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La corrupción somete a Brasil

NikoNomad / Shutterstock.com
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Frente a una crisis que expone al mundo sus debilidades competitivas y una inflación que rondará 9 en 2015, a Brasil le urge materializar sus reformas estructurales para rescatar la confianza de los inversionistas y recuperar el ritmo de crecimiento.

Sao Paulo. El cielo se ha nublado. El gigante de América de sur ha flaqueado frente a una combinación de factores internos y externos que evidenciaron sus debilidad es. En los últimos 20 años, el país ha vivido tres recesiones y hoy soporta la agrura de una fuerte desaceleración en la actividad económica, que incluso salpica la estabilidad política del gobierno de Dilma Rousseff.

Distinta a las crisis económicas anteriores, ésta parece tener un carácter más estructural que coyuntural.

Lo que hoy llamamos «Costo Brasil» aumenta conforme crece la pérdida de competitividad de la industria local, la cual se agudiza conforme pierde ritmo la actividad económica y reduce las expectativas de crecimiento.

De acuerdo con un reciente informe del Banco Central del Brasil, el mercado espera para este año una contracción de 1.4 del PIE y una pequeña recuperación de 0.7 para 2016. El pronóstico conduce a una tendencia de descenso de la economía brasileña para los años venideros, pues aunque se hubiese registrado un crecimiento de 0.7 en el último trimestre de 2014, esto no habría compensado el resultado negativo de 0.2 del primer trimestre de 2015.

«Brasil venía siguiendo un modelo orientado al crecimiento del consumo, aprovechándose de una situación que resultó muy favorable en años pasados, de intenso ingreso de capital extranjero, que fue utilizado para ampliar las operaciones de crédito y transferencias directas», explica Raúl Velloso, ex secretario de Asuntos Económicos del Ministerio de Planeación.

El crédito entre 2004 y 2008 pasó de 30 a 60 del PIB, incrementando los gastos de manera significativa de las transferencias directas y junto con el incremento del volumen salarial, contribuyeron al crecimiento del consumo y al fortalecimiento de la economía interna. «La cuestión es que existe un borde en este círculo virtuoso: habrá un momento en que ese modelo se agote porque la producción demandará más ahorro para producir lo que el mercado necesita, y que no puede ser importado», detalla Velloso.

El economista Silvio Campos Neto, de la Consultoría Tendencias, evalúa que Brasil ha llegado a este momento porque tardó mucho en reaccionar. «Si volvemos a 2008, notamos que Brasil había reaccionado correctamente a
la crisis mundial. Por primera vez en , décadas, el país tuvo condiciones de enfrentar el choque externo con expansión monetaria, fiscal y con crédito, porque en ese momento se tenían las cuentas públicas controladas y la inflación dentro de lo previsto, situación que presentaba resultados positivos».

La demanda China de commodities resultó favorable para la economía brasileña, que logró un fuerte crecimiento económico de 7.5 en 2010, escenario que el gobierno utilizó para intensificar los estímulos a la economía, aunque ya surgiesen señales de inestabilidad. «Fue como darle oxígeno al fuego», compara Velloso.

El ritmo de la economía se aceleró aún más. «Era innecesario intervenir de esa manera, favoreciendo las políticas fiscales y de crédito a las empresas y al consumidor. El resultado fue un auge económico que intensificó los desequilibrios que ya ocurrían desde 2005», comenta Campos Neto.

Sin rumbo fijo

De esta manera, se forjó un peligroso agujero entre el consumo de bienes y servicios y lo que la industria lograba producir, incrementando aún más las importaciones y, con ello, la escalada de precios. Sin prever los resultados, el gobierno brasileño mantuvo los estímulos de la demanda, creyendo que podría generar una nueva década de prosperidad.

Campos Neto evalúa que las acciones del gobierno para intentar revertir los problemas resultaron desastrosas. «Ocurrieron muchos cambios de reglas, tal como intromisiones equivocadas en diversos sectores. Una de ellas fue el cambio en el sector eléctrico en 2013, que intentaba reducir el costo de las tarifas, acción que resultó insostenible y que causó agujero financiero para el Tesoro brasileño.

