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Estas comunidades no permiten el voto femenino, están en México

«Quién nos pudiera apoyar para que nosotros seamos libres porque nosotros no somos libres, no podemos participar, no nos toman en cuenta», dice Timotea Ramírez.

A los 57 años, casada y con siete hijos, todavía no pierde la esperanza de poder votar algún día. Le ha dicho a su esposo que quiere ir a la asamblea de su municipio, San Pablo Cuatro Venados, a participar.

Pero él no la ha dejado con el argumento de que eso no es para ella.

Aunque la mujer en México ejerció su derecho al voto por primera vez hace más de 61 años, todavía hay localidades del país donde el sufragio femenino no existe.

Pese a la intención de las autoridades de que las mujeres sí voten, ellas deben vencer la resistencia de hombres que todavía no aceptan que participen en la toma de decisiones de la comunidad, e incluso a veces la de ellas mismas, que aún no se sienten preparadas para tareas que históricamente no les han correspondido.

Pero las cosas, lentamente y no sin obstáculos, empiezan a cambiar, y es en el estado de Oaxaca, en el sur del país, donde quizá el desafío es mayor.

Aquí hay 417 municipios, el 73% del estado y el 35% de la población, que se rigen por Sistemas Normativos Internos, basado en usos y costumbres:una forma de autogobierno de comunidades indígenas.

Oscar Luis, de 24 años, es el secretario municipal de San Pablo Cuatro Venados, uno de esos municipios.

«Es la tradición acá y nadie reclama. Se juntan los hombres a decidir. Por mí (las mujeres) deberían participar», le dice a BBC Mundo. «En el futuro, con gente más joven cambiará, imagino», agrega.

Es la tradición acá y nadie reclama. Se juntan los hombres a decidir. Por mí (las mujeres) deberían participar. En el futuro, con gente más joven cambiará, imagino»

Oscar Luis, 24 años, secretario municipal de San Pablo Cuatro Venados

A San Pablo Cuatro Venados se llega tras un camino sinuoso y en pendiente, y aunque está a menos de 30 kilómetros de la capital del estado, Oaxaca, el viaje se demora una hora y media.

En esta localidad a casi 2.400 metros de altura viven alrededor de 1.000 personas. No hay nada más que el ayuntamiento, la iglesia, un centro de salud básico, una tienda comunitaria y un centro de aprendizaje. Y hay aislamiento.

Aquí suelen bromear con que el medio de transporte que utilizan es, sencillamente, «el primero que pase» y así las cajas de camionetas desbordadas de personas son parte del paisaje montañoso.

Mientras esperan, tejen, y mientras esperan, un grupo de mujeres deja en evidencia cómo las diferentes generaciones ven el tema del voto.

«Es la tradición y para eso hay que prepararse, hay que saber mucho (para tener un cargo en la alcaldía), no es ir y ya. Eso es para los hombres, para que ellos se encarguen», explica Amalia Gómez, de 53 años.

A los 18, Rosa, tiene claro que la historia debería ser otra. «Tenemos los mismos derechos los hombres y las mujeres, me gustaría que fuera distinto y que nos dejaran participar».

«Me gustaría ser presidenta municipal, para arreglar cosas, empezando por los caminos», añade.

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«Sensibilización»

«Nos toca hacer un trabajo de sensibilización, jamás de imposición ni de decirles que ellos están mal, es probable que funcione su sistema sin que las mujeres estén pero también las mujeres quieren participar», le explica a BBC Mundo Rita Bell López Vences, consejera del Instituto Estatal Electoral y de Participación Ciudadana de Oaxaca (Ieepco).

La realidad es que, aunque se respete la forma de autogobierno indígena en la práctica, tanto la Constitución del país como la de Oaxaca exigen la igualdad entre hombres y mujeres a la hora de votar, lo mismo que el Código de Instituciones Políticas y Procedimientos Electorales estatal.

El Ieepco hace campañas y visita las comunidades para incentivar la participación de la mujer y tiene herramientas para hacer que los pueblos terminen incluyéndolas, pues cuenta con la potestad para que declarar inválidas las elecciones donde no permitan mujeres en las asambleas donde se elige a las autoridades municipales y puede obligar a repetirlas.

En 2013 eran alrededor de 90 los municipios donde no votaron ni fueron votadas mujeres y Bell López espera que para fin de este año, cuando los 417 municipios hayan vuelto a realizar elecciones, la situación haya mejorado sustancialmente.

