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¿Por qué no tenemos un movimiento animalista eficaz?

Movimiento animalista

Llama la atención que después de tantos años insistiendo sobre los mismos temas, los logros sean pocos y tengamos que volver sobre nuestros pasos para pedir siempre lo mismo. Una explicación posible es que en nuestro país aún no interesa políticamente apoyar los derechos de los animales pero creo que un buen ejercicio sería mirar hacia dentro del movimiento y preguntarnos qué estamos haciendo mal.

Esta reflexión no tiene por objetivo calificar o descalificar el trabajo de unos por sobre otros, sino hacer un repaso honesto de por qué se nos percibe externamente como un movimiento dividido, conflictivo, enojado e intransigente. ¿Qué de cierto hay en esta percepción?

Incluso quienes somos parte del mismo podemos notar cuantos pleitos, divisiones y agresiones permean nuestra forma de trabajar. El movimiento pro derechos de los animales es relativamente nuevo: menos de 40 años. Es sólo un poco mayor que el movimiento gay y éste a diferencia del nuestro ha llegado más lejos. “Claro, se trata de humanos”, se podría decir, y éstos siempre van a tener más atención que temas de la naturaleza y sus demás habitantes. Sin embargo, si algo deberíamos aprender de este último es el enfoque positivo, colorido y optimista que presentan. De ahí que resulte ser atractivo simpatizante suyo.

En su texto Being Peace, Thich Nhat Hanh, monje practicante de budismo zen, poeta y pacifista dice que hay mucha rabia, frustración y malos entendidos en el movimiento pacifista. “Los activistas pueden escribir muy buenas cartas de protesta, pero no son capaces de escribir una carta de amor”. Debemos decir las cosas como nos gustaría que nos las dijeran a nosotros.

Difícil en ocasiones, pero algo que vale la pena tener presente. Nos decimos ser un movimiento anti violencia pero solemos ser muy violentos entre nosotros mismos. Peleamos por tener distintas estrategias y nos envidiamos logros en lugar de celebrarlos. Hay muchas cosas que no sabemos y estamos innovando. En un alto porcentaje, intentamos descubrir los resortes que impulsan al cambio, que producen logros concretos para los animales. Cometemos fallos y comenzamos de nuevo; pero no es necesario inventar el hilo negro. Hay muchas estrategias comprobadas en teorías de la comunicación y mercadotecnia y es nuestro deber usarlas a favor de los animales.

“Los activistas pueden escribir muy buenas cartas de protesta, pero no son capaces de escribir una carta de amor”.

Cuando leo críticas mordaces y llenas de odio siento una profunda decepción y lamento que se pierda el tiempo -que es tan valioso- y la energía en destruir a otros en vez de crear algo que salve las vidas de millones de animales. En la pasada lluvia de tweets hacia Lucero por haber ido de cacería pasó algo similar. Los defensores de animales estallaron con comentarios rebosantes de odio que poco tenían que ver con el hecho inicial. Era como si buscaran un pretexto o un blanco para descargar su ira. No podemos ser un movimiento anti violencia si aún somos violentos entre nosotros y hacia los demás.

Entiendo que el movimiento de derechos para los animales esté lleno de ira y frustración: vemos cada día noticias pavorosas, cada vez hay formas más refinadas de maltrato, el número de víctimas no humanas rebasa cualquier holocausto. Pero necesitamos redimensionar la manera de hacer activismo y para ello hemos de hacer introspección y cambiar de nosotros aquello que nos hace daño y daña a los demás. Podemos ser muy buenos con los animales pero a veces olvidamos cómo ser buenos con nosotros y nuestro prójimo humano. Tengo esto muy presente aunque a veces no pueda ponerlo en práctica. Finalmente, creo que es un ejercicio de prueba y error modificar nuestras actitudes. Así como dimos nuestros primeros pasos hacia el veganismo y en ocasiones nos costaba trabajo y desistíamos, así es el entrenamiento para ser mejores activistas, mejores personas.

Si le damos un nuevo aspecto a nuestro movimiento tal vez seamos más eficientes para los animales, quienes son el objetivo de nuestro trabajo. Perder tiempo y energía en denostar, difamar o incluso criticar cuando no se tiene la finalidad de limar asperezas o aclarar un proceder, es derrochar los pocos recursos que tenemos y por ello, ser un mal activista.

Hagamos lo mejor que podamos con lo que tenemos, con nuestras capacidades, pasión e inteligencia. Trabajemos por la no violencia desde dentro de nosotros para permear nuestra causa y a la sociedad en general.

Una nueva forma de hacer activismo es necesaria, sea cual sea la causa. Disminuir la agresión y el odio y propagar la compasión y el amor.

Los animales sólo nos tienen a nosotros para ayudarlos, si elegimos hacerlo, debemos aprender a ser mejores. Todos.

Fuente: Reconecta.

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