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Lo que sigue ante el cambio climático en la ONU

En diciembre, las naciones del mundo y la mayoría de sus líderes se reunieron en Copenhague para acordar acciones ambiciosas e inmediatas para combatir el cambio climático a nivel mundial. Ese resultado no se logró de forma completa. Por ello, la tarea ahora es mayor y no menos urgente.

La ventana de oportunidad para hacer frente al cambio climático se cierra más rápidamente conforme las naciones se retrasan para actuar en conjunto. Pero Copenhague ha elevado el reto hasta los niveles más altos de políticas gubernamentales, el nivel en el cual se deberá resolver en última instancia.

Aún más, lo que surgió de Copenhague fue un consenso entre los líderes sobre una respuesta colectiva a largo plazo frente el cambio climático y un conjunto de medidas para la acción mundial que casi se completaron. Todo ello, en conjunto, señala el camino a seguir para alcanzar la meta colectiva más amplia.

El Acuerdo de Copenhague fue diseñado por un grupo de países, que incluye a los más grandes, a los más ricos, a los más pobres y a los más pequeños, e incorpora a las naciones responsables de 80 por ciento de las emisiones mundiales.

Representa una carta de intención política para limitar el aumento de la temperatura mundial, la cual pide a los países que registren los compromisos nacionales de reducción de emisiones y las promesas de financiación a corto y largo plazo para el mundo en desarrollo. El Acuerdo no se adopto como una decisión formal bajo la convención de las Naciones Unidas sobre el clima.

Sin embargo, sus propósitos están firmemente sostenidos en los objetivos de la Convención. Ahora cualquier país se puede asociar con tales objetivos. Muchos países en Copenhague se comprometieron a actuar y el mundo debe esperar que honrarán sus promesas. Mis comunicaciones con los países que aceptaron el Acuerdo revelan un fuerte mensaje de que éste no debería abrir un nuevo camino de negociaciones, sino que deberá ser útil para destrabar las áreas de desacuerdo en las conversaciones en curso.

También en Copenhague, los negociadores se acercaron a decisiones sobre un conjunto de medidas que permitirían funcionar a la respuesta a largo plazo: un marco de trabajo para ayudar a los países pobres a adaptarse, un mecanismo para acelerar la transferencia de tecnología, un programa para construir capacidades y acuerdos para reducir las emisiones relacionadas con la deforestación y la agricultura.

Tomará tiempo para que los países se den cuenta de las implicaciones, lo cual es razonable pues deben aceptar el reto por delante. Ahora, los países industrializados pueden reanudar sus debates sobre aumentar la reducción colectiva de emisiones a mediano plazo al mínimo, para lograr el rango de disminución entre un 25 y 40 por ciento que la ciencia ha indicado sería necesario para evitar los peores impactos del clima. Si esto no se logra, significaría que más tarde se requerirá una mayor ambición.

Los países necesitan discutir cómo se recabarán los fondos para la financiación a largo plazo. Tampoco olvidemos que en Copenhague las naciones comprometieron 28 mil millones de dólares para una financiación a corto plazo destinada a acciones inmediatas y este dinero está esperando en los presupuestos nacionales.

Los países necesitan cómo se puede hacer uso de este dinero lo antes posible para iniciar acciones inmediatas. Se deberá confrontar también la cuestión sobre si los cambios geopolíticos están haciendo que los acuerdos multilaterales sean más difíciles de lograr. Mi respuesta es que los acuerdos multilaterales son la única herramienta con la que cuenta el mundo para acordar leyes, reglamentos, normas para el ajuste de cuentas y mecanismos de mercado que permitan consolidar y catalizar las acciones mundiales y mantenerlas honestas.

Cada vez se hace menos posible que las naciones actúen con confianza si no cuentan con estos puntos de referencia, en un mundo donde ningún bloque manda. Cada herramienta que tenemos para combatir el cambio climático a una escala mundial proviene de un proceso multilateral: el Protocolo Kyoto, el Mecanismo de Desarrollo Limpio, el Fondo de Adaptación para las naciones en desarrollo y el brazo financiero de la Convención (el GEF), las cuales permite el acceso a financiación para los más pobres y los más vulnerables.

La reinvención de dichas estructuras tomará tiempo y dinero con los que el mundo no cuenta. Copenhague se propuso lograr un acuerdo en cuatro áreas esenciales: la reducción de emisiones a mediano plazo por parte de los países industrializados; la acción de los países en desarrollo para reducir sus emisiones; el financiamiento para la puesta en práctica de las acciones; y una gobernanza equitativa del régimen climático. Estos temas continúan siendo tan relevantes como siempre.

Si los países construyen sobre los resultados de Copenhague, con calma y enfocados en el beneficio colectivo, entonces tienen todas las posibilidades de completar esta promesa. *Secretario ejecutivo de la Convención Marco sobre el Cambio Climático de Naciones Unidas.

Reforma, Yvo de Boer en “Opinión”, Internacional, p. 13
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