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La Responsabilidad Social de las organizaciones en la Educación

Por: Josep Maria Canyelles

Todo empieza en la persona

Si aspiras a cambiar el mundo, primero prueba de cambiar la baldosa sobre la que te mueves. Recuerdo que una expresión similar a esta la usábamos en los cursos de monitores de educadores en el tiempo libre, con una clara intencionalidad pedagógica y educativa. Sería como decir «sé el cambio que quieres ser».

También de aquel tiempo y circunstancias en qué actuábamos de profesores de pedagogía de la naturaleza, recuerdo que en alguna ocasión nos lo habíamos hecho venir bien para hablar de un grupo ecologista alemán llamados azules que apostaban por un modelo de reivindicación ecologista que partía de de una manera muy diáfana de las actitudes de las personas, estableciendo un compromiso de mayor profundidad personalista que el meramente reivindicativo de los verdes, sin menospreciar esta otra dimensión.

Esta referencia a la relevancia de la actitud de las personas, de cada uno de nosotros, y muy especialmente a la coherencia entre los discursos y los comportamientos, resultaba básica en un contexto de carácter educativo donde quizá no era tan significativo el impacto ambiental de nuestras actuaciones como la manera como conformar nuestro propio impacto en el proceso de crecimiento personal. O dicho de otro modo: aun siendo altamente relevante el impacto en el entorno de nuestras actuaciones, lo que focalizábamos era la manera como la persona -o el niño y sus monitores en este caso- conformaban una escala de valores y una correspondencia de actitudes bastante coherente y estructurada, bastante consecuente, y bastante favorecedora del pleno desarrollo del individuo en armonía con el entorno.

La responsabilidad social de las organizaciones

A menudo, la persona con intenciones más nobles puede incurrir en incoherencias, al igual que cualquier organización -no importa si se trata de una empresa, ONG, escuela, o administración pública- también pueden afrontar en su gestión diaria, ya sea por falta de visión global de sus impactos, por desconocimiento de muchas materias no centrales en su actividad, o por dificultades organizativas, técnicas o económicas para poder desarrollar sus actuaciones como sería deseable idealmente.

El patrimonio de la presunta incoherencia afecta a cualquier organización, y es bueno poder afrontarlo sin acomplejamiento y con la mejor voluntad de tomar conciencia y gestionar adecuadamente los desajustes.

Sin duda, la primera responsabilidad de una organización no lucrativa ante la sociedad es la creación de impactos sociales sostenibles en el marco de su misión, de tal manera que se cree valor para todos los grupos de interés.

Pero cualquier organización también debe saber diferenciar lo que está en su misión y que conforma objetivos centrales de lo que tal vez sólo debe generar criterios de actuación pero que son hoy día muy relevantes: organizaciones que tienen una finalidad cultural desatienden aspectos sociales; organizaciones que tienen una finalidad en derechos humanos desatienden derechos culturales; organizaciones que trabajan por la sostenibilidad ambiental desatienden la sostenibilidad lingüística; organizaciones que defienden los derechos de ciertos colectivos no atienden los derechos sociales de otros colectivos diferentes…

Sin embargo, no sería positivo hablar de «incoherencias» por la carga negativa y culpabilizadora que conlleva este término. Partiendo de la constatación y el sano reconocimiento de que todas las organizaciones, como todas las personas, tenemos muchos aspectos a mejorar en cuanto al impacto que generamos en nuestro alrededor, lo que hace falta es desarrollar la voluntad de mejora constante para aproximar este impacto en nuestro discurso acercando al mismo tiempo este discurso a las expectativas que nuestro entorno tiene sobre nosotros.

Con gran facilidad podemos emitir críticas contundentes contra empresas y administraciones, las cuales sin que pierdan validez, no están con correspondencia con la capacidad limitada de autocrítica de nuestras propias organizaciones. En proporción a la capacidad de impacto social y ambiental de cada uno, algunas de nuestras actuaciones mal resueltas pueden estar al mismo nivel que aquellas que son blanco de nuestras diatribas.

