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Respetar los derechos de autor sería el fin de la IA: exejecutivo de Meta

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En el corazón de la revolución digital que protagoniza la Inteligencia Artificial (IA) hay un conflicto ético que no puede ignorarse: el uso de obras protegidas sin consentimiento. Mientras artistas y creativos exigen que se respeten sus derechos, las grandes empresas tecnológicas insisten en que pedir autorización sería inviable. Esta tensión no solo expone una fractura legal, sino también una crisis de valores en la economía del conocimiento.

Según un artículo de Expansión, Nick Clegg, exjefe de asuntos globales de Meta, avivó el debate al asegurar que respetar los derechos de autor en la IA sería “inverosímil” y pondría en jaque a toda la industria. La declaración, realizada en medio de la presentación de su libro, revela un conflicto global: el equilibrio entre innovación y justicia para quienes generan los contenidos que alimentan los algoritmos. En este contexto, la responsabilidad social de las empresas cobra un nuevo protagonismo.

El uso de contenido sin consentimiento y su implicación ética

El entrenamiento de los modelos de IA requiere ingentes cantidades de datos, muchos de ellos protegidos por derechos de autor. Para Clegg, consultar con cada creador antes de usar su obra sería impracticable. Sin embargo, para los artistas y activistas de propiedad intelectual, no hacerlo representa una violación a sus derechos fundamentales.

Respetar los derechos de autor en la IA no solo es una exigencia legal, sino también ética. Los algoritmos no son entidades autónomas; son producto del trabajo humano, de voces y talentos que merecen reconocimiento y protección. Ignorar esto pone en entredicho la legitimidad de la IA como herramienta de transformación social.

Desde una perspectiva de responsabilidad social, las empresas tecnológicas deben replantear su papel. ¿Es aceptable avanzar sin asegurar que los derechos de terceros estén protegidos? ¿Qué tipo de innovación estamos fomentando si parte del principio de despojar sin permiso?

El Parlamento británico y una decisión controversial

La discusión en Reino Unido es un ejemplo claro de la tensión entre desarrollo económico y protección de derechos. Aunque figuras como Paul McCartney, Elton John y Dua Lipa respaldaron una legislación que exige transparencia en el uso de obras con copyright, el Parlamento británico la rechazó.

El argumento fue que la economía necesita tanto al sector creativo como al tecnológico. Pero este razonamiento minimiza la importancia de respetar los derechos de autor en la IA, como si el crecimiento solo fuera posible al margen de la legalidad y la ética. Esta visión utilitarista pone en riesgo la sostenibilidad del ecosistema cultural.

Dejar fuera a los creadores del proceso de innovación no solo es una injusticia, sino una contradicción. ¿Cómo puede prosperar una industria que depende de los aportes de otros, si no garantiza la compensación y el consentimiento de quienes aportan ese valor?

derechos de autor en la IA

El precedente legal que marca The New York Times

En Estados Unidos, The New York Times presentó una demanda contra OpenAI y Microsoft por usar contenido protegido para entrenar modelos sin autorización. Aunque las empresas buscaron desestimar el caso, un juez federal permitió que continuara, sentando un precedente clave.

Este juicio abre la puerta a nuevas interpretaciones jurídicas sobre los derechos de autor en la IA y podría tener repercusiones globales. En un escenario donde cada vez más sectores dependen de la IA, definir qué constituye uso legítimo de contenido es esencial para garantizar un ecosistema justo.

Más allá del litigio, esta acción representa un acto de responsabilidad social empresarial desde el periodismo. Reivindicar el valor del contenido como propiedad intelectual es también defender la pluralidad, la libertad de expresión y la democracia.

https://twitter.com/rowancheung/status/1740229113682510302

Latinoamérica: entre la espera y la oportunidad

Mientras las discusiones avanzan en otras regiones, en Latinoamérica aún no se ha definido una postura clara. Según Juan Pablo Granda, director de Lemontech, la región tiene la oportunidad de crear un enfoque propio que combine innovación con protección de derechos.

Aunque los gobiernos no han sido especialmente activos, las empresas podrían asumir un rol de liderazgo. Casos como Mercado Libre muestran cómo es posible impulsar buenas prácticas en torno a la IA desde el sector privado, con una visión de largo plazo y compromiso social.

Si se aspira a una regulación regional, será indispensable colocar los derechos de autor en la IA en el centro del debate. Solo así será posible construir un marco normativo que no excluya a quienes crean el contenido, sino que los reconozca como actores clave del ecosistema digital.

Hacia una innovación responsable y con propósito

La IA puede representar una herramienta poderosa para el desarrollo, pero solo si su crecimiento se alinea con principios de equidad y justicia. Las declaraciones de ejecutivos como Clegg revelan un modelo de innovación que prioriza la escala sobre la ética.

derechos de autor en la IA

Aceptar que respetar los derechos de autor en la IA es inviable, implica renunciar a construir una tecnología verdaderamente humana. Es aquí donde la responsabilidad social corporativa debe actuar como brújula ética: no se trata solo de lo que se puede hacer, sino de lo que se debe hacer.

Las empresas no pueden seguir avanzando sin atender las demandas legítimas de quienes nutren sus sistemas. No se trata de frenar el progreso, sino de redirigirlo hacia un camino más justo, inclusivo y transparente.

¿Progreso a cualquier costo?

La innovación tecnológica no debe ir en contra de los principios fundamentales de respeto, justicia y transparencia. La tensión entre los derechos de los creadores y las ambiciones del sector tecnológico exige un debate profundo y urgente.

Respetar los derechos de autor en la IA no es una traba, sino una oportunidad para redefinir la relación entre la tecnología y la humanidad. El reto está en construir una inteligencia artificial que, además de eficiente, sea ética y sostenible.

Solo con voluntad política, conciencia social y compromiso empresarial, podremos asegurarnos de que el futuro digital no excluya a quienes hacen posible su existencia: los creadores.

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