Por Edgar López
En el marco del Día Internacional de la Tierra 2025, Ipsos presentó su más reciente investigación global, “Las personas y el cambio climático”, un estudio que revela la percepción de los mexicanos frente a la crisis climática. Los resultados son contundentes: el 77% de los ciudadanos considera que el país debería hacer más para combatir esta crisis, y el 79% se declara preocupado por sus impactos. La conciencia y el sentido de urgencia están presentes. ¿Pero qué tan alineadas están las acciones del gobierno con esta preocupación?

Una nota reciente del periódico Reforma ( Diana Dante) , titulada “Fallan metas verdes”, expone una realidad que contrasta con las expectativas ciudadanas. Según el Plan Nacional de Desarrollo 2025-2030, solo el 11% de la energía en México provendrá de fuentes renovables, mientras que el 89% restante seguirá dependiendo de combustibles fósiles. Esta cifra está muy por debajo de la meta original de 35% para 2024 y alejada de los compromisos internacionales como el Acuerdo de París.

Mientras tanto, el 80% de los mexicanos considera que no actuar ahora es fallar a las futuras generaciones. Apenas el 26% cree que México es un líder mundial en la lucha climática, y solo el 38% percibe que exista un plan claro para actuar. En paralelo, solo el 25% confía en las afirmaciones ambientales de las empresas.
Hay una desconexión clara entre la percepción social, la credibilidad institucional y las prioridades públicas.
Hacer bien las cosas… por negocio: así avanza la IP mexicana
En México, la iniciativa privada no actúa para ocupar el lugar del gobierno ni para suplir sus omisiones. Las empresas operan impulsadas por su necesidad de ser competitivas: generar eficiencias, innovar, cumplir con estándares de clientes e inversionistas, gestionar riesgos y construir reputación. Muchas de las prácticas ambientales que ejecutan —reducción de emisiones, manejo de residuos, ahorro energético— no nacen por una agenda pública, sino por una lógica de negocio que las vuelve más rentables, más resilientes y más atractivas en el mercado global.
En este contexto, cuando el Estado desacelera su ambición o limita su acción, no significa que las empresas se hagan cargo de lo que no hace el gobierno. Significa que siguen avanzando, desde sus propios motores, y que —al hacerlo— generan externalidades positivas que también responden a inquietudes sociales.
Aquí es donde aparece una oportunidad estratégica: ocupar con inteligencia aquellos espacios que hoy están disponibles. No para confrontar, sino para demostrar que la acción empresarial —si es transparente, consistente y medible— puede ser reconocida, valorada y preferida por múltiples grupos de interés: desde reguladores y comunidades hasta consumidores, clientes y medios.
Liderar sin chocar: cómo ocupar espacios sin hacer ruido político
El desafío para las empresas no está en “hacer quedar mal” al gobierno. Al contrario. Una narrativa bien diseñada puede posicionar sus avances como parte de una visión de país que permite —y no obstaculiza— este tipo de prácticas responsables. Una narrativa que hable de cómo, en México, las empresas encuentran terreno para avanzar en sostenibilidad gracias a marcos regulatorios que, aunque mejorables, existen y se pueden aprovechar.
De hecho, no sería la primera vez que el sector público termina por seguir el ejemplo de la iniciativa privada, institucionalizando prácticas previamente desarrolladas por empresas líderes.
Convertir eficiencia en reputación
Muchas veces, sin llamarlo por su nombre, las empresas ya están haciendo sostenibilidad. Procesos más eficientes, tecnologías limpias, ahorro de recursos… todo eso genera beneficios ambientales concretos. Lo que falta no es acción, sino consciencia estratégica.
El verdadero reto está en alinear liderazgos internos que rara vez se cruzan: operaciones, marketing, asuntos corporativos, ESG, sustentabilidad. Imaginemos esa reunión clave donde se reconoce que lo que ya se hace bien —por eficiencia o innovación— puede también convertirse en un nuevo atributo de marca. Que lo técnico se lea como ambiental, y que lo ambiental se proyecte como reputacional.
Ahí está la oportunidad: alinear esfuerzos, comunicar con propósito y ocupar un espacio que hoy no tiene dueño, pero sí muchas miradas encima.
La expectativa ya está puesta. La ciudadanía observa, espera y decide. Y si algo distingue a las empresas con visión, es su capacidad para detectar vacíos y transformarlos en preferencia.
Ese vacío existe. Y no es solo un hueco por llenar, es una plataforma lista para quienes lideren desde lo que ya saben hacer: eficiencia, innovación y gestión responsable. Actuar en sostenibilidad no es una concesión, es una ventaja competitiva. Es tomar posición, ganar legitimidad y construir un liderazgo que la sociedad —y el mercado— están listos para reconocer.
Porque en los negocios, como en la vida, los espacios disponibles no esperan. Y quien se adelanta, marca la pauta.

Edgar López Pimentel, es actualmente Director en Expok, ejerciendo su liderazgo día a día con pasión por la responsabilidad social y el desarrollo sustentable. Su labor ha contribuido significativamente al posicionamiento de empresas líderes en materia de responsabilidad social.
Su formación académica, enriquecida por programas de Alta Dirección de Empresas en el IPADE e IE Business School, así como una maestría en Responsabilidad Social Empresarial en la Universidad Anáhuac Norte, respaldan su liderazgo.