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Las farmacéuticas privatizan al ADN

Las firmas explican que el financiamiento de sus investigaciones requiere de una protección legal; inconformes han interpuesto una demanda en EU por creer que nadie puede ser dueño de los genes.

Cuando se inventó la radio a finales del siglo XIX por genios como Marconi, Edison y Tesla; el Gobierno y la industria se enfrentaron con una adivinanza: ¿quién se apropiaría de la banda limitada de frecuencias electromagnéticas que hicieron posible esta nueva creación?

Para 1920, la decisión fue que las ondas serían propiedad del público, y el Estado daría frecuencias a las compañías que acataran ciertas reglas. Un siglo después, este sistema no es perfecto, pero nos ayuda a recibir diariamente desde mensajes de texto y Youtube hasta las últimas canciones de Lady Gaga.

Ahora la sociedad enfrenta un problema similar con la propiedad de los genes humanos, otro tipo de espectro que siempre ha existido pero no se sabía nada de él hasta que se descubrió. Esta vez la historia es distinta: en vez de que un modelo de propiedad pública otorgue licencias, la Oficina de Patentes de Estados Unidos ha pasado los últimos 20 años dando patentes a compañías, universidades y a otros que descubran genes, con el 20% de los genes humanos ya reclamados.

La validez de la emisión de estas licencias ha sido controversial por décadas, y el año pasado el Sindicato de Libertades Civiles de Estados Unidos (ACLU por sus siglas en inglés) trajo a la mesa un caso contra Myriad Genetics, quien tiene la patente de dos genes que, en una forma mutada, pueden hacer que la persona que los posee tenga un alto riesgo de padecer cáncer de mama. Según el ACLU y una larga lista de demandantes que incluye grupos de investigación y defensores de pacientes, la Oficina de Patentes de Estados Unidos (también una acusada) hizo mal en emitir estos permisos, y por extensión, todas las patentes genéticas.

«Los genes son entidades naturales, como el aire o la gravedad», dijo el abogado del ACLU, Chris Hansen, «y por lo tanto, legalmente no pueden ser sujetos a una patente».

El ACLU también alega que las patentes de Myriad bloquean el acceso al material genético para aquellos investigadores y pacientes que buscan una segunda opinión sobre los resultados del cáncer de mama, pero está prescrita por la exclusividad de la patente de Myriad. Critican los precios de acceso de Myriad, que pueden llegar a costar hasta 3,000 dólares.

El defensor de Myriad, Richard Marsh, alega que la firma y los investigadores que trabajan en la Universidad de Utah (que es copropietaria de las patentes, y también fue demandada) descubrieron algo que existe fuera de la naturaleza. Al extraer genes de un cuerpo humano, crearon una secuencia aislada que sí es patentable, ya sea que esta secuencia ocurra dentro de una persona o fuera de ella. La Oficina de Patentes de Estados Unidos estuvo de acuerdo, y el ACLU pone en duda este razonamiento.

Marsh también insiste en que los investigadores y los pacientes se han beneficiado de la licencia de Myriad para los genes BRCA I y BRCA II, así como algunas mutaciones en estos genes que están ligadas al cáncer de ovario y de mama. También defendió el hecho de que la compañía esté poniendo un precio a los genes, alegando que en eso radica la esencia de la protección de la patente: Myriad puede cobrar lo que quiera sobre algo que ella creó hasta que el permiso caduque y el gene pertenezca al dominio público.

Lo que es más crítico es que Myriad y otros miembros del sector farmacéutico alegan que sin la protección de la patente, nadie invertiría en el desarrollo de productos con base en marcadores genéticos para enfermedades. «Sin las patentes nadie va a invertir ni trabajar para hacer que este producto sea accesible para la gente», dijo Marsh.

Ambas partes están esperando que el juez federal, Robert Sweet, apruebe el caso para que se lleve a cabo el juicio en la Corte de Distrito del Sur de Nueva York. El mes pasado, Sweet se negó a descartar el caso en una moción presentada por Myriad, lo que sugiere que tal vez querrá escuchar el caso, aunque esto no es seguro.

«Si no es ahora, tendrá que atender el caso después, porque hay asuntos clave en riesgo que pueden afectar a toda la industria farmacéutica», dijo Robert Cook-Deegan, director del Centro de Ética, Derecho y Políticas de Genomas en la Universidad Duke.

¿Genes públicos o privados?

Esto nos remite a la invención del radio y del espectro electromagnético, así como a las soluciones potenciales que exigen imaginación y creatividad más allá del ya probado método farmacéutico para aplicar una patente a todo lo posible.

Una idea puede ser convertir los descubrimientos genéticos en entidades de propiedad pública, pues muchos de ellos fueron hallazgos logrados gracias al financiamiento de los contribuyentes, y así serán concesionados a las empresas a manera de frecuencias en la radio. Las licencias deberán seguir ciertas reglas como permitir a los investigadores y a los pacientes tener acceso a las secuencias de ADN, y exigir que los precios sean congruentes con los costos.

Desde hace décadas se ha empleado una variación de este modelo para que el Gobierno extraiga recursos naturales como petróleo y oro de territorio público. Los negocios concursan para recibir los permisos que les permitan extraer estos recursos (y recuperar sus inversiones) por cierto periodo si acatan ciertas reglas.

De un pacto agrícola a nivel mundial en 2004 surgió otra idea: el Tratado Internacional sobre Recursos Genéticos de Plantas para Alimentos y Agricultura, ratificado por Estados Unidos y otras naciones que permiten a los tenedores de patentes ser dueños de descubrimientos genéticos para modificar plantas, pero no para prohibir a otros el tener licencia para usarlos. El mes pasado, un comité de asesoría en el Departamento de Salud y Servicios Humanos emitió recomendaciones para que las patentes sobre pruebas de diagnósticos genéticos también se modifiquen para permitir un mayor acceso a los investigadores y a los pacientes.

La controversia sobre quién puede ser propietario de los genes será solucionada no por las agencias gubernamentales, abogados o jueces, sino por los avances en la ciencia. La noción sobre si un marcador genético puede determinar el riesgo de una persona para padecer una enfermedad común ya es cosa del pasado. La ciencia moderna sugiere que los factores de riesgos de enfermedades como la diabetes aumentan por la interacción de docenas (incluso centenas) de genes y otras estructuras moleculares en el cuerpo. Un sistema legal que no frene la flexibilidad para incorporar esta ciencia de ágil crecimiento ocasionará confusión general.

Encontrar la claridad sobre quién es dueño del ADN tomará tiempo, y será un problema más complejo que tratar una simple frecuencia de radio para transmitir una canción de Lady Gaga. En esta nueva era de biología genómica y molecular es crucial que la forma en la que se implementen los nuevos descubrimientos se atienda con la misma inteligencia que la de los descubrimientos mismos.

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