En medio de la carrera global por reducir las emisiones y mitigar los efectos del calentamiento global, la captura de carbono ha sido promovida como una solución intermedia entre la dependencia de los combustibles fósiles y la transición hacia fuentes limpias. Esta tecnología, que permite atrapar el CO₂ de instalaciones industriales o directamente de la atmósfera, ha ganado terreno gracias a incentivos fiscales y grandes inversiones públicas y privadas.
No obstante, su eficacia y pertinencia han sido puestas en duda por diversos sectores, según información de Fast Company. Mientras algunas voces la defienden como una pieza útil del rompecabezas climático, organizaciones ambientales y expertos en energía argumentan que la captura de carbono podría estar retrasando la acción climática al justificar la continuación del uso de carbón, petróleo y gas. La pregunta es pertinente: ¿es esta estrategia realmente efectiva o solo un paliativo costoso?
¿Qué es la captura de carbono y cómo funciona?
La captura de carbono, también conocida como captura y almacenamiento de carbono (CCS, por sus siglas en inglés), es un proceso mediante el cual se recolecta el dióxido de carbono (CO₂) generado por la quema de combustibles fósiles antes de que alcance la atmósfera. Las industrias pueden instalar sistemas que separan el CO₂ de otros gases de combustión en la chimenea o incluso extraerlo directamente del aire con grandes “aspiradoras” atmosféricas.
Una vez capturado, el gas se comprime y transporta —generalmente por ductos— hasta un lugar donde es inyectado a gran profundidad bajo la superficie terrestre. Allí, puede almacenarse en formaciones geológicas como vetas de carbón no explotables, capas de sal o depósitos basálticos, donde se espera que permanezca por cientos o miles de años.
Sin embargo, cerca del 75% del CO₂ capturado no se almacena de forma permanente, sino que se utiliza para la recuperación mejorada de petróleo. En este proceso, se inyecta CO₂ en pozos petroleros para incrementar la presión y facilitar la extracción de crudo. Es decir, se termina usando más energía fósil a partir de un procedimiento que supuestamente era parte de la solución climática.
Aunque existen ejemplos técnicos exitosos, como la instalación de BKV Corp. en Texas, donde se inyecta el CO₂ a casi tres kilómetros de profundidad, los incidentes como la fuga detectada en Illinois en 2023 demuestran que los riesgos de filtración y contaminación subsisten, especialmente si se almacenan cerca de fuentes de agua potable.
¿Qué tan efectiva es la captura de carbono?
Las cifras actuales muestran que esta tecnología tiene un alcance limitado. En 2023, unas 45 instalaciones a escala comercial capturaron apenas 50 millones de toneladas métricas de CO₂, frente a las 53 gigatoneladas de gases de efecto invernadero emitidos a nivel mundial. El volumen capturado representa una fracción mínima del problema global.
Técnicamente, la mayoría de las instalaciones sólo consigue retener cerca del 60% de sus emisiones. Aunque algunos proyectos han prometido capturar hasta el 90%, expertos como Alexandra Shaykevich, del Environmental Integrity Project, sostienen que “en la práctica, eso nunca ha sucedido”. Superar ese umbral implica costos técnicos y económicos difíciles de justificar.
Además, el CO₂ no se emite en un solo punto, sino en múltiples procesos industriales, lo que hace más compleja su captura integral. Según Grant Hauber, del Institute for Energy Economics and Financial Analysis, el reto está en “capturar el dióxido de carbono de cada punto donde se emite”, una tarea costosa y logística y técnicamente desafiante.

Por si fuera poco, el proceso mismo de captura de carbono puede tener efectos colaterales. Un estudio de 2021 reveló que emite cantidades considerables de metano —un gas de efecto invernadero mucho más potente que el CO₂— debido a fugas durante el transporte del gas. Esto plantea una paradoja climática: una solución que, indirectamente, puede agravar el problema.
¿Una estrategia equivocada contra el cambio climático?
Muchos expertos consideran que insistir en la captura de carbono puede ser una distracción peligrosa. En lugar de enfocarse en energías renovables, algunas industrias la utilizan como argumento para prolongar la vida útil de tecnologías contaminantes. El problema no es solo técnico, sino estratégico y político.
La Agencia Internacional de Energía y la Agencia de Protección Ambiental de EE. UU. advierten que el uso extendido de esta tecnología para obtener más petróleo contradice sus objetivos climáticos. Si el CO₂ capturado termina ayudando a extraer más combustibles fósiles, su aporte a la descarbonización se diluye o incluso se anula.
Además, casos como la prohibición del almacenamiento de carbono cerca del acuífero Mahomet en Illinois muestran que la percepción pública también se está volviendo crítica. Las comunidades temen los riesgos ambientales asociados, como posibles filtraciones o la contaminación de fuentes hídricas esenciales.

El papel de los incentivos fiscales en su expansión
A pesar de las críticas, la captura de carbono sigue atrayendo grandes inversiones, especialmente en Estados Unidos, donde los créditos fiscales han sido clave para su adopción. Jessie Stolark, directora ejecutiva de la Coalición de Captura de Carbono, afirma que estos incentivos han “impulsado una inversión significativa” y son esenciales para mantener la competitividad internacional del país.
No obstante, el futuro de estos subsidios está en entredicho. Aunque siguen incluidos en el borrador del proyecto de reconciliación del Comité de Finanzas del Senado, la inflación ya ha reducido su valor real, lo que podría frenar nuevos desarrollos. Varios proyectos industriales en la Costa del Golfo dependen de estos apoyos para ser viables.
Sangeet Nepal, especialista de la Coalición, aclara que esta no es una solución final: “No es un sustituto de las energías renovables… es solo una tecnología complementaria”. Para él, la captura de carbono puede ayudar especialmente en industrias difíciles de descarbonizar, como el cemento o el acero, pero debe verse como una medida transitoria, no como el centro de la política climática.

¿Una pieza útil o una falsa esperanza?
La captura de carbono puede jugar un papel técnico importante en sectores industriales específicos, pero su bajo impacto cuantitativo, sus riesgos operativos y su potencial para extender el uso de combustibles fósiles la colocan bajo un escrutinio creciente. No es una solución mágica, y tratarla como tal podría desviar recursos urgentes para otras estrategias más eficaces.
En el contexto actual, donde el tiempo para actuar se acorta, es esencial priorizar tecnologías limpias y soluciones estructurales. Si bien la captura de carbono puede ser parte del rompecabezas, su rol debe evaluarse con rigurosidad y sin caer en promesas que no ha logrado cumplir en la práctica.