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Japón busca un futuro no nuclear

«El accidente de Fujushima ha echado abajo el paradigma de la seguridad nuclear», declaró Jan Ceranek, director de energía de Greenpeace, en una conferencia sobre este siniestro nuclear celebrada durante la asamblea del FMI en Tokio la semana pasada. «Decían que las explosiones y los escapes de radiactividad eran imposibles en un reactor moderno; pero ahora sabemos que no es verdad», sentenció.

Pero puede ser aún más importante que Fukushima haya derribado otra tesis: la de que una economía avanzada e industrial como la de Japón, con una población de 129 millones, jamás podría deshacerse de golpe de su dependencia de la energía nuclear. Eso lo repetía hasta la saciedad el poderoso lobby atómico japonés, desde los burócratas del Ministerio de Economía, Comercio e Industria hasta los directivos del monopolio nuclear Tepco, y los políticos afines.

Pero en los últimos 18 meses -el accidente fue el 11 de marzo de 2011- el mito ha quedado rotundamente desmentido. sólo de los 50 reactores operativos antes del desastre han vuelto a ponerse en marcha en un país donde las nucleares aportaban el 30% de su electricidad. «Ya tenemos de facto una política de cero nuclear», dice Iida Tetsuanri, director ejecutivo del Instituto para la Energía Sostenible. «No hace falta preguntar su es posible llegar, porque ya estamos», dice.

En las semanas siguientes al desastre, mientras aún de valoraba si sería factible evacuar una ciudad de 134 millones de habitantes como Tokio, el gobierno anunció recortes del 18% del consumos de energía en horas de máximo consumo. Al principio hubo apagones constantes que paraban trenes bala y cerraban fábricas. Pero Japón es una sociedad de enorme disciplina y capacidad de sacrificio. Las luces se bajaron de intensidad hasta en los distritos famosos del neón como Shíbuya. Los vecinos programaban su llegad a casa para coincidir con las horas restringidas en las que funcionaban los ascensores. Empresas como Toyota y Nissan alternaban producción en diferentes días de la semana.

Si resultaba entonces asombrosa la capacidad de los japoneses para ahorrar energía en momentos de enorme peligro, 18 meses después, su comportamiento es, si cabe, aún más admirable. Ya sin restricciones oficiales, el consumo de energía en Japón sigue situándose un 15% por debajo del nivel de antes del desastre. La gente pensaba que el ahorro energético significaba el empobrecimiento de la economía, pero ahora los japoneses han visto la cara opuesta; que el ahorro de energía puede ser algo para disfrutar y que se puede pagar más dinero.

Aunque muchos temían apagones en verano, se ha llegado a otoño sin ninguna crisis. «Ha ayudado, claro, que la economía no está yendo como un tren pero Japón ha perdido un 30% de su capacidad de generación y aún sigue siendo una de las economías más modernas del mundo y sigue funcionando», dijo Andrew de DeWit, especialista en energía de la universidad de Rikkyo (Tokio).

¿Cómo se ha conseguido? Con gestos relevantes. Por ejemplo, el uso de bombillas led, que consumen el 14% de la energía de una bombilla normal, se disparó en las viviendas japonesas. En Enero solo el 2% las utilizaba y en Febrero de 2012 ya era el 50% de los hogares. La intensidad de las luces públicas se ha reducido a la mitad sin que Tokio haya perdido su encanto visual. «El comportamiento cambió con las restricciones, y el consumo de energía no ha vuelto a subir», dice Iida Tetsuanri. Por su parte, las empresas han comprobado que los ahorros energéticos significan recortes de coste. Japón, dependiente de la importación de combustibles fósiles, «ya realizó grandes ahorros en consumo tras las crisis petroleras de 1973 y 1979 y puede que esté ocurriendo lo mismo ahora», dice DeWit.

Pero hay un problema en la nueva configuración japonesa de nuclear cero. El uso de gas y petróleo ha subido un 17% desde la retirada de la capacidad nuclear, lo cual pone en entredicho la capacidad de Japón para alcanzar su meta de reducción de emisiones de CO2. Es más, las importaciones de combustible subieron un 25% en el primer año después del desastre, lo cual -dado el elevado precio del petróleo y gas en el mercado internacional- se ha traducido en subidas del 17% del precio de la luz para particulares. Esto ha dado la oportunidad de contraataque al lobby nuclear. «Los intereses empresariales de la Keidanren (patronal japonesa) aún ven en los reactores nucleares una fuente barata, fiable y de bajas emisiones; quieren que se pongan en marcha de nuevo; las tres instituciones financieras más grandes también», dice DeWit.

En otros momento, los deseos de la Keidanren, el METI y los bancos están en sintonía con el Gobierno japonés de Yoshihiko Noda. Pero Fukushima ha tenido un gran impacto. El pueblo japonés ya no quiere energía nuclear y, es más, está dispuesto a luchar para que no se vuelva al viejo sistema. Más de 100.000 personas se han manifestado en contra. «Es el movimiento de protesta más importante desde los años setenta», dice Richard Tag Murphy, economista de la universidad de Tsukuba. Cuando el gobierno hizo una consulta popular sobre el papel que debería asignar a la nuclear, ofreció ters pociones sobre el porcentaje de electricidad reservado a la nuclear en 2030: 25%, 15% o el 0%. Pero el 80% votó a favor de la opción nuclear cero. El Gobierno se ha comprometido a reabrir algunas centrales, «pero promete la retirada total de capacidad nuclear para 2030», dice Eileen Smith de la campaña antinuclear en Kioto. «En la política japonesa las palabras están muy lejos de la realidad», dijo Tetsuanri.

Fuente: Comfia

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