Hoy son muchas las empresas que empiezan a asumir que el poder que recae en sus manos debe ir acompañado de una mejor asunción de la responsabilidad que va asociada. Algunas empresas ya han empezado a ejercer lo que se conoce como RSE, y disponen de sistemas para gestionarla, indicadores para hacer un seguimiento y plantearse su objetivos de mejora, e informes de sostenibilidad para rendir cuentas a la sociedad en un ejercicio de transparencia que es la base para el diálogo con las partes, la comparación con otras empresas, y la relevancia social de estas iniciativas.

En este sentido, no sería una justa correspondencia que las organizaciones que tienen una finalidad no lucrativa, o de progreso humano, o de mejora de la sociedad, rehuyesen de reconocer sus propias limitaciones y de mostrar transparentemente los esfuerzos por la mejora en cada una de las áreas. La exigencia social debe convertirse autoexigencia para hacer no sólo posible el cambio hacia mejor a nuestras organizaciones sino para hacer además una acción pedagógica, sabiendo que el compromiso de responsabilidad no sólo mejorará las áreas en las que nuestra acción puede generar un impacto, sino que tiene el gran valor de convertirse en ejemplo de compromiso dinámico y efectivo.

Una de las mejores aportaciones que las organizaciones al servicio del crecimiento humano pueden hacer hoy en la sociedad es situar sus estrategias y actuaciones sectoriales y particulares en el marco de una visión de unas comunidades más responsables socialmente en cada una de las partes comparte públicamente un anhelo similar de creación de capital social. Y la responsabilidad social nos puede ayudar.

Qué se entiende por Responsabilidad Social

Se entiende la Responsabilidad Social como la integración voluntaria, ya sea por parte de una empresa o de cualquier otro tipo de organización, de las preocupaciones sociales y ambientales en sus operaciones y sus relaciones con sus interlocutores. Se trata, pues, de una forma de gestión que se define por la relación ética de la organización con todos los públicos con los que se relaciona, y por el establecimiento de objetivos compatibles con el desarrollo sostenible de la sociedad.

Si bien este enfoque de gestión comenzó a desarrollarse en el corazón de algunas empresas, hoy se incorpora en todo tipo de organizaciones, privadas o públicas, cada una de acuerdo con el grado de impacto que puedan tener en la sociedad y en el entorno.

Las entidades no lucrativas, las públicas, las del conocimiento, las de educación superior, entre otras, también están incorporando la gestión de la RS. Para las organizaciones que gestionan conocimiento, la RS es un enfoque muy adecuado ya que a diferencia de los enfoques basados ​​meramente en estándares de gestión de la calidad, el medio ambiente, o la salud y seguridad laboral, la RS va más allá con un especial énfasis en el diálogo con los grupos de interés, lo que permite gestionar el conocimiento, el aprendizaje, la identificación de las mejores prácticas, y gestionar la confianza, rendir cuentas, profundizar en el compromiso, desarrollar valores…

Este comportamiento basado en el diálogo y en la buena ciudadanía corporativa, se suele orientar a una visión de mejora de la gestión de sus activos intangibles (talento de los equipos humanos, confianza de los clientes, solidez de las relaciones en la cadena, licencia social para operar , reputación, marca…) y pretende garantizar la sostenibilidad del propio proyecto empresarial.

Podríamos, pues, afirmar que la empresa ciudadana -otra forma como se conoce este perfil de compañía- es una organización que toma conciencia de sus interacciones con el entorno y de sus impactos, tanto positivos como negativos, y tanto los previstos como otras externalidades o incluso los potenciales.

Expresado así, parece que las organizaciones educativas tengan una responsabilidad social implícita. Sin embargo, la percepción sobre el objeto social de las organizaciones que comparten una base misional al servicio del desarrollo humano puede hacer perder la capacidad analítica y crítica sobre cuál es el amplio alcance de los aspectos que hay que gestionar con una enfoque de RS.

