda financiera internacional, alerta la ONU

En un hospital saturado de Kandahar, Afganistán, el Coordinador de Ayuda de Emergencia de la ONU, Tom Fletcher, lanzó una advertencia directa y contundente: “Recortar los fondos para los más necesitados no es algo para presumir”. Desde una sala donde tres o cuatro pacientes comparten la misma cama, Fletcher expuso las consecuencias irreversibles que están dejando los recortes presupuestarios. Para la ONU, se trata de una decisión que puede costar millones de vidas.

La emergencia humanitaria no es una amenaza abstracta. Es una realidad que ya ha obligado a cerrar más de 400 centros de salud en Afganistán, dejando a millones de personas sin atención médica básica. El recorte de la ayuda financiera internacional ha impactado directamente en la capacidad de respuesta de agencias como el PMA, la OMS, UNICEF y ACNUR. La falta de recursos está desmantelando los servicios esenciales justo cuando más se necesitan, en uno de los contextos más críticos del planeta.

La ayuda financiera internacional no puede desaparecer

El retroceso en el financiamiento global afecta directamente a los trabajadores humanitarios que sostienen el sistema. Médicos y enfermeras enfrentan decisiones imposibles: decidir quién vive y quién no, según los recursos disponibles. En Afganistán, los profesionales de la salud —especialmente las mujeres— han visto sus sueldos recortados hasta en dos tercios. Este tipo de impacto revela el alcance real de los recortes y cómo erosionan no solo estructuras, sino también el compromiso humano que las sostiene.

Además, la exclusión estructural de las mujeres en Afganistán, impuesta por las autoridades de facto desde 2021, complica aún más la situación. La educación femenina ha sido prácticamente anulada, y su participación económica está siendo sofocada. En este contexto, la ayuda financiera internacional cumple un rol aún más urgente: permitir la continuidad de programas que integren a las mujeres y protejan su derecho a trabajar, estudiar y sobrevivir.

Tom Fletcher subrayó durante su visita que el desarrollo sostenible no puede lograrse sin la participación plena de las mujeres. Esta declaración no es solo una postura ética, sino también estratégica. Afganistán no podrá estabilizarse sin integrar a la mitad de su población, y eso requiere voluntad política, pero también respaldo económico sostenido desde la comunidad internacional.

Las consecuencias ya son irreversibles para millones

Después de más de 40 años de conflicto, Afganistán alberga una de las crisis humanitarias más prolongadas del mundo. Según Naciones Unidas, casi 23 millones de personas —casi la mitad de la población del país— dependen de ayuda para sobrevivir. La reducción del financiamiento internacional ha profundizado la crisis al afectar servicios médicos, programas alimentarios y atención para la infancia. El colapso del sistema de salud no solo impide salvar vidas hoy, sino que compromete la posibilidad de recuperación futura.

Además, Afganistán enfrenta una presión adicional: el retorno masivo de refugiados. Solo en abril, más de 250,000 personas fueron repatriadas, 96,000 de ellas de manera forzada. Estos movimientos poblacionales están sobrecargando comunidades ya empobrecidas y poniendo en jaque la capacidad de respuesta de la ONU y sus aliados. Sin un aumento inmediato de la ayuda financiera internacional, la atención médica, la distribución de alimentos y el refugio podrían interrumpirse completamente.

Los más afectados por esta crisis múltiple son, sin duda, las mujeres y las niñas. ACNUR ha expresado su preocupación por la represión creciente hacia ellas. Además de la violencia estructural que enfrentan, ahora deben sobrevivir en un sistema que ya no puede garantizar atención médica básica. Los programas de salud reproductiva, nutrición y educación para niñas están siendo eliminados por falta de fondos. Esta combinación de factores amenaza con condenar a una generación entera a la marginalidad.

ayuda financiera internacional

Afganistán no puede enfrentar la crisis sin respaldo global

Durante su recorrido por Kandahar, Fletcher visitó un centro de recepción para personas desplazadas, donde la ONU y sus socios brindan asistencia médica, alimentos y recursos básicos. Este tipo de iniciativas están directamente amenazadas por los recortes presupuestarios. En la actualidad, más de tres millones de personas han perdido el acceso a atención primaria por el cierre de centros de salud en la región. Estas cifras reflejan un sistema al borde del colapso.

La infraestructura humanitaria en Afganistán depende casi por completo de la inversión externa. Las capacidades locales son limitadas, y la presencia de actores internacionales es clave para mantener redes de protección mínimas. Abandonar estos esfuerzos implica dejar expuestos a millones de personas a enfermedades, hambre y desamparo. La ayuda financiera internacional es, en muchos casos, el único sostén para estas comunidades vulnerables.

Además de la urgencia humanitaria, existe una responsabilidad moral. El abandono de Afganistán envía un mensaje alarmante: que algunas vidas valen menos que otras. En un momento de creciente desigualdad global, la falta de solidaridad financiera perpetúa un sistema que excluye a quienes más necesitan apoyo. Como lo expresó Fletcher, “el desarrollo no es posible sin inclusión”. Esto debe traducirse en voluntad política, pero también en presupuestos claros, coherentes y sostenibles.

El costo humano del abandono

Mientras los países donantes reevalúan sus prioridades, la vida de millones de personas queda suspendida en la incertidumbre. La reducción de la ayuda financiera internacional no es solo un problema administrativo, sino una decisión de vida o muerte. En Kandahar, esta realidad ya tiene rostro: médicos desbordados, mujeres sin empleo, niños sin tratamiento. La inacción se convierte, en este contexto, en complicidad.

La comunidad internacional debe reconocer que las crisis prolongadas también necesitan atención prolongada. La solidaridad no puede agotarse con el tiempo ni depender de los titulares. Afganistán es una prueba de nuestra capacidad de sostener el compromiso humanitario incluso cuando los reflectores se apagan. Reforzar la ayuda no es caridad: es justicia. Porque cada centro de salud que se cierra, cada salario que no se paga, y cada vida que se pierde por falta de inversión, es una señal de que hemos fallado colectivamente.

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