Vivimos una era compleja para la Responsabilidad Social Corporativa (RSC). Aunque nunca ha habido tantas herramientas, datos y expectativas puestas sobre las empresas para generar impacto positivo, los líderes de RSC en Estados Unidos —y en muchas otras partes del mundo— se enfrentan a un obstáculo inesperado: el miedo. El miedo a equivocarse, a ser cancelados, a las consecuencias legales o a perder el favor de accionistas reacios. Esa es la tesis central que plantea Mark Horoszowski, CEO de MovingWorlds, en su artículo reciente para Triple Pundit, donde describe cómo muchos profesionales de la responsabilidad social están hoy atrapados en la llamada “zona del miedo”.
No se trata de falta de ideas ni de buenas intenciones. Lo que detiene a muchas empresas es una creciente parálisis institucional motivada por contextos políticos polarizados, departamentos legales demasiado conservadores y un clima general de cautela corporativa. Como resultado, iniciativas de impacto social que antes eran celebradas —como programas de diversidad, sostenibilidad o desarrollo comunitario— hoy se ralentizan o se diluyen para evitar riesgos.
Frente a este escenario, Horoszowski plantea una salida estratégica y valiente: apostar por programas de voluntariado basado en habilidades como una forma segura, eficiente y profundamente transformadora de reactivar el liderazgo en RSC.
La trampa del miedo
El artículo señala que muchas empresas han comenzado a operar en modo de defensa. Las estrategias de RSC se diseñan no para generar impacto, sino para evitar controversias. Esto genera un enfoque conservador que no solo reduce la efectividad de los programas, sino que también mina la moral de los empleados y la relevancia de la marca.

El miedo institucional se manifiesta de múltiples formas: la cancelación de campañas por temor a parecer “demasiado políticos”, la eliminación de métricas de diversidad en los informes internos, o la reducción del presupuesto para alianzas comunitarias. Irónicamente, este repliegue ocurre en un momento en que la sociedad espera más que nunca de las marcas. Según un informe reciente de Edelman, más del 70% de los consumidores creen que las empresas deben tomar posición activa sobre los grandes desafíos sociales.
Volver a lo esencial: impacto tangible, alineado al negocio
Horoszowski no niega la complejidad del contexto, pero invita a los líderes de RSC a no dejarse paralizar por él. Su propuesta es adoptar una estrategia de impacto social que sea alineada al negocio, impulsada por los empleados y centrada en la comunidad. Y dentro de este marco, el voluntariado basado en habilidades ocupa un lugar privilegiado.
Este enfoque no solo evita las trampas del “activismo corporativo performativo”, sino que ofrece beneficios tangibles y medibles tanto para la empresa como para la sociedad.
¿Qué es el voluntariado basado en habilidades?
A diferencia del voluntariado tradicional —como pintar escuelas o limpiar parques— el voluntariado basado en habilidades aprovecha las capacidades profesionales de los empleados para resolver problemas concretos de organizaciones sociales o comunidades.
Por ejemplo:
- Un equipo de finanzas puede ayudar a una ONG a optimizar su modelo de ingresos.
- Un diseñador UX puede rediseñar la plataforma digital de una organización que atiende a migrantes.
- Un especialista en recursos humanos puede apoyar a una cooperativa a mejorar su estructura organizativa.
Esta modalidad de voluntariado tiene la ventaja de generar un valor mucho mayor para las organizaciones receptoras, a la vez que fortalece las competencias, el propósito y la motivación de los empleados voluntarios.

Datos que lo respaldan
Según el estudio “Global Human Capital Trends 2025” de Deloitte, citado en el artículo, el 95% de los profesionales espera que su empresa tenga un impacto positivo en la comunidad, y el 87% considera que los programas de voluntariado influyen en su decisión de quedarse en una organización. Es decir, el voluntariado basado en habilidades no es solo una estrategia de impacto: es también una herramienta de atracción y retención de talento.
Además, es percibido por los equipos legales y financieros como una acción de bajo riesgo, ya que está directamente alineada con las competencias laborales, evita connotaciones políticas y produce beneficios reputacionales genuinos.
Casos de éxito: SAP y EY
El artículo menciona casos concretos de empresas que han adoptado exitosamente este modelo.
SAP, por ejemplo, ha implementado su programa Social Sabbatical, que permite a empleados con alto rendimiento trabajar durante semanas en proyectos sociales internacionales. El programa ha sido reconocido no solo por su impacto en las comunidades atendidas, sino también por mejorar la colaboración global y las habilidades de liderazgo de los empleados participantes.
EY, por su parte, utiliza el voluntariado basado en habilidades para apoyar a emprendedores sociales y pymes en economías emergentes. La firma ha documentado impactos medibles tanto en indicadores sociales como en indicadores de desarrollo profesional interno.
El efecto multiplicador del propósito
Una de las claves del enfoque defendido por Horoszowski es que no se trata de hacer RSC “porque toca” o “para la foto”, sino de integrar el impacto social dentro del ADN operativo de la empresa. El voluntariado basado en habilidades permite alinear el propósito personal de los empleados con la misión corporativa, generando un sentido de orgullo, pertenencia y coherencia.
Además, cuando se implementa correctamente, esta estrategia también puede abrir puertas a innovaciones sociales, nuevas alianzas y modelos de negocio más resilientes.

¿Y qué hay del contexto político?
Una de las mayores ventajas de este enfoque es que, al centrarse en habilidades técnicas y en mejorar la capacidad de organizaciones sociales, evita muchas de las fricciones ideológicas que hoy dificultan otras iniciativas de RSC. Apoyar a una organización a digitalizar su operación o ayudar a una comunidad a optimizar su cadena de suministro no es “controversial”. Pero sí es valioso, estratégico y replicable.
Valentía con criterio
El voluntariado basado en habilidades no es una solución mágica, pero sí una respuesta inteligente y ética al dilema actual de los líderes de RSC. Permite seguir generando impacto sin caer en la parálisis del miedo o el activismo superficial. Combina lo mejor del negocio con lo mejor de la acción social.
Como señala Horoszowski, este tipo de estrategias tienen una doble virtud: resuenan con el liderazgo, satisfacen al equipo legal y entusiasman a los empleados. Y en tiempos donde actuar con valentía también es un acto estratégico, eso no es poca cosa.