Por el momento no tiene la cifra exacta de cuántas comunidades todavía están en infracción y hay varias que recién en las últimas semanas comenzaron a abrirse a una nueva era.

Estoy más bien preocupada, de política casi no sé nada. La verdad fue difícil porque es la primera vez que una mujer participa, los señores no están acostumbrados

Marcela Hernández, primera mujer de Santa María Ixcatlán en ocupar un cargo público

Santa María Ixcatlán es una de ellas. Este remoto municipio en el norte del estado, a una hora y media de un pedregoso camino hasta la carretera principal que lo comunica con Oaxaca, incluyó por primera vez el mes pasado a una mujer en su cabildo.

Funcionaria con esfuerzo

Marcela Hernández, de 50 años, asumirá el cargo de regidora de Hacienda en enero pero no está emocionada por la responsabilidad.

«Más bien preocupada, de política casi no sé nada», explica. «La verdad fue difícil porque es la primera vez que una mujer participa, los señores no están acostumbrados ni siquiera a que vayan las mujeres a las reuniones».

Hernández cuenta que vinieron representantes del Ieepco a decirle a la comunidad que debían incluir mujeres. Los hombres del pueblo sólo aceptaron poner a una.

Y a los hombres de Santa María Ixcatlán les costó.

«Uno qué más quisiera que fuera así (que se mantuviera la tradición) pero los tiempos van cambiando», admite el presidente municipal, Juan Bautista García, de 41 años, que considera una «imposición» de las autoridades que tengan que admitir mujeres en las asambleas.

«Más que nada los señores grandes no lo aceptaban y decían, ‘¿cómo es que una mujer nos va a mandar?’, al principio había resistencia, decían que iba a ser un poco problemático».

García considera que es mejor no adelantarse y probar por unos años. «¿Qué tal si funciona mejor?», sugiere.

La obligación del hogar

Para algunas mujeres de estas comunidades el problema de ejercer sus derechos políticos choca con cuestiones de la vida cotidiana. Y es así que no ven posible amalgamar ambos roles.

«No sólo no estamos preparadas», apunta Carolina, de 49 años, residente de Teotitlán del Valle, 30 kilómetros al sur de Oaxaca.

«¿Y si las reuniones del cabildo terminan a las 2 de la mañana, cómo vamos a estar ahí? Una mujer no puede volver a su casa a esa hora, ¿qué va a decir su marido? Tiene la obligación de ocuparse del hogar».

En este municipio de alrededor de 6.000 habitantes se permitió la participación de la mujer en los últimos comicios pero todavía hay problemas a la hora de integrarlas al cabildo.

«Ahora se está forzando la participación de la mujer, pero hay mentalidades que no quieren entender, no tiene nada de malo que participe la mujer pero dicen que si empieza, tiene que empezar de abajo», comenta un hombre cercano al gobierno municipal que prefiere no dar su nombre por temor a represalias.

Edith Hernández, de 36 años, recuerda el día de la última asamblea: los hombres se levantaron a decir que sólo ellos son los que votarían, que las mujeres no deberían estar ahí y que no pueden ocupar un cargo porque si «ocasionan el 90% de los accidentes de tránsito, cómo van a estar en el cabildo».

«No voy a hacer un drama», afirma la joven, «pero sí nos sentimos discriminadas porque cuando queremos tener voz y voto y opinar acerca de algo nos dicen ‘es que las mujeres no saben’ o ‘las mujeres nada más saben hacer tortilla'».

No voy a hacer un drama, pero sí nos sentimos discriminadas porque cuando queremos opinar nos dicen ‘es que las mujeres no saben’ o ‘las mujeres nada más saben hacer tortilla’

Madre de tres hijos, entre ellas dos mujeres de 11 y 8 años, confía en que el futuro de ellas sea diferente al suyo: «Que no se queden estancadas en un pueblo así, con los usos y costumbres, que el día de mañana la mujer pueda gobernar también».

La clave, señala, pasa por darles acceso al estudio. Y es algo que también piensan en San Pablo Cuatro Venados.

«Ella va a tener una vida diferente cuando sea grande, va a poder participar en la comunidad», dice Alicia Vázquez, de 36 años, mientras señala a su hija de 8.

«Queremos algo mejor para ellas, que se preparen, que piensen. Si no estudian, ¿qué van a hacer? Así son alguien en la vida, no como nosotros».

Fuente. BBCMundo

 

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