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Autos eléctricos podría fabricar Bolivia, por sus amplias reservas de litio

La nueva Constitución otorga a los indígenas control sobre los recursos naturales. Gobierno dice que no quiere simplemente vender materia prima, y exige el 60 por ciento de las ganancias.

Imagine un futuro más limpio. Automóviles eléctricos recorren ágilmente las autopistas, impulsados por motores tan eficientes como silenciosos, con diseños elegantes y, lo más importante, con cero emisiones fósiles.

La buena noticia es que podría pasar: la crisis energética suscitada por los altos precios del petróleo el año pasado le dio una segunda oportunidad al carro eléctrico -una iniciativa casi abandonada durante el ‘boom’ petrolero de la década pasada- en la que ahora están interesados gigantes como Toyota, Mitsubishi, BMW y General Motors.

La mala noticia es que, por ahora, todo parece depender del litio. Más específicamente, del litio boliviano. El país del presidente Evo Morales tiene, más o menos, la mitad de las reservas mundiales de ese metal, fundamental para construir las baterías que han de impulsar a los vehículos del futuro.

Pero Bolivia -particularmente la Bolivia de Evo Morales- no tiene una buena historia de apertura a la inversión extranjera y no está muy ansiosa de acoger a estas grandes compañías.

Tras la aprobación de la nueva Constitución socialista, que les otorga a los indígenas control sobre los recursos naturales, el panorama es incluso más incierto.

El escenario de esta silenciosa batalla por el futuro del auto eléctrico parece otro mundo: se trata del Salar de Uyuni, que con 12.000 kilómetros cuadrados (similar al departamento de Sucre) es el desierto de sal más grande del planeta. Allí, sepultado bajo un gigantesco manto blanco, se halla un potencial tesoro de 5 millones de toneladas de litio.

Aunque hay yacimientos en sitios tan distantes como el Tíbet, el litio de Bolivia tiene la particularidad de no estar bajo suelo rocoso, lo que haría más sencilla su extracción.

El nuevo petróleo

Por décadas, el litio fue un habitante menor de la tabla periódica, sin más credenciales que ser el elemento sólido más ligero y cuya aplicación más notable se daba en el campo de la psiquiatría, en el tratamiento de la depresión.

Pero ahora, este metal de color plateado, que en el pasado se usaba simplemente como espesante para grasas, se ha vuelto el símbolo de una nueva generación de baterías sin las cuales las promesas de innovación del auto eléctrico no podrán llegar, de la manera más literal, muy lejos.

La mayoría de los autos eléctricos existentes -desarrollados a partir de baterías de zinc o níquel- pueden recorrer un promedio de 6 kilómetros antes de necesitar una recarga.

El más reciente proyecto de la Chevrolet, el Chevy Volt, promete alcanzar los 65 kilómetros con una sola carga, luego de lo cual el conductor puede activar un motor a gasolina, que mientras mueve el vehículo comienza a recargar sus baterías… de litio.

Por eso, fabricantes como la gigante japonesa Mitsubishi han puesto sus ojos en Bolivia. Se estima que la demanda de litio se quintuplicará en los próximos años. Sin una mayor producción, el precio del nuevo recurso sencillamente se elevará hasta hacerse prohibitivamente costoso y, entonces, el mundo habrá reemplazado al petróleo con otro recurso igualmente caro.

Bolivia planteó, en principio, una iniciativa para explotar el litio en solitario. Seis millones de dólares fueron invertidos en una planta piloto al sur del Salar de Uyuni, que fue inaugurada el pasado 10 de mayo. Pero pronto se hizo evidente que una industrialización competitiva en el mercado internacional no sería posible sin inversión extranjera.

La Dirección de Minería anunció que se propone tener funcionando la planta el año entrante, pero que, una vez elegido un socio, solo alcanzará capacidad operacional para producir carbonato de litio en el año 2015.

Incluso, el presidente Morales ya ha aceptado públicamente que su país necesita de la inversión extranjera para explotar el litio, pero siempre dejando claro que no quieren simplemente venderlo. El Gobierno planea llevar su participación mucho más allá del recurso primario y tomar parte en todo el proceso de producción. En otras palabras, Morales desea que las baterías, o incluso los autos eléctricos completos, se ensamblen en Bolivia.

Además, quiere mantener la soberanía nacional sobre el recurso, por lo que un potencial socio deberá aceptar que el 60 por ciento de las ganancias se quede en Bolivia.

Por eso, a pesar de sus exorbitantes provisiones, las minas bolivianas podrían no ser, después de todo, tan competitivas frente a reservas de vecinos como Chile, Argentina o Brasil, o de competidores más lejanos e industrializados como China o Australia.

Algunos creen que Bolivia podría estar dejando pasar una oportunidad, pues su potencial de litio, aunque conveniente, no es único.

El profesor Gerbrand Ceder, del departamento de Ciencia de Materiales e Ingeniería del Instituto Tecnológico de Massachussets, le dijo a EL TIEMPO: «Bolivia tiene mucho litio, pero no es el único país en el mundo que lo tiene. Tiene litio barato, muy concentrado, pero el litio es abundante, y si se llega a necesitar, podríamos, incluso, extraerlo del agua de mar. Así que no creo que nos vayamos a quedar sin litio en el futuro cercano».

Fuente:El Tiempo
País: Colombia

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