En un giro significativo, BP ha decidido priorizar nuevamente el petróleo y el gas, dejando atrás sus compromisos de sostenibilidad. La multinacional británica, que en 2020 anunció ambiciosos objetivos para reducir sus emisiones de carbono y expandir su inversión en energías renovables, ahora retrocede en estos compromisos en favor de la rentabilidad a corto y mediano plazo.
Este cambio de estrategia ha generado críticas, ya que BP había sido una de las primeras grandes petroleras en anunciar una transición decidida hacia la energía limpia. Sin embargo, los recientes comentarios de su director ejecutivo, Murray Auchincloss, confirman que la compañía apuesta por seguir explotando combustibles fósiles debido a una demanda aún fuerte y una transición energética que, según su visión, no ha avanzado al ritmo esperado.
Nuevo rumbo: el retroceso en sostenibilidad de BP
BP ha reducido drásticamente su inversión en negocios de transición energética, destinando entre 1,500 y 2,000 millones de dólares al año, en contraste con los más de 5,000 millones previamente anunciados. En su lugar, la compañía proyecta aumentar su producción de petróleo y gas a entre 2.3 y 2.5 millones de barriles por día en 2030.
El director ejecutivo de BP justificó esta decisión señalando que la transición a energías renovables ha sido más lenta de lo esperado debido a la volatilidad de los mercados energéticos, la guerra en Ucrania y cambios en la percepción política sobre la necesidad de energías limpias:
«Lo que eso significa es que la demanda de hidrocarburos sigue siendo muy, muy fuerte, más fuerte de lo que hubiéramos imaginado hace cinco años, y la transición no ha avanzado al ritmo que hubiéramos pensado».
Murray Auchincloss, director ejecutivo de BP.

El ejecutivo también afirmó que BP «fue demasiado lejos, demasiado rápido» en su plan de descarbonización y que su fe en la transición energética estaba «fuera de lugar». Pese a este retroceso en sostenibilidad de BP, la empresa mantiene su objetivo de alcanzar emisiones netas cero para 2050, aunque su nueva estrategia pone en duda la viabilidad de esta meta. A pesar de la aparente contradicción, BP insiste en que seguirá explorando oportunidades en energías renovables, aunque con menor intensidad que en su plan inicial.
¿Volatilidad de los compromisos ambientales de BP?
Cuando BP anunció en 2020 que reduciría su producción de petróleo y gas en un 40% para 2030, la noticia generó impacto en la industria. Su estrategia parecía posicionarla como una de las petroleras más comprometidas con la lucha contra el cambio climático. Sin embargo, en 2023 redujo ese objetivo al 25%, y ahora, con su nuevo giro, parece abandonar gran parte de sus planes originales.
Este retroceso en sostenibilidad de BP sugiere que la compañía se adapta a las circunstancias del momento, en lugar de mantener una visión a largo plazo basada en la responsabilidad ambiental. La guerra en Ucrania y la pandemia han sido factores que han afectado la estabilidad de los mercados energéticos, impulsando una demanda sostenida de hidrocarburos. Sin embargo, muchas empresas continúan invirtiendo en la transición energética, lo que hace que la decisión de BP resulte aún más cuestionable desde un punto de vista estratégico y ambiental.
El impacto de esta decisión no solo se limita a la credibilidad de BP en materia de sostenibilidad, sino que también puede afectar la confianza de los consumidores e inversores. A largo plazo, la apuesta por los combustibles fósiles podría representar un riesgo financiero si los gobiernos imponen regulaciones más estrictas y si las energías renovables continúan abaratándose y ganando mercado.

Las críticas luego del anuncio de BP
La decisión de BP ha provocado una ola de críticas por parte de organizaciones ambientalistas que, como Matilda Borgstrom, activista del grupo 350.org, consideran que este es solo un ejemplo de la falta de compromiso de las grandes empresas con el cuidado ambiental:
«Esta acción del gigante petrolero BP demuestra claramente por qué no se puede confiar en que las corporaciones e individuos súper ricos, que buscan ganancias a corto plazo para ellos mismos y sus accionistas, solucionen la crisis climática o lideren la transición a la energía renovable que tanto necesitamos».
Matilda Borgstrom, activista del grupo 350.org.
Las preocupaciones van más allá del impacto ambiental. Según los críticos, esta decisión también representa un riesgo para los propios inversores de BP, ya que, como Borgstrom menciona, el costo de este tipo de decisiones afecta directamente a las personas:
«Invertir dinero en más petróleo y gas aumenta el riesgo de impactos climáticos para todos nosotros, va en contra de los objetivos climáticos legales y, con el sector de las energías renovables creciendo exponencialmente, es un gran riesgo para los accionistas a los que BP está tan ansiosa por complacer».
Matilda Borgstrom, activista del grupo 350.org.

El retroceso en sostenibilidad de BP también refuerza la desconfianza en las grandes petroleras. Empresas como Shell han tomado decisiones similares, lo que demuestra que la prioridad sigue siendo la rentabilidad inmediata. Esto deja en evidencia que el liderazgo en la transición hacia un sistema energético más sostenible no puede depender exclusivamente del sector privado.
Además, esta situación pone de manifiesto la falta de incentivos gubernamentales para que las petroleras mantengan sus compromisos ambientales. Sin una regulación clara y ambiciosa, las empresas seguirán ajustando sus estrategias en función de sus propios intereses, en lugar de trabajar por un cambio estructural en la industria energética.
Un mensaje peligroso para los que aún luchan por la transición energética
La decisión de BP de volver a centrarse en el petróleo y el gas marca un precedente preocupante en la industria. Si una de las empresas que se posicionó como líder en sostenibilidad retrocede en sus compromisos, el mensaje para otras compañías es claro: las metas ambientales pueden ser flexibilizadas según convenga.
Este retroceso en sostenibilidad de BP resalta la necesidad de regulaciones más estrictas y de un compromiso genuino por parte de las empresas energéticas. La transición a energías limpias no puede quedar a merced de las fluctuaciones del mercado. Sin medidas concretas, el cambio será demasiado lento para enfrentar la crisis climática de manera efectiva.
Asimismo, la presión social y el activismo seguirán desempeñando un papel fundamental para exigir a las grandes corporaciones que cumplan sus compromisos ambientales. El desafío para BP y otras petroleras será demostrar que la sostenibilidad no es solo una estrategia de relaciones públicas, sino un compromiso real con el futuro del planeta.