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Una nueva invasión ataca las ciudades

Esta amenaza poco a poco ha ido cambiando la estética de las calles, en especial, de los pisos y banquetas. Se trata de millones de chicles que todos los días aparecen pegados en las aceras, y que hoy se han convertido en un grave problema de contaminación urbana.

Para entender las dimensiones de este ataque multicolor, basta con retomar los resultados de un análisis elaborado por el Centro de Investigación y de Estudios Avanzados (CINESTAV) de IPN, que sostiene que cerca de 20% de la superficie total del primer cuadro (Centro Histórico) de la ciudad de México está cubierta de chicles. Por ejemplo -agrega el organismo-, en cada metro cuadrado de la calle Madero existen en promedio hasta 70 de estas golosinas masticadas.

De hecho, según la organización Corpovisionarios, arrojar el chicle al piso es una de las acciones más nocivas entre los capitalinos; esta lista también incluye tirar basura en vía pública, no usar el cinturón de seguridad y desperdiciar agua, entre otras.

Así, una simple goma de mascar lanzada, que podría parecer inofensiva, en realidad es un nido de infección lleno de bacterias y hongos que además de contaminar el ambiente, represente un serio problema de salud pública.

«Cada chicle es un foco de contaminación que contiene los microorganismos de la persona que lo masticó… si ésta padace tuberculosis, salmonelosis o un estafilococo, al desecharlo esas bacterias se esparcirán en el aire, y también será un acumulador potencial del polvo, la tierra y la inmundicia en la ciudad», esplicó recientemente el CINESTAV en un comunicado.

En este sentido , el Laboratorio de Análisis de Riesgos de la Secretaría de Salud del Distrito Federal eligió al azar 10 chicles pegados, aún húmedos, con la intención de analizarlos. Los resultados fueron sorprendentes: las piezas superaron los límites de microorganismos como mesofílicos aerobios, mohos y levaduras; por si fuera poco contenían coliformes fecales.

Cuando las personas tienen contacto con este tipo de bacterias, existen altas probabilidades de que padezcan enfermedades gastrointestinales, respiratorias e infecciones en la piel.

Consecuencias pegajosas

A los riesgos sanitarios y ambientales, se sumas los recursos financieroos que son necesarios para combatir este problema, debido a que desinfectar 20 metros cuadrados implica seis horas de trabajo, hasta 250 litros de agua y, obviamente, el empleo de costosa maquinaria para desintegrar y remover los chicles; asimismo, debe considerarse el pago del personal de limpia que cobra, en promedio, nueve pesos por golosina… ¡Saquemos cuentas!

El procedimiento para despegarlas incluye las siguientes etapas:

Aplicación de vapor a más de 90° C.

Al mismo tiempo, se rocía una sustancia especial que convierte el chicle en liquido, por lo que pierde adhesión.

Se esparce detergente biológico para eliminar las manchas restantes (a 3 500 libras de presión).

Como último paso se barre el agua y la espuma resultantes

¿Sabías que?

Una golosina de éstas vale 25 centavos, pero despegarla del concreto cuesta 75.

Cerca de 50 000 dólares invierten las autoridades del DIF para darle mantenimiento a 10 máquinas con las que asean calles, aceras, plazas, esculturas y árboles.

En la estación Jamaica del metro de la ciudad de México, en el pasillo que corresponde al cambio de andén (de 20 metros), hay cerca de 50 chicles por metro cuadrado.

Da 15 a 20 días de salario mínimo es la multa por tirar desechos sólidos en la vía pública.

430 000 dulces fueron contados en la calle 5 de mayo (del DIF) sólo dos meses después de que se limpiara completamente.

Unas 300 000 marcas de chicles existen en Oxford Street, principal vía comercial en Londres.

De 1992 a 2002 en Singapur estuvo prohibida la venta de dicha golosina.

Fuente: Revista Equilibrio No. 52
Publicada: Diciembre de 2012

1 COMENTARIO

  1. Resulta aterrador este artículo, y pensar que parece tan común e inofensivo; sin embargo, cuando te toca pisar uno en la calle, y andas con el zapato pegajoso todo el tiempo, aparte de que te molesta, conocer todos estos datos te da pavor.
    Y tantos ambulantes vendiendo chicles en todas las esquinas; estoy de acuerdo en que tienen que vivir de algo, pero se debería hacer una seria campaña en relación al manejo adecuado del desecho.
    Y hasta ridículo es que en Coyoacán exista un «Árbol del Chicle» como si fuera un Record de Guiness… todos llegan a pegar su chicle al árbol! Si se anunciaran debidamente las consecuencias que esto acarrea, es probable que se desestimulara esta mala práctica.
    Efectivamente, en Singapur está prohibido!!! Por algo será!!!

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