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El reputado filósofo noruego Arne Naess, acaba de fallecer a los 96 años

Una drástica reducción de la población del planeta resolvería los problemas ambientales. Esto es lo que propone la corriente de ‘Ecología Profunda’, cuyo fundador, ha fallecido a los 96 años.

Pese a sus ideas radicales, el que fuera catedrático de la Universidad de Oslo de 1939 a 1970, está considerado uno de los principales filósofos noruegos del siglo XX. Sus teorías han sido acogidas por diversos grupos de ecologistas radicales.

«Tenemos el objetivo no sólo de estabilizar la población humana, sino también de reducirla a un mínimo sostenible», afirmaba Naess en una entrevista realizada para el libro ‘Deep Ecology for the 21st Century’. «Pienso que no necesitaríamos tener más de mil millones de personas para tener la variedad de culturas que teníamos hace 100 años», defendía.

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Este pensamiento ecológico, fundado en 1973, concede la máxima prioridad a la protección del planeta y a la preservación de los sistemas ecológicos, donde todos los seres vivos —incluido el hombre— tienen el mismo valor (lo que se conoce como igualdad biocéntrica). Este polémico movimiento no tardó en recibir críticas, como las del chileno Carlos Martínez, filósofo especializado en temas ambientales y profesor del Instituto de Políticas Públicas de la Universidad Finis Terrae de Chile, escribió varios artículos y el libro ‘Ecología Profunda: aportes al debate’. Hablamos con él.

Para Martínez, «Naess era un filósofo muy serio y sus ideas fueron un verdadero aporte para la valorización de la naturaleza en los últimos 30- 40 años y la crisis ambiental». Naess, que fue galardonado con la Orden Noruega Real de San Olav y el Premio del Consejo Nórdico por la Naturaleza y el Medio Ambiente en 2002, quiso resaltar el valor intrínseco de la naturaleza en una sociedad industrial. «Su gran error fue rebajar la dignidad del hombre. Equiparó al ser humano con la naturaleza, algo que va en contra de la razón antropologica y del pensamiento moderno. Si este movimiento hubiera existido hace 300 años no hubiera habido Revolución Francesa, ni Declaración de Derechos Humanos ni progreso humano», explica este chileno.

Martínez, que dirige la organización para el desarrollo sostenible Oikos, es consciente de que el mundo no va a soportar la enorme carga de la población actual, pero a diferencia de Naess, no ve el peligro en la sobrepoblación sino en su distribución. Para él, «el problema es la pobreza y la falta de equidad en la distribución de la riqueza en el mundo. Nuestra población es una gran consumidora de la naturaleza y la solución al problema reside en las tecnologías, de las cuales Naess sentía una gran desconfianza». Este filósofo chileno incide en que es imposible decir a un país pobre que abandone su camino hacia el desarrollo a favor de la naturaleza. «La postura de Naess es volver al estado más primitivo, donde el hombre tiene el mismo valor que la naturaleza, y esto no es viable en el pensamiento moderno, por el cual el hombre es un sujeto que puede intervenir en la transformación de la naturaleza», apunta Martínez.

Legalizar el aborto, fomentar la anticoncepción, la vasectomía y la esterilización masiva de mujeres —sobre todo en zonas de alta tasa de natalidad, como África— o las nuevas formas de matrimonio como el grupal y poliándrico (que proporciona la vida en familia pero sin muchos hijos) son algunas de las medidas que proponen los seguidores de la ecología profunda para resolver los problemas ambientales. «Incluso llegaron a cuestionar la ayuda económica a países pobres porque decían que era mejor dejar actuar a la naturaleza», lamenta Martínez. A todo esto hay que sumarle el dilema ético de ¿quién elige cuánta gente sobra? y ¿quién decide quienes son los que sobran? Naess, que fundó la Escuela de Oslo y fue catedrático durante más de 30 años, era un seguidor del filósofo panteísta Benito Espinosa y de ahí su interés por convertir la naturaleza en una religión.

Con todo, para Martínez, el pensamiento de Naess ha tenido una influencia positiva y otra negativa. «Lo bueno es que la gente ha tomado una mayor conciencia del valor de la naturaleza y de la crisis ambiental; y lo malo es que se han generado muchos grupos ideológicos y organizaciones ecológicas —sobre todo estadounidenses, como Earth First, Rainforest Action Network (RAN)…— que han llevado la postura de este gran filósofo a un radicalismo intolerante que se opone a todo lo que promueve el desarrollo y a otras visiones ambientales».

Fuente: Ecoticias

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