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Visiones de Esperanza: Ingrid Washinawatok El-Issa

LAS RAÍCES DE LA GUERRA Y DE LA VIOLENCIA VAN LEJOS EN las profundidades de la tierra misma. Como mujer indígena, quisiera simplemente declarar que hasta que hagamos la paz con la tierra, no habrá paz en la comunidad humana. Por favor, permítame explicarme.

Como pueblos nativos del hemisferio, históricamente hemos sido víctimas de la violencia y seguimos sufriendo la injusticia y desigualdad. Históricamente, hemos tenido que ir a la guerra para proteger nuestra tierra, mientras que la paz significaría simplemente la esclavitud y el exterminio. Vimos que cada acción, fuese la adaptación o la resistencia, llevaba al mismo resultado: el robo de nuestra tierra. Todo esto se conoce bien.

Lo que no se entiende con claridad es que todo esto se hizo aparentemente por nuestro bien y el de la humanidad.

La justificación fundamental del ladrón de nuestras tierras siempre ha sido que nosotros no estábamos haciendo uso adecuado de ellas y que las tierras podían utilizarse mejor.

Simplemente se desperdiciaban los cultivos que habíamos sembrado y cuidado. Para nosotros, era egoísta cercar los vastos bosques y planicies, privando a los hambrientos y a los millones que no tenían tierra de poderlos disfrutar. Nos dijeron que robar nuestras tierras proporcionaría bienestar al mundo y daría mejores resultados. Obviamente, durante este proceso nos ascenderían de nuestra menos que civilizada condición y, finalmente, reconoceríamos el bienestar proporcionado.

Hoy en día, casi todas nuestras silvestres han desaparecido; sin embargo, hay más gente pobre que antes, más miseria, mas gente sin tierra. Incluso, hoy existe quien sostiene que si se destruye lo que queda de la tierra se beneficiará a la humanidad; en la jerga actual, se crearán empleos.

Conforme vemos que el planeta cada vez está más saqueado, sólo podemos preguntarnos: ¿Se le dio a nuestra tierra un mejor uso? ¿Pudo haber sucedido de otra manera?

No sólo pudo haber sicedido de otra manera, sino que debe existir otra manera. Destruir los recursos naturales, la capacidad de planeta para producir el sustento, sólo empeora la miseria y la pobreza, la injusticia y el descontento del mundo. Finalmente esto se debe, como todo, a que la riqueza del mundo proviene de la tierra. Podemos poner de moda la riqueza y rehacerla para producir cosas maravillosas, pero un planeta árido no crea empleos, hay guerras por el alimento y el agua puede convertirse en el terrible epitafio de la especie humana.

Conforme destruimos la capacidad de la tierra para mantenernos, perdemos nuestra habilidad de atender las necesidades crónicas del pobre, el hambriento y el que no tiene tierra.

El actual orden económico, basado en una ideología que no reconoce el orden de la riqueza natural, que no da valor a nada a menos que se venda en el mercado lo cual implica codicia y avaricia como los motores del desarrollo destruye la verdadera riqueza del planeta.

Lo que pretende, crear empleos y productos, en realidad es similar a quemar los muebles para obtener calor; cada flama, como muchos de nuestros empleos, empobrece a la humanidad, no la enriquece. Durante mucho tiempo, sólo los hindues y otros pueblos ligados a la naturaleza se quejaban de la guerra contra la naturaleza. Hoy en día, somos aliados de grupos ambientalistas. Sin embargo, apenas ahora la comprensión de cómo debemos cambiar fundamentalmente el modo en que concebimos el planeta se esta convirtiendo en tema de discusión.

Existen muchas definiciones acerca del desarrollo sostenido, la palabra se ha sobreutilizado y ha perdido su significado. Aún más, suena a hueco a menos que los esfuerzos de la humanidad se concentren en la reconstrucción del planeta.

Junto con la tecnología que utilizamos para producir en armonía con la tierra existen productos, como el maíz, que se desarrollaron y cultivaron en este hemisferio.

El maíz es verdaderamente un producto de nuestra tecnología; no puede vivir sin la gente, del mismo modo en que nuestra gente no puede vivir sin el maíz. Por esta razón, es importante para nuestra existencia espiritual y cultural. Por otro lado, se desarrolló en tantas variedades que cada una se adapta el medio ambiente en particular donde existirá. Su destino fue alimentar a la mayor cantidad de personas provocando el menor impacto en el medio ambiente, y la gente vive cerca del maíz, es parte de su modo de vida.

Comparemos esto con las nuevas variedades de maíz creadas mediante ingeniería genética, las cuales necesitan que el medio ambiente también se adapte mediante procesos similares de ingeniería, con grandes cantidades de pesticidas, fertilizantes químicos y otros agentes que lo alteran. Agentes mecánicos, por lo que la gente ya no vive en la tierra y se ve forzada a vivir en las ciudades. Si uno mide los cultivos, sí hay más producto por acre que con el maíz indio, pero no es sostenido y los químicos terminan por envenenar la tierra.

En lugar de declaraciones sobre el impacto ambiental para el desarrollo, necesitamos declaraciones para mejorar el ambiente. En lugar de destruir los medios para el sustento que este planeta nos proporciona, necesitamos incrementarlos; lo exige la pobreza y el hambre en muchos lugares del mundo.

Necesitamos paz con la tierra. Debemos tenerla. No podemos pretender tener desarrollo sostenido a largo plazo sin ella; en pro de la creación de este desarrollo necesitamos la paz con la tierra. Las leyes de la naturaleza, que han guiado a todos los seres vivos, deben guiar nuestra filosofía del desarrollo, en lugar de que lo hagan unas leyes arbitrarias, resultado de la ilusión del hombre.

Nosotros, los pueblos indígenas, creemos que el desarrollo con un enfoque diferente enriquecierá al planeta y, este modo, se evitarán descontentos tales como la ira que emerge en forma de guerra y de violencia.

Conforme desaparecen nuestras culturas junto con las condiciones naturales que nos proporcionaban sustento, somos una gran biblioteca, un depósito de conocimiento, inteligencia y comprensión de la tierra que se ha perdido en el mundo. Sin embargo, seguimos siendo víctimas e ignorados. Si buscamos embarcarnos en la búsqueda escurridiza de la paz, primero debemos acabar con el silencia de nuestros pueblos y de otros pueblos como nosotros. Finalmente, la paz reside en todos nosotros cuando trabajamos juntos para hacer mejor las cosas a favor de las generaciones futuras. Terminemos con el silencio, que nos sea permitido hablarle al mundo.

Obtenido del Libro: Arquitectos de la Paz
Publicado por: Michael Collopy, durante este año

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