«El gobierno de Brasil optó por implementar una política de subsidio a los precios del consumo eléctrico, que se complicó debido a que las sequías se intensificaron en el país y ello provocó que las hidroeléctricas disminuyeran su capacidad de generación, mientras que el gobierno dejó de invertir en infraestructura para la generación de electricidad, deteniendo incluso proyectos eólicos.

Desde entonces, la crisis en evidencia y los escándalos de corrupción política constituyeron el cotidiano de los diarios brasileños. «Pero no existe mejor desinfectante que la luz del sol, es decir, enseñar al país que este tipo de política económica simplemente no funciona», dice Rodrigo Zeidan, profesor de economía y finanzas de la Fundación Dom Cabral. «El gobierno no hizo ningún cambio en las políticas estructurales y optó por medios fiscales cuestionables para intentar crear incentivos sectoriales que más adelante se revirtieron.

«Se estima que la producción industrial en Brasil va a disminuir 3 al finalizar 2015, es decir que las inversiones sufrirán un freno aún más intenso. Hoy, la política industrial de Brasil está mal desarrollada porque no se basa en ningún tipo de previsibilidad. Resulta fatal tener políticas desprendidas del objetivo real de las inversiones privadas, que exigen previsibilidad y nosotros no tenernos eso», evalúa Rodrigo Zeidan.

De la misma manera piensa Campos Neto: «Las compañías terminaron por perderse en este ambiente intempestivo y ahora esperan que el gobierno saque de la chistera alguna solución, como un nuevo subsidio o una nueva exención tributaria. Pero el retardo de cualquier decisión sólo ha intensificado la incertidumbre y, por ahora, los empresarios han cerrando sus bolsillos».

En 2010, Brasil gozaba de un superávít fiscal de 2.5 del PIB, situación que cambió para 2014 al pasar a un déficit de 0.6. El gobierno dejó de invertir en la principal infraestructura de transporte de carga del país, factor relevante para la economía brasileña, que contribuyó a destapar los malos manejos contables del gobierno, dando paso a los temas de corrupción.

Estímulo a la exportación

El gobierno brasileño quiere intensificar sus operaciones de comercio exterior. Recientemente presentó el Plan Nacional de Exportaciones.

La sugerencia contempla el aumento de crédito para financiamientos, pero todavía no ha definido una meta de desempeño comercial.

El objetivo de la propuesta es revertir los bajos volúmenes de exportación. En 2014, el país vendió al exterior 225,000 MDD. Desde hace tres años, las exportaciones retrocedieron y se pronostica que en 2015 llegarán a 200,000 MDD.

Algunos economistas del mercado financiero apuestan a que las expor-taciones volverán a subir a partir de 2016. La reciente encuesta del Banco Central de Brasil constató las expectativas de avance a 216,000 MDD en 2016, 230,000 MDD en 2017 y 252,000 MDD en 2018.

El plan definió cinco pilares de acción: acceso a mercados; mecanismos de promoción comercial; simplificación del comercio; posibilidad de financiamiento, garantías a las exportaciones, y modernización de los mecanismos y regímenes tributarios de soporte a las ventas internacionales.

Hoy día Brasil ocupa la 25a posición en el ranking de países exportadores.

Cielo nublado

La parálisis económica y los escándalos de corrupción, entre otras dificultades del actual momento brasileño, quitan a las compañías multinacionales el estímulo de fijarse o quedarse en el país. «Todavía no tenernos ningún dato oficial en relación con el posible volumen de desinversión, pero lo que ya puede preverse es una expectativa de retracción de la formación de capital fijo de 10 en 2015», calcula Campos Neto.

Velloso es aún más enfático: «Los escándalos de corrupción agravaron más el funcionamiento de la economía, considerando que parte importante del engranaje económico ha parado. La paraestatal Petrobras está involucrada en escándalos, representa 10 de las inversiones totales hechas en el país; y a su vez el sector de construcción de infraestructura también está siendo investigado».

La «Operación Lava Jato» en 2014 abrió la caja de pandora en Brasil; iniciada la investigación por la Policía Federal, que sacó a la luz un esquema de blanqueo de capitales y desvío de dinero de Petrobras. Paulo Roberto Costa, ex director de suministros de la paraestatal, admitió que existía un sistema de «pago de propinas» a las empresas contratistas de la petrolera.

