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¿Por qué ha aumentado la discriminación de precios con la IA?

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El avance acelerado de la inteligencia artificial ha redefinido la manera en que las empresas determinan los precios de sus productos y servicios. Lo que en principio prometía eficiencia y personalización, hoy genera nuevas formas de desigualdad. El aumento de discriminación de precios es uno de los efectos más preocupantes de esta evolución tecnológica. Se basa en cobrar más a quienes tienen menos opciones, y en ofrecer menos calidad a quienes menos pueden exigirla.

Un reciente estudio publicado por The Conversation señala cómo las herramientas de IA están permitiendo a las compañías identificar qué tan flexible es cada consumidor. Si la persona no puede cambiar fácilmente de proveedor, los precios aumentan. Si además es de bajos ingresos, la calidad disminuye. Así, el aumento de discriminación de precios se convierte en una amenaza para el bienestar de los sectores más vulnerables.

El estudio que revela el aumento de discriminación de precios con IA

Una reciente investigación académica se propuso analizar cómo la discriminación de precios basada en la flexibilidad del consumidor impacta no solo en la rentabilidad empresarial, sino también en el bienestar de los usuarios. El estudio empleó modelos económicos para simular escenarios donde los consumidores tenían distintas capacidades para buscar alternativas y detectar mejores precios. Los hallazgos fueron contundentes: las personas con menos posibilidades de cambiar de proveedor enfrentan precios más altos y productos de menor calidad.

Las empresas, al identificar a estos consumidores con menor capacidad de maniobra —como quienes viven en zonas alejadas, carecen de conectividad o dependen de ciertos establecimientos— tienden a ajustar su estrategia comercial para maximizar ganancias. Esto implica tanto el aumento de precios como la reducción de la calidad de los bienes, una doble penalización que, según los autores del estudio, agrava la desigualdad estructural existente entre distintos sectores sociales.

La tecnología, especialmente la inteligencia artificial, juega un papel crucial en este proceso. Al recolectar datos sobre patrones de compra, ubicación geográfica y comportamiento digital, los algoritmos permiten predecir hasta qué punto un consumidor está dispuesto —o no— a desistir de una compra. Así, se establece una segmentación que beneficia a quienes tienen mayor flexibilidad, generalmente consumidores con mayor poder adquisitivo y más acceso a recursos digitales.

aumento de discriminación de precios

El estudio concluye que la flexibilidad del consumidor es cada vez más valiosa, y su ausencia se convierte en una vulnerabilidad económica. Mientras los usuarios con más opciones pueden evitar prácticas injustas, los más limitados en su movilidad, tiempo o conectividad son quienes pagan el precio más alto. Este hallazgo resalta la necesidad de diseñar políticas que nivelen el campo de juego y que garanticen que los avances tecnológicos no amplíen aún más la brecha entre consumidores privilegiados y vulnerables.

Grupos más afectados por la discriminación de precios

Los efectos de la discriminación de precios no se distribuyen de manera uniforme entre la población. Los consumidores más afectados suelen ser aquellos con bajos ingresos, residentes en zonas rurales o remotas, personas mayores, comunidades indígenas y padres de familia con horarios laborales inflexibles. Todos ellos enfrentan barreras estructurales que limitan su capacidad de comparar precios o buscar alternativas accesibles.

Por ejemplo, las comunidades que dependen de tiendas de dólar —frecuentes en áreas marginadas— se ven particularmente perjudicadas. Estas tiendas, al saber que sus clientes tienen pocas opciones, suelen ofrecer productos de menor calidad y subir los precios cuando pueden hacerlo sin temor a perder clientes. Investigaciones en EE.UU. y Canadá revelaron que algunos productos infantiles vendidos en estas tiendas contenían sustancias peligrosas como plomo o ftalatos, evidenciando un problema no solo económico, sino también de salud pública.

Además, quienes carecen de conectividad digital se enfrentan a una brecha aún más grande. En contextos donde los subsidios al internet han sido eliminados, como en algunas zonas rurales de Estados Unidos, los consumidores pierden acceso a comparadores de precios, reseñas de productos y promociones exclusivas en línea. Esta falta de herramientas digitales reduce su flexibilidad de consumo y los deja más expuestos a precios injustos.

aumento de discriminación de precios

Finalmente, los consumidores urbanos también pueden ser víctimas si carecen de tiempo o transporte para desplazarse entre distintas tiendas. Padres y madres que trabajan largas jornadas o personas sin vehículo propio pueden encontrarse obligadas a comprar lo que esté disponible cerca, sin margen para evaluar otras opciones. Todos estos factores muestran que la discriminación de precios no solo es una cuestión de tecnología o mercado, sino una expresión más de las desigualdades sociales existentes.

