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Matices: Mina Muñiz

1mati1Testimoniales de mujeres victoriosas del cáncer de mama

Me llamo Mina Muñiz, tengo 41 años, estoy casada desde hace catorce y soy mamá de Marisol, de once años, y Axel, de diez. Aparte de ser ama de casa, actualmente soy voluntaria de la Fundación Cima.

A los 39 años se me diagnosticó cáncer de mama. Yo misma me descubrí una bolita en el seno derecho; no sentía ningún dolor, pero me preocupé mucho e inmediatamente fui a ver al ginecólogo. Él me mandó a hacer un ultrasonido y una mastografía. El resultado decía que había algo sospechoso y se recomendaba hacer una biopsia. Hasta ese momento todavía estaba muy tranquila; fue el mismo ginecólogo quien me la hizo y sacó el tumor seccionado, así que no se pudo saber nunca el tamaño real del mismo. Ahora sé que eso no era lo más adecuado, que un especialista, un oncólogo, fue quien debió practicar la biopsia; ni siquiera se me propuso esa alternativa y como en ese momento yo confiaba en mi ginecólogo, pues me puse en sus manos.

En enero, cuando me entregaron los resultados de la biopsia y se me informaba que tenía cáncer de mama, yo no podía creerlo, simplemente me negaba a creerlo, porque lo primero que cruzó por mi mente fue la muerte… ¡Me voy a morir!

Cuando pude tranquilizarme un poco, el médico me explicó que tenía que someterme a una cirugía para extirparme el seno, además de someterme a un tratamiento de quimioterapia y de radioterapia.

No puedo decir con exactitud la cantidad de ideas que volaron por mi mente en ese momento, pero la más clara fue la de encomendarme a Dios, no sólo porque no quería morir, sino porque tenía dos hijos que aún eran chiquitos y que me necesitaban. Tampoco quería abandonar a mi esposo ni a mi familia, deseaba estar mucho más tiempo a su lado, así que decidí tomar al toro por los cuernos y luchar por mi vida, iba a hacer todo lo que estuviera en mis manos por seguir viva y entre los míos.

Lo que más me angustiaba era cómo se lo iba a explicar a mis hijos. Después de pensarlo mucho decidí hablarles con la verdad. Los llamé y les dije que tenía cáncer; que iba a tener que tomar unas medicinas con las cuales me iba a sentir un poco mal, que se me iba a caer el pelo, y todo sucede con los tratamientos para combatir este mal. Pero hice hincapié, y eso sí se los prometí, que iba a hacer todo lo que me dijeran los doctores para estar bien. Ellos fueron quienes me dieron la fortaleza para enfrentar y soportar esta situación. Desde que tuve la dicha de ser madre, mis hijos han sido mi motor, las personas por y para las que quiero vivir muchos, muchos años.

No me arrepentí de mi decisión, por el contrario, creo que abrirles mi corazón, hablarles con la verdad y mostrarme con una actitud positiva nos sirvió a todos de terapia, pero fundamentalmente, nos unió mucho más de lo que ya estábamos.

El amor y el apoyo de mi esposo en la toma de decisiones fue el elemento decisivo para estar tranquila. No podré olvidar jamas todo lo que hizo por mí: su amor, su paciencia, su tolerancia fueron el mejor regalo que pudo darme en esta difícil etapa.

Pedí una segunda opinión, y una tercera también; en todas me dijeron que, de acuerdo con mi tipo de cáncer, era candidata a una cirugía conservadora, o sea que me podían salvar el seno, pero que me tenían que quitar los ganglios de la axila por prevención. Esto fue muy doloroso, pensé que nunca iba a mover el brazo. Tuve que hacer una terapia de ejercicios todos los días, pero poco a poco fui recuperando la movilidad.

Luego empecé las quimioterapia. En la primera lloré muchísimo, porque sabía que a partir de ese momento mi aspecto físico iba a cambiar completamente. Quise guardar para siempre en fotografías la mujer que era antes de mis quimioterapia, entonces llamé a Mariana Yazbek para que me hiciera un estudio con mis hijos y con mi esposo. Era tanto mi miedo y mi ignorancia acerca de este tema que pensé que quizá serían las últimas fotografías de toda la familia.

A los 25 días, aproximadamente, se me empezó a caer el pelo a puños, así que me rasuré la cabeza y me vi completamente pelona. Después de dos o tres días de sentirme muy mal, me maquillaba y me arreglaba para que mis hijos y mi marido me vieran lo mejor posible.

Después de cuatro quimioterapia, siguieron 37 radiaciones. No son dolorosas, pero me sentía muy cansada. Hoy estoy plenamente convencida de que haber tomado sesiones de quimioterapia y radiaciones fue lo mejor para recobrar mi salud.

Ahora me checo cada tres meses. Me practican una serie de análisis para llevar un control, por eso no puedo decir que mi lucha contra el cáncer ha acabado, todavía sigo luchando contra él.

Después de un año de haber terminado mi tratamiento, he llegado a la conclusión de que todo pasa por algo en la vida. En mi caso, me volví una persona que valora cada minuto, que está convencida de que la actitud positiva es la mejor herramienta cuando se está pasando por algo difícil y que es increíble darte cuenta que existen personas que te quieren y a quienes les importa tu suerte.

El ser hoy voluntaria en la Fundación Cima me ofrece la oportunidad de compartir mi experiencia y decirles a las mujeres que se quieran mucho, que estén muy pendientes de su cuerpo, que al sentir algo extraño o diferente en sus senos acudan inmediatamente al doctor, porque el tiempo es oro, y si detectamos algo a tiempo tenemos grandes posibilidades de VIVIR.



Fundación Cim*ab

Fuente: Matices. 27 testimonios de sobrevivientes de cáncer de mama; Lindero Ediciones, 2003. p138-139

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