De acuerdo con el Ministerio Público Federal, el esquema de propinas generó un desvío por 675 MDD, en el que estuvieron involucradas empresas contratistas como Odebrech, Camargo Correa, OAS, Méndes Junior; apenas por citar a las principales y cuyos ejecutivos fueron arrestados.

El actual nivel de precaución de la gran mayoría de los empresarios en Brasil puede ser evaluado en la reciente declaración del presidente de Mercedes-Benz en Brasil, Phillipp Schiemer: «El país ha perdido la prevísibilidad con los cambios en las premisas de la economía brasileña. Volvímos 20 años en el tiempo. ¿Quién va a arriesgarse a invertir aquí? Un ajuste fiscal es necesario y tiene que venir rápido», comentó el ejecutivo.

Joaquim Levy, ministro de Hacienda desde fines de 2014, intenta de todas maneras convencer al Legislativo de que hay prisa por aprobar las nuevas medidas de ajuste fiscal, que contemplan soluciones para sanear la economía y retomar el crecimíento económico. Entre ellas, sobresalen cambios a la política laboral, fiscal y tributaria. Las adecuaciones contemplan aumentos al impuesto del consumo de combustibles, productos de importaciones y sobre operaciones de crédito. Con estas medidas, el gobierno busca recaudar alrededor de 4,800 MDD; la justificación, declaró a medios locales el actual ministro de Hacienda, es sanear las finanzas públicas.

«Tenemos que arreglar el mecanismos de más de 20 sistemas tributarios internos y nuestra antigua legislación laboral, entre tantas otras cosas. Brasil necesita urgentemente abrirse al mercado externo, mucho más allá que el Mercosur. Lo que nos pasa hoy es que estamos atados a modelos pasados y esa resistencia al cambio es de origen ideológico», menciona el profesor Zeidan.

Para el consultor Velloso, es el momento de hacer reajustes. «Nos quedamos sin un molde claro de crecimiento y tenemos por delante uno o dos años de saneamiento por hacer», sugiere. Algunos de los sectores que de pronto pueden contribuir a la recuperación son el de infraestructura, el transporte y la construcción; el gobierno brasileño evalúa la creación de nuevas concesiones, pero con la sombra de la corrupción encima.

Campos Neto señala que la presión inflacionaria estimada en 9 para 2015 es un factor de riesgo, luego de haber registrado una tasa de 6.5 en 2014. Brasil también está presionado por el desempleo que se eleva todos los meses. Solamente en mayo pasado, 115,000 puestos de trabajo fueron eliminados.

El fondo del pozo

Las estimaciones son que la economía brasileña tocará fondo al final de 2015, cuando las compañías reaccionen a las medidas del ministro Levy.

«Especialmente para 2016, el pronóstico es que la situación empiece a mejorar lentamente, debido a que los desequilibrios todavía estarán muy acentuados. Nos llevará tiempo poner al país nuevamente en curso», dice Campos Neto.

Velloso cree que las soluciones llegarán de acuerdo con la velocidad impuesta al nuevo ajuste fiscal y el desarrollo de infraesturctura. «Es la única forma de recuperar la economía. Esto es 10 que se debió hacer desde 2011».

«Deben incrementarse las exportaciones para recuperar la economía brasileña, aunque este año habrá un déficit en cuenta corriente de 84,000 MDD», sugiere el profesor Zeidan Campos Neto pronostica un largo camino hacia el equilibrio económico. «Hay mucho que arreglar, pero pasada esta fase, tendremos en 2017 la oportunidad de recuperar el ritmo de crecimiento a niveles de entre 2.0 y 2.5″. Para alcanzar tales resultados, Brasil deberá darle más peso a la agenda de productividad y firmar nuevos acuerdos comerciales», sentencia el analista.

Los expertos están de acuerdo con que 2015 será un año de sacrificio para todos y posiblemente algunos no sobrevivirán. En 2016, podría dar inicio una lenta recuperación.

Fuente: BURSZTEIN, Valeria. La corrupción somete al gigante. Forbes. Año 3, n° 32, julio-agosto 2015, p. 126 – 130.

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