Impacto desigual: quienes menos tienen, más pierden

La combinación de precios más altos y menor calidad genera un impacto devastador en los consumidores vulnerables. No solo se gasta más dinero en productos que duran menos o que pueden ser dañinos, sino que se perpetúa el ciclo de pobreza. Esto tiene implicaciones directas en la salud, la educación y la calidad de vida de millones de personas.

En contraste, los consumidores con mayor ingreso tienen acceso a herramientas que les permiten mantener su flexibilidad: smartphones con datos ilimitados, medios de transporte y tiempo libre para investigar. Esa capacidad para decidir los protege del aumento de discriminación de precios, mientras que los demás quedan expuestos.

Esta brecha creciente no puede abordarse únicamente desde la ética empresarial, sino desde políticas públicas que reconozcan la urgencia del problema. A mayor dependencia tecnológica sin equidad digital, mayor será la exclusión. La IA, sin regulación, puede convertirse en una herramienta que erosiona el bienestar colectivo.

aumento de discriminación de precios

¿Cómo evitar ser víctima de discriminación de precios?

Aunque no siempre es posible evitar completamente la discriminación de precios, existen formas de reducir su impacto. Esto requiere tomar decisiones estratégicas como consumidores, estar informados sobre nuestros derechos y utilizar las herramientas tecnológicas de manera crítica. A continuación, te compartimos algunas acciones prácticas para aumentar tu flexibilidad como consumidor y disminuir la probabilidad de ser víctima de precios injustos:

  • Comparar precios antes de comprar
    Utiliza comparadores de precios y consulta distintos sitios web o establecimientos antes de hacer una compra. Esta práctica es especialmente útil para productos recurrentes como alimentos, productos de limpieza o artículos escolares. Las apps móviles también pueden ayudarte a detectar cuándo un producto ha subido de precio sin razón aparente.
  • Navegar en modo incógnito o borrar cookies
    Algunos sitios web ajustan los precios en función de tu historial de búsqueda o ubicación. Al navegar en modo incógnito o borrar regularmente las cookies de tu navegador, reduces la cantidad de información que las plataformas recopilan sobre ti y limitas su capacidad de aplicar precios personalizados.
  • Evitar compras impulsivas o urgentes
    Tomarte el tiempo para investigar tus opciones antes de comprar reduce la probabilidad de pagar más por el mismo producto. Las empresas suelen detectar señales de urgencia, como búsquedas frecuentes en poco tiempo, y elevan los precios para aprovecharse de ello. Si puedes esperar, es probable que encuentres mejores ofertas.
  • Utilizar redes sociales y foros de consumidores
    Grupos de Facebook, Reddit u otras plataformas pueden ayudarte a identificar patrones de precios injustos en ciertas tiendas o productos. La experiencia colectiva puede alertarte sobre cuándo y dónde evitar comprar, además de ofrecer recomendaciones más justas y accesibles.
  • Solicitar descuentos o precios diferenciados de manera activa
    En algunos casos, los consumidores pueden negociar precios o pedir ajustes, sobre todo en servicios como telefonía, internet o membresías. También es válido preguntar si existen precios especiales para estudiantes, personas mayores, desempleados u otros grupos. Hacer valer estos derechos puede marcar una gran diferencia.
  • Invertir, si es posible, en herramientas que aumenten tu flexibilidad
    Contar con un smartphone con datos, transporte propio o tiempo para investigar antes de comprar son factores que pueden ayudarte a tomar mejores decisiones de consumo. Si bien no todos pueden acceder a estas condiciones, reconocer su valor puede impulsar esfuerzos personales o comunitarios para mejorar la resiliencia del consumidor.
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El desafío ético de la flexibilidad

El uso de inteligencia artificial para ajustar precios puede tener beneficios, pero también profundiza las desigualdades si se aplica sin principios. El aumento de discriminación de precios es una alerta clara de cómo la tecnología puede marginar aún más a quienes ya enfrentan barreras económicas y sociales.

Si no se actúa desde el ámbito legislativo, empresarial y social, esta forma de discriminación continuará ampliando la brecha entre quienes pueden elegir y quienes no. El desafío no está en detener la innovación, sino en asegurarnos de que avance con justicia, transparencia y responsabilidad.

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