En el sector de la educación, la RS se puede hacer presente de maneras diversas, las relacionadas con la actividad educativa y las que corresponden a la gestión de las instituciones, y que podríamos trasladar a dos grandes objetivos:
a) Desarrollar criterios éticos en los futuros adultos en relación con el comportamiento socialmente responsable de las organizaciones;
b) Gestionar la propia organización educativa de manera que sus impactos creen el máximo valor para sus grupos de interés;

Gestionar la Responsabilidad Social

Metodológicamente, la gestión de la RS implica una serie de procesos entre los cuales los más significativos serían identificar los siguientes tres:

Identificar los grupos de interés. Una organización debe saber cuáles son aquellos agentes (grupos, organizaciones, sectores) sobre los que se genera impacto y viceversa. Por supuesto, encontramos a los clientes, usuarios o destinatarios, a los trabajadores, a la propiedad o titularidad, pero también otros como el barrio o comunidad, organizaciones sociales, medios de comunicación, organizaciones de consumidores, agentes sociales, asociaciones sectoriales, la competencia o concurrencia, el legislador o regulador, financiadores, otras empresas del territorio, etc. Saber identificar cuáles son los grupos de interés que tienen intereses legítimos sobre nuestra acción (y viceversa) y establecer canales o procesos de diálogo permite apreciar cuáles son las expectativas que tiene la sociedad sobre nuestra organización, y qué podemos tener nosotros sobre los demás, cuáles son las mejores prácticas, como generar procesos de trabajo en red que permitan un mejor impacto, como generar confianza entre las organizaciones y capital relacional para la sociedad.

Identificar la materialidad. Una organización debe saber cuáles son las cuestiones que debe abordar en la gestión de su RS, ya que ésta no se basa en una lista estándar sino en un proceso de aprendizaje sobre la realidad de la organización, sus impactos, las expectativas que genera, las consecuencias de la visión para la que trabaja. En el caso de una empresa, es importante comprender que la filantropía por sí sola no es RS, sino que una organización primero debe abordar las responsabilidades primarias, entendidas como las inherentes a la propia actividad, en un segundo lugar las secundarias, relacionadas con sus grupos de interés, y finalmente las terciarias, vinculadas a retos de la sociedad sobre los que la empresa no tiene una relación de causalidad directa. Haciendo un rápido paralelismo, no podríamos clasificar como socialmente responsable que una escuela colaborara con un proyecto solidario del Sur mientras que hiciera dejadez ante las expresiones de valores asociales en las actividades deportivas.

Rendir cuentas. La rendición de cuentas es un requisito más de la metodología de la RS como enfoque de gestión. No vale presuponer que ya basta hacer las cosas bien. Rendir cuentas significa mostrar cómo se hacen las cosas en aquellos aspectos que forman parte de las inquietudes de nuestros grupos de interés, dar contenido al diálogo haciendo posible contrastar datos y puntos de vista, marcar y comunicar objetivos de mejora del rendimiento y establecer pautas de trabajo en red o creación de sinergias. Y también permite mostrar el compromiso, los análisis sobre el rendimiento y las buenas prácticas, de manera que puedan ser útiles para otras organizaciones similares.

Proceso de mejora continua

Es importante hacer notar que, aunque haya muchas iniciativas que permiten obtener etiquetas, certificaciones, y reconocimientos varios, el más importante es tener un compromiso claro en todo aquello que afecta a los impactos de la organización en las diversas materias, habitualmente clasificadas en impactos económicos, ambientales, sociales, laborales y buen gobierno. Y que este compromiso tenga un carácter integral, respeto toda la organización y las relaciones con los grupos de interés, vinculándose al modelo de organización y la propia estrategia corporativa, y se acompañe de medidas concretas integradas en el funcionamiento organizativo.

