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Forma y fondo XC Otra vez los Alimentos

A lo largo del año son muchos los foros, cumbres, consultas, congresos, declaraciones, cartas, recomendaciones, etc., el nombre no importa, que se celebran con el mismo fin: la seguridad alimentaria a nivel mundial, nacional o local.

En días pasados se celebró en Roma, del 16 al 18 de noviembre, la Cumbre Mundial Alimentaria 2009 convocada como oportunidad única para adoptar medidas y políticas que combatan el hambre que padecen más de mil millones de habitantes; según estadísticas este año se sumarán otros ciento veinte millones.

Desafortunadamente los resultados fueron pobres y su declaración final no contiene objetivos cuantificables y plazos que permitan seguimiento en su progreso.

La meta de reducir a la mitad el número de personas que padecen hambre para el 2025, es imposible. Hay que tener los pies en la tierra: un mundo libre de hambre, una nación, un estado o un municipio todavía están lejanos. Sin embargo estos esfuerzos intentan responder al desafío planteado por el problema que aumenta.

El camino es un cambio radical en las políticas alimentarias y agrícolas, una nueva visión sobre los recursos productivos con una reforma del concepto agrario que además detenga la especulación con los alimentos.

Debe priorizarse el apoyo a los productores de alimentos que contribuyen a la sustentabilidad de las comunidades locales, en lugar de centrar los apoyos a los cultivos de exportación y los agro combustibles.

No se adoptaron medidas para evitar los efectos devastadores de la agricultura corporativa industrial, de tecnologías como los transgénicos, impulsadas por corporaciones transnacionales y de los efectos mortales de los agro químicos que, prohibidos en países desarrollados se utilizan en regiones pobres.

La única solución a la crisis mundial de alimentos y la soberanía alimentaria vendrá de los pequeños productores de alimentos. En el mundo suman más de mil quinientos millones y producen más del setenta y cinco por ciento de la demanda de alimentos en el planeta, pero pueden llegar a cubrir el cien por ciento de las necesidades con la agricultura sostenible y de pequeña escala.

Según los datos disponibles, el ochenta por ciento de los más de mil millones de personas amenazadas por el hambre y la desnutrición está compuesto por pequeños agricultores y campesinos que, con políticas públicas adecuadas y fondos específicos, a corto plazo serían capaces de garantizar su propia alimentación y la de los demás.

Se habló con seriedad de establecer un código de conducta para regular el moderno latifundismo por parte de estados soberanos o empresas que acaparan tierras agrícolas en países pobres. Los países que encabezan este principio de moderno feudalismo son China, Arabia Saudita y Corea del Sur con agresivas políticas de adquisición de terrenos en naciones como Etiopía y Sudán.

Las protestas no tardaron en surgir por parte de Organizaciones de la Sociedad Civil que denuncian un uso especulativo con las compras de grandes extensiones de tierra agrícola.

La ganancia es total para esos grandes capitales provenientes de países desarrollados que gastan 375 mil millones de dólares anualmente en subsidios a su agricultura, miles de millones más en armamentismo y adquieren cientos de miles de hectáreas de terreno a precios irrisorios para especular con lo que produzcan.

La Cumbre puso de manifiesto una vez más, que las declaraciones acostumbradas por muchos gobiernos y las grandes compañías transnacionales, están lejos de los anhelados comportamientos socialmente responsables.

Llegamos al momento de un agrocidio, si vale el neologismo, originado por el olvido de que la Tierra es un ser vivo, nosotros somos parte de ella y hasta ahora se ha considerado como el depósito de recursos para monopolizarlos.

Las naciones y los pueblos se formaron por su relación con ella, su cuidado y conservación, en permanente reciprocidad por los bienes que ofrece para sobrevivir.

Lejos quedó la norma, principio del actual concepto de sustentabilidad, con que se regían las civilizaciones prehispánicas y los habitantes de los continentes colonizados a partir del descubrimiento de América: explotar la naturaleza no para la acumulación individual sino para satisfacer las necesidades de los pueblos.

Los descubrimientos y conquistas cortaron ese florecimiento que había aprendido a vivir en armonía con la Madre Tierra durante milenios, y en solo quinientos años de saqueo, mercantilización y depredación de la naturaleza, tienen a la humanidad al borde de un cataclismo social y climático.

La forma: proteger la dignidad de las personas con acciones políticas inspiradas en los principios de la ley natural, por el bien de la humanidad.

El fondo: solamente con la unión de los Estados, basada en su diversidad étnica y cultural, los pueblos más necesitados, parte de la gran familia humana, tendrán acceso a los frutos de la tierra, porque: TODOS SOMOS NATURALEZA.

Comunicado de Prensa

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