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Visiones de Esperanza: Marian Wright Edelman

POR LOS NIÑOS DEL MUNDO: SIN DEJAR NINGUNO ATRÁS

VIVIMOS UN TIEMPO DE DESACUERDO ENTRE LA PROMESA y el desempeño; entre los buenos políticos y las buenas políticas; entre los valores familiares declarados y los practicados: entre el culto racial y el hecho racial; entre las llamadas para la formación de una comunidad y el individualismo desenfrenado y la codicia; y entre nuestra capacidad de evitar y mitigar la carencia y la enfermedad, y nuestra voluntad política y religiosa para hacerlo.

También estamos viviendo un momento de una increíble dimensión moral en nuestra historia. Muy pocos seres humanos tienen la bendición de anticipar o experimentar el comienzo de un nuevo siglo y de un nuevo milenio. ¿Cómo vamos a dar las gracias por la vida, la tierra, las naciones y los niños que Dios puso a nuestro cuidado? ¿ Cuál será el legado, los principios, valores y hazañas por las que nos recordarán y las cuales legaremos l futuro, a través de nuestros hijos, a sus hijos, a un mundo espiritualmente confundido, dividido y violento, desesperadamente hambriento de comunidad y liderazgo moral?

¿Cómo se medirá el progreso en los próximos mil años si es que llegamos a sobrevivir? ¿Será mediante el poder de matar y de las muchas armas de destrucción que podemos producir, así como por su comercialización en casa y en el extranjero? ¿O será por nuestra voluntad de disminuir o destruir la prisión que se construyó con violencia en nombre de la paz y de la seguridad? ¿La última parte del siglo XX se recordará por la cantidad de cosas materiales que podemos producir, anunciar, vender y consumir, o por el redescubrimiento de más factores para el éxito que son inmateriales y duraderos –un nuevo Dow Jones para el propósito y la calidad se vida de nuestras familias, vecinos, ciudades y comunidades nacionales e internacionales-¿ ¿Será debido a qué tan rápido las nuevas corporaciones y tecnologías sean capaces de volver obsoletos a los seres humanos y al trabajo realizado por seres humanos? ¿O será por nuestras búsqueda de un mejor equilibrio entre las ganancias de una empresa y la importancia que tienen para ella los niños, las familias y comunidades? ¿Se nos recordará por lo que los pocos que se encuentran en la cima pueden obtener aprovechándose de los muchos que se encuentran en el fondo y en medio, o será por la lucha por llegar a un concepto de lo que es suficiente para todos? ¿Se nos recordará por la ostentación, el estilo y la banalidad de gran parte de nuestra cultura en la era electrónica de la aldea global de McLuhan o por la esencia de nuestros esfuerzos para reactivar la ética del cuidado, de la comunidad y de la justicia en un mundo que se rige primordialmente por el dinero, la tecnología y las armas?

Las respuestas residen en los valores que representamos y en acciones que emprendemos a diario. Contamos con una oportunidad, para bien o para mal, tanto de manera colectiva como individual, como padres, ciudadanos, líderes religiosos, políticos y comunitarios, y –para algunos estadounidenses- como líderes del mundo en esta época posterior a la Guerra Fría y post-industrial, al comienzo del tercer milenio.

Hace mil años Estados Unidos ni siquiera era un sueño. Copérnico y Galileo no nos habían dicho que la tierra era redonda y que rotaba alrededor del sol. No se había impreso la Biblia de Gutenberg, Wycliffe no la había traducido al inglés y Martín Lucero no había redactado los cuentos de Chaucer ni las obras de Shakespeare; no se había creado la maravillosa música de Bach, Beethoven y Mozart para inspirar, calmar y curar nuestros espíritus. Los siervos europeos luchaban en cautiverio mientras que muchos imperios africanos y asiáticos se vanagloriaban de su independencia. Los nativos americanos poblaban sus tierras libres de la plaga de la esclavitud y el holocausto de Hitler aún no mostraba las profundidades que la perversidad humana puede alcanzar cuando hombres y mujeres buenos se quedan callados o indiferentes.

En mil años, ¿se mantendrá la civilización y sobrevivirá la humanidad? ¿Seguirá vivo, se recordará y vladrá la pena recordar el sueño americano? ¿ Estados Unidos será una liuz fugaz o un faro en la historia? ¿Podrá nuestro principio fundamental, el cual dice que «todos los hombres son iguales», pasar la pueba de tiempo, las tempestades de los polítios y convertirse en acción y no sólo en credo para cada niño? ¿El sueño americano es lo suficientemente grande para uno de cada cinco niños que es pobre y para uno de cada ocho que sufre de discapacidades físicas o mentales? ¿El sueño de nuestro mundo es lo suficientemente grande para todos los niños que Dios nos enió como mensajeros de esperanza?

¿Podrán nuestros niños convertirse en los agentes curadores de la tranformación nacional y mundial, y serán la futura salvación espiritual y económica?
Edmond McDonald escribio:

Cuando Dios quiere que una cosa importante se haga en este mundo o que una cosa mala se corrija, elige un camino muy singular. No enviía rayos ni terrenos. Dios simplemente hace que nazca un bebé, tal vez en un hogar muy humilde, tal vez de una madre muy humilde. Dios pone en la mente del bebé y Dios espera. Los grandes aconteimientos de este mundo no son batallas ni elecciones, terremotos o rayos. Los grandes acontecimientos son los bebés, pues cada niño viene con el mensaje que dice que Dios no está desanimado con la humaniad, sino que sigue esperando que la uena voluntad se convierta en parte de cada vida humana.

Y así es como Dios creó a Gobachev y a Mandela y a Harriet Tumban y a Eleonor Roosevelt y a Arias y a cada uno de nosotros, para guiar a la tierra hacia la paz en el lugar del conflicto.

Creo que proteger a los niños de hoy, a los Mandelas y a las Madres Teresa del mañana, es prueba moral decisiva de nuestra humanidad en un mundo donde millones de vidas de niños sufren estragos por las guerras, la negligencia, el abuso, las divisiones raciales, étnicas, religiosas y de clase por parte de los adultos.

Obtenido del Libro: Arquitectos de la Paz
Publicado por: Michael Collopy, durante este año

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