Hay que hacer notar que no es conveniente simplificar refiriéndose a empresas u organizaciones socialmente responsables, ya que esta catalogación parece remitir a una dualidad engañosa entre buenos y malos. Preferimos en todo momento hacer notar que una organización gestiona la responsabilidad social, lo que ya es indicativo del hecho de encontrarnos ante un proceso de mejora continua, como muchos otros que puede llevar a cabo una entidad, sólo que en este caso ocurre sobre unas materias que tradicionalmente no han entrado dentro del ámbito de gestión y que requieren saber interpretar inquietudes sociales, a partir de los grupos de interés, muchas de las cuales pueden ser variantes o evolutivas con el tiempo e incluso contrapuestas.
Algunos ejemplos

Pondremos algunos ejemplos, ya sea con buenas prácticas reales o con cuestiones a abordar, sin voluntad de prescribir en un campo donde cada compañía o entidad debe saber hacer su mapa de materialidad y establecer las prioridades.

Ø El compromiso ético de la organización se puede establecer de maneras diversas. En la materia central, de carácter educativo en el marco de este artículo, existen documentos como el proyecto educativo del centro que pueden recoger aspectos. Pero el documento de referencia para mostrar el compromiso estructuradamente es el Código ético, un documento que establece los valores corporativos y desgrana cómo se hacen operativos en relación con cada grupo de interés. De otra manera, ¿tenemos algún documento que podamos entregar a los proveedores indicando que esperamos de ellos para continuar siendo proveedores nuestros?

Ø Otra manera de estructurar el compromiso es suscribiendo iniciativas externas, ya sean éticas y globales, como el Pacto Mundial de Naciones Unidas, o locales y sectoriales, como las redes de escuelas verdes. Como ejemplo global y sectorial, el Pacto Mundial de Naciones Unidas promovió los Principios para una Educación en Gestión Responsable [1] dirigidos específicamente a las instituciones de educación superior implicadas en la educación de los gestores actuales y futuros.

Ø ¿Cómo se garantiza que los valores que se proclaman formen parte realmente de todas las personas de la organización, incluidas sobre todo las que supuestamente tienen por función transmitir? Algunas empresas, que tradicionalmente no se habían hecho esta pregunta y ahora lo requieren, son conscientes de que no saben suficientement, y están experimentando y buscando las mejores prácticas. Podría ocurrir que en otras organizaciones se presupone en exceso y se renunciara a ejercer una gestión del cambio que abordara radicalmente la asunción de los valores por los que ha optado.

Ø ¿Cómo fomentamos una participación empoderadora y que se encare a un proceso de mejora? La transparencia no es sólo una voluntad de mostrar las informaciones de las que se dispone, sino que debe vincularse a la calidad de la información, ya que se pretende facilitar una participación eficaz y mejorar las aptitudes participativas. Se sabe que los datos informativos tienen un valor relativo sino se les otorga significación. Por ejemplo, ¿pueden nuestros grupos de interés acceder a datos comparados sobre rendimiento?

Ø En las contrataciones podemos introducir cláusulas sociales, es decir, criterios que pueden hacer referencia a la inclusividad laboral, calidad de condiciones laborales, sostenibilidad ambiental, contenidos lingüísticos, etc. Esta técnica no debería usarse meramente como un recurso legalista sino que debería conllevar en paralelo un proceso de diálogo abierto con el conjunto de proveedores para mejorar y profundizar en el sentido de la cláusula social, favoreciendo no solamente el cumplimiento sino que la misma empresa pueda ser más competitiva en otros sectores poniendo en valor el esfuerzo realizado para su cumplimiento.

Ø ¿Cómo rendimos cuentas a nuestros grupos de interés? El instrumento por excelencia de rendición de cuentas es la memoria de responsabilidad social, también llamada informe de sostenibilidad, la cual describe de manera ordenada y sistemática el comportamiento corporativo y sus impactos, por medio de indicadores pautados en aspectos diversos. Una memoria no es un canal publicitario, sino que debe proporcionar una imagen equilibrada y razonable. Esto implica incluir tanto los aspectos positivos como los negativos de la organización.

