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Gestión de personas para nuevos filántropos

La buena voluntad ya no es suficiente en un sector que busca transparencia, resultados y eficacia, con organizaciones que gestionan presupuestos millonarios. La filantropía pide a los mejores talentos y nuevos perfiles profesionales adecuados a proyectos y actividades cada vez más complejos.

La bahía de San Francisco es un laboratorio de la nueva filantropía. Muchas de las compañías allí instaladas consideran este tipo de actividades como una prioridad, y desde allí se ha cambiado la manera de abordar este tipo de iniciativas. Han surgido nuevos fenómenos; se habla del concepto de ayuda como inversión; de aplicar los criterios de la empresa a las actividades filantrópicas que buscan la obtención de resultados…

Las novedades y los retos sociales a los que se enfrentan y por los que luchan las organizaciones del Tercer Sector otorgan a estas un protagonismo creciente que exige que su gestión se guíe por criterios de buen gobierno y eficacia.

Tras haber pasado de posiciones voluntaristas y actitudes reivindicativas a una gran profesionalización, estas organizaciones se resitúan sobre la base del concepto de transparencia, teniendo en cuenta que quienes consigan comunicar mejor de dónde provienen sus fondos, dónde van a parar y qué resultados se obtienen, serán los triunfadores en este nuevo escenario. Todo esto implica nuevas necesidades y perfiles profesionales específicos para satisfacer los objetivos que se plantean: directores, gestores, estrategas y personas capaces de crear entornos de colaboración entre las empresas y las ONGD.

Los episodios de presuntos fraudes en algunas ONG españolas que aún están relativamente recientes revelaron que el Tercer Sector se halla en una fase de evolución constante. La nueva filantropía introduce exigencias, controles y estrategias no conocidos que las organizaciones no gubernamentales para el desarrollo (ONGD) deben asumir para ser verdaderamente eficaces. Es un panorama inédito de intervención de empresas y grandes fortunas en la ayuda al desarrollo, un impulso definitivo del ámbito privado a este tipo de actividades trae consigo nuevas formas de actuación.

Ignasi Carreras, director del Instituto de Innovación Social de Esade, explica que hace sólo unos pocos años se pensaba que las políticas de recursos humanos no eran necesarias en el ámbito de las organizaciones que se mueven en el mundo de la filantropía. «Pero hoy el valor diferencial entre una y otra organización es precisamente el tipo de equipo humano que se tiene, por lo que la profesionalización de los RRHH resulta básica».

Atraer y fidelizar a los mejores
Carreras añade que «los sistemas de competencias, la evaluación del desempeño o los programas de desarrollo permiten atraer el talento que se necesita, pero también retenerlo». En el caso de las ONGD, estas tratan de incorporar a los mejores profesionales. Cuentan con una base social fiel y un equipo de personas que creen en lo que hacen. Pero quienes están en plantilla perciben unos salarios inferiores a los de otros sectores, algo que obliga a conceder a estos profesionales otras contraprestaciones, muchas de ellas de tipo intangible, como la fuerte identificación con la causa; la posibilidad de una carrera profesional dentro de la organización; el buen clima laboral; la consecución del resultado, o incluso posibilidades de viajar.

Las ONGD cuentan en España, según el último informe de situación de Congde, con un capital humano que supera las 250.000 personas. 235.000 realizan una labor de tipo voluntario, mientras que 18.000 son profesionales retribuidos. El personal voluntario y remunerado del sector de las ONGD es mayoritariamente femenino, a pesar de lo cual en los puestos de máxima responsabilidad -dirección de la organización y presidencia del órgano de gobierno- esta proporción se invierte.

Javier Martín Cavanna, presidente de la Fundación Compromiso Empresarial, señala que en España hay una diferencia en el nivel de gestión entre las ONG y el sector de las fundaciones. Martín Cavanna advierte mucha más eficiencia en las primeras –las ONG han sufrido procesos de escrutinio y están sometidas a más competencia entre ellas–, y observa algunas carencias importantes desde el punto de vista directivo, sobre todo en las segundas. «El área estratégica es hoy la más necesaria, más que la de operaciones, y el sector de las ONG cuenta con directores generales muy bien formados, que complementan su carrera con un máster y que cuentan con una experiencia empresarial que resulta muy positiva».

Por lo que se refiere al gobierno corporativo, el presidente de la Fundación Compromiso Empresarial asegura que «los patronatos y juntas directivas de las fundaciones informan muy escasamente sobre la situación económica o las cuentas de resultados. Se trata de órganos que no aportan valor, muy ceremoniales, en los que no hay procesos rigurosos de selección, la renovación de cargos es nula y existe muy escasa evaluación del desempeño».

Ignasi Carreras señala que las ONGD eran antes el reflejo de los fundadores que impulsaban una causa, pero ahora requieren y cuentan con equipos directivos cada vez más sólidos y solventes que responden al crecimiento de las organizaciones que dirigen, más difíciles de gestionar. Carreras añade que, en general «las ONGD se han hecho más complejas que la propia evolución de sus órganos de gobierno».

En relación con esta complejidad, Javier Martín Cavanna advierte de que las instituciones que trabajan en este sector «tienen tendencia a ser demasiado ambiciosas, y resulta necesario ser consciente de cuál es el principal activo que tiene cada uno. Aquí los patronatos, sobre todo los de las fundaciones, deberían decir muchas cosas, pero hoy no están participando». Añade asimismo que, en general «no suele existir una orientación a resultados, y que escasean los mecanismos que evalúan la efectividad. No se refleja el impacto que producen las actividades que se llevan a cabo; no se sabe si lo que se hace, se hace bien o mal».

Ignasi Carreras explica que «resulta difícil medir los resultados de impacto social», y asegura que «una ONG no puede saber si funciona correctamente analizando sólo si tiene más ingresos y más voluntarios. Hay que estudiar el impacto de las actividades, y aquí radica uno de los retos fundamentales».

Campañas
El director del Instituto de Innovación Social de Esade señala otro avance de este sector que implica nuevas exigencias: «Hace 15 años, las ONGD servían exclusivamente como catalizador de la solidaridad de los ciudadanos, pero este rol se ha completado con el de hacer propuestas para combatir los factores que provocan la pobreza, la desigualdad o la exclusión. El propio Barack Obama ha aprendido mucho de los modelos de campaña de las ONGD, con sus fórmulas que utilizan el poder de Internet y las redes sociales para sumar pequeños esfuerzos entre una gran cantidad de gente, consiguiendo así que esa cantidad de ciudadanos se sienta parte del proceso de una forma en la que antes no era posible.

Carreras piensa que un gran reto de futuro -en un escenario en el que las soluciones a los problemas no vienen exclusivamente de los gobiernos, las ONG, las organizaciones internacionales y las empresas- es la acción concertada. «Y uno de los aspectos que deben cambiar es que las empresas y las ONG puedan colaborar eficazmente».

Javier Martín Cavanna asegura además que «los periodos de crisis económica suponen un momento extraordinario para revisar todos los planteamientos y hacer filantropía inteligente; para que las organizaciones y fundaciones trabajen en modelos que creen valor social». Ignasi Carreras piensa que las crisis suponen una amenaza, pero también una oportunidad para las ONGD. «El trabajo de estas organizaciones se incrementa en tiempos difíciles. En los primeros meses de 2008, por ejemplo, las peticiones de ayuda a instituciones como Cáritas se incrementaron en un 40%. Pero no hay más recursos para abordar estos aumentos de trabajo; cuesta más captar nuevos socios, y por primera vez en mucho tiempo las ONGD verán reducciones en sus presupuestos, lo que provocará que algunas queden estancadas».

El director del Instituto de Innovación Social de Esade insiste en que los tiempos difíciles generan nuevas oportunidades para las organizaciones que se mueven en este sector: para empezar, se trata de un impulso para lograr que sean más emprendedoras; favorecen la eficiencia, en un escenario de reducción de costes y de hacer lo mismo con menos; provocan la búsqueda de nuevos recursos; y fomentan las alianzas entre ONG en busca de la eficacia.

El complejo ‘negocio’ de cambiar el mundo
Aplicar los criterios de la empresa a las actividades filantrópicas que buscan la obtención de resultados, o incluir los criterios del capital riesgo, en lo que se conoce como ‘venture philanthropy’. Estos son algunos de los nuevos conceptos que se aplican a un sector cada vez más complejo que requiere de una creciente eficiencia.

Mark Benioff, fundador de la compañía tecnológica Salesforce.com y autor del libro ‘El negocio de cambiar el mundo’, muestra su admiración por el potencial de cada vez más compañías que emplean iniciativas integradas de filantropía en las fases iniciales de su ciclo de vida, y se pregunta qué ocurriría si esto se hiciera a gran escala: «Este nuevo modelo podría incrementar dramáticamente el porcentaje de donaciones corporativas y llevaría a lo que el analista de ‘Fortune’, David Kirkpatrick, ha llamado el final de la filantropía».

Este nuevo escenario de intervención de las empresas supone un impulso definitivo del sector privado en las actividades filantrópicas, a lo que se une la decisión de algunos multimillonarios -Warren Buffet, o Bill y Melinda Gates- de legar sus enormes fortunas a esta causa, «que aportan cantidades que nunca habían llegado al mundo filantrópico».

La nueva mentalidad filantrópica de las empresas cambiará el equilibrio entre lo público y lo privado, pero también hará que las organizaciones no gubernamentales (ONG) modifiquen sus estrategias de actuación. Hoy existe una gran competencia en el ámbito de las ONG, ya que los donantes se han convertido en inversores y miden quién funciona mejor.

Los nuevos filántropos muestran una capacidad mucho mayor que la que pueden tener los países del G-8 para ayudar al continente africano a salir de la pobreza, según Jeff Sachs, consejero especial del secretario general de Naciones Unidas. Sachs aseguraba recientemente en Financial Times que iniciativas filantrópicas como la de Bill y Melinda Gates, o la de Warren Buffett, podrían eclipsar las iniciativas públicas de todos estos países. Sachs asegura que «si la Fundación Rockefeller fue la institución de desarrollo más importante del siglo XX, la de los Gates será la que marque el camino en el siglo XXI».

El consejero de la ONU recuerda que en el mundo hay cerca de 950 grandes fortunas cuya riqueza se estima en 3.500 billones de dólares. Una fundación formada con el 5% de esa cantidad se convertiría en una potencia solidaria de más de 175.000 millones de dólares al año que, según el funcionario de Naciones Unidas, sería un ejemplo de cómo la filantropía privada puede aportar soluciones a problemas concretos y resolverlos eficazmente.
Fuente: Expansión & Empleo

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