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Más lo que se acumule…

Por: Pedro Silva Gámez
FORMA Y FONDO CXXV

Una de tantas preocupaciones en cualquier grupo social, la representa el destino final de los residuos que genera: la basura. En los países en desarrollo, como México, existe un sector paralelo al servicio de recolección prestado por las autoridades, conformado por los pepenadores, que con una estructura envidiable pero inequitativa facilita el servicio y ha convertido los desechos en una industria informal de millonarios ingresos.

El fenómeno es tan complejo que dependiendo de la óptica son más los problemas que las soluciones. La opinión de ciudadanos, Cámaras, Confederaciones y ONG’s, es que por muchos años la basura ha sido un tema abandonado por las autoridades. A su falta de voluntad y visión, mal ejercicio de presupuestos, conveniencias de los colores en turno y los votos en épocas electorales, se suman los intereses que se mueven en torno a la recolección y reciclaje de desechos. Ha faltado el cuidado para seleccionar y aplicar una estrategia adecuada de gestión de residuos sólidos para alcanzar calidad ambiental digna.

El reciclaje inicia en la pepena subterránea en donde el desecho adquiere un valor e ingresa a una cadena de comercialización, al margen del mercado formal con sus obligaciones tributarias y prestaciones sociales. La actividad es clara pero sus cuentas opacas como una bolsa de basura, la planeación es casi inexistente, la tecnología estorba y la regulación de las autoridades no se ve.

El reciclaje ofrece ventajas a muchas empresas porque disminuyen el costo de las materias primas entre un diez hasta un treinta por ciento dependiendo del material. Un ejemplo es el vidrio reciclado que consume menos energía en su fundición, que la materia prima original. El aluminio es bondadoso porque ocupa un cinco por ciento de lo que consumiría al procesarlo desde su origen. El noventa por ciento del cartón Kraft que se produce es reciclado.

Los hogares pierden porque se calcula un diez por ciento de alimentos que van a la basura, afectando la economía familiar. Una inconsistencia en un país con grandes desigualdades y falta de alimento para mucha gente. En esto quienes ganan son los pepenadores porque ellos consumen los alimentos que encuentran.

Hace décadas que en el submundo de la basura, los residuos sólidos urbanos son aprovechados en beneficio de unos cuantos, mientras miles de pepenadores nacen, crecen, forman familias y mueren en la miseria.

Son cotos de poder heredados de padres a hijos, incrustados en la clase política y en unos cuantos empresarios. Es un mundo impenetrable para investigadores académicos, inversionistas y hasta para las autoridades de cualquier nivel.

Otras aristas del fenómeno las conforman los centros de acopio y el servicio de limpia improvisado por particulares. Como autoempleo es tan meritorio como cualquier actividad que interviene en la vida diaria de una comunidad. Pero las autoridades no deben perder de vista la creciente problemática generada en torno a ellos y que, de no tomar medidas oportunas, se añadirá a la lista de los sin control.

El reciclaje ha servido de pretexto para la aparición de muchos negocios, llamados centros de acopio dentro de zonas urbanas y suburbanas. Algunos tienen sus licencias de funcionamiento, pero nunca les explicaron cómo trabajar. Ya salieron del círculo inmediato a los tiraderos de basura en los que eran parte del paisaje de olores, suciedad y montones de desperdicios. Pareciera que no se quedaron atrás en cuanto a tener sucursales y es común ver locales y predios en los que se compran diferentes materiales.

En algunos, se descarga la basura como se recolectó de origen haciendo en el mismo centro la pepena y selección sin importar la suciedad generada, quedando el lugar al paso del tiempo convertido en un mini basurero, lixiviados incluidos.

Pero cómo no hacerlo, si los mismos camiones recolectores ponen el ejemplo improvisando en la vía pública centros de pepena y transferencia, sin importar las molestias y el mal aspecto que ocasionan.

Otra actividad que merece atención es la que prestan las camionetas particulares como improvisados vehículos recolectores de basura en lugares en que aun cuando pase el camión recolector, el servicio y continuidad son deficientes. Sus excusas ante los reclamos son variadas: no hay vehículos, están descompuestos, no hay combustible o estamos concentrados en determinado lugar sin hacer nada.

Pero volviendo a la recolección informal, son particulares que obtienen sus ingresos cobrando por una determinada cantidad de basura o pidiendo un donativo voluntario. Esta espontaneidad para ofrecer un servicio nace ante la falta de oportunidades laborales, pero lleva en sí un desconocimiento del manejo de la basura para su disposición final, el mejor aprovechamiento de los desechos reusables y la manera de correr menos riesgos sanitarios.

La forma: ahí queda otro pendiente para los responsables, regular y tener un padrón de esta creciente actividad, no para exprimirlos con más derechos e impuestos, sino para que cumpliendo una normatividad, sus centros de acopio y sus vehículos, les permitan hacer su trabajo al amparo de una licencia.

El fondo: pequeñas acciones en busca de un mundo mejor, porque: TODOS SOMOS NATURALEZA.

Fuente: Acacia Fundación Ambiental A. C.

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