Como se aprecia, las reflexiones a hacer en el marco de la RS son muy amplias y podrían incluir además temas fundamentales como el impacto social generado (la escuela como ascensor social) o las actitudes de las familias en las competiciones deportivas escolares, enfoques innovadores como el voluntariado en familia o la gestión compartida de indicadores ambientales del centro, temas delicados como la manera de tratar los regalos en el marco escolar, cuestiones complejas como los límites de la diversidad o las ondas electromagnéticas…

Finalmente es importante comprender que la RS no es una práctica externa y filantrópica sino nuclear y estratégica, relacionada con cómo aseguramos la integración de las sensibilidades sociales, como asegure la gestión, como las transparentamos, como aportamos el máximo valor a todos los grupos de interés.

Construyendo Territorios Socialmente Responsables

Conseguir que la responsabilidad social forme parte del territorio no es un reto reservado exclusivamente a instituciones del ámbito económico. Precisamente, si se pretende que la RS sea un referente, una manera de proceder, un enfoque integrado a la cultura organizacional, un atributo del propio territorio, es necesario que una gran parte de organizaciones se la hagan suya, la practiquen y la fomenten. Y desde los ámbitos educativos se pueden dar grandes oportunidades tanto en el fomento de los valores como en tanto que organizaciones que interactúan en el mercado y la sociedad.

Las instituciones educativas pueden ser un modelo de gestión socialmente responsable y aportar esta manera de hacer a la colectividad. Y ponerla como un estándar en la relación con todos los grupos de interés.

Las instituciones educativas y académicas, pues, también pueden ser unos actores relevantes para construir Territorios Socialmente Responsables [2], unos territorios donde no sólo la gestión ética esté considerada, sino que se puedan abordar retos del territorio a partir de la gestión de la RS de cada agente. Así, por ejemplo, instituciones educativas pueden incorporar mejor retos sociales como el emprendimiento, empresas pueden sumarse al reto de los valores cívicos o comercios del barrio pueden colaborar en iniciativas como los caminos escolares.

A menudo las escuelas son consideradas destinatarias de múltiples demandas que formula la sociedad. Pero la gran parte de los retos importantes que hoy tenemos presentes tienen una complejidad tal que sólo pueden ser abordados con una visión relacional que tenga capacidad para generar análisis, conocimientos, y respuestas compartidas. Así, se requiere una visión multilateral donde los diversos actores tomen parte bajo un principio de corresponsabilidad, confianza y complicidad mutua. Los marcos escolares son un espacio más y singular pero no el único si se pretenden gestionar valores de la sociedad.

La RS puede facilitar la generación de relaciones de confianza entre las partes, en la medida que parte de compromisos tangibles, de diálogo y de transparencia. En un contexto de territorio, la RS puede favorecer la identificación de retos compartidos y la capacidad de crear sinergias y fomento de la innovación social. Son muchos los estudios que avalan que hay una conexión causal entre la calidad institucional, el capital social y el grado de desarrollo de los países. El desarrollo económico y el progreso de un territorio se fundamenta en un potencial más sólido cuando parte de la implicación de todas las partes y sabe aglutinar las iniciativas públicas, privadas y sociales. La excelencia se puede lograr cuando cada organización de la comunidad sabe gestionar su responsabilidad ante la sociedad y se pueden desarrollar alianzas estratégicas en beneficio del territorio.



Josep Maria Canyelles

Experto en Responsabilidad Social de las Empresas y Organizaciones. Promotor del think tank Responsabilitat Global. Promotor de collaboratio, iniciativa para los Territorios Socialmente Responsables. Coordinador de la Comisión de RS de la Asoc. Catalana de Contabilidad y Dirección. Asesor técnico de la Cámara de Comercio de Barcelona en materia de RSE. Colaborador de la Asoc. para las Naciones Unidas en materia de RS. Asesor de gobiernos en RS. Ha realizado una comparecencia parlamentaria en la Subcomisión de RSC del Congreso de los Diputados en calidad de experto. Colaborador docente de diferentes universidades y programas formativos de